En un brevísimo prefacio el propio White afirma que lo definitorio de la ciudad, es ese bullir, esa actividad febril, que haría necesario escribir a la velocidad de la luz para ponerse realmente al día, porque todo está cambiando a un ritmo desenfrenado, caen edificios, se elevan otros, cierran y se abren negocios, se pueblan y de despueblan barrios, encuentras famosos constantemente: antes eran actores y escritores, grandes modistos, pintores y artistas, y ahora es el mundo del cine el que todo lo invade, la publicidad, los deportistas, pero siempre puedes encontrar celebridades, sentadas a tu lado en una cafetería o saliendo de tu hotel.
Según White, hay tres modos de ser neoyorkino: el que ha nacido y vive en la ciudad, el que trabaja allí y se desplaza diariamente desde poblaciones cercanas, donde tiene su residencia; y finalmente el que ha nacido en otro lugar (otra ciudad, otro país), llega a Nueva York y se instala, siendo la ciudad su meta o su destino. Estos últimos son los responsables de la naturaleza inquieta de la ciudad, de su atracción a las artes, de su poesía y de su porte. Y este es su caso, lógicamente. Unos y otros, procedan de donde procedan, todos se abrazan a la ciudadcon la intensa emoción del primer amor, nos dice White, todos absorben NY con la limpia mirada del aventurero, todos generan más luz y calor que la Consolidated Edison Company.(…) La ciudad es como la poesía: comprime todas las razas y castas en una pequeña isla, y les añade música y un acompañamiento de motores subterráneos.
En esto no ha cambiado la ciudad, ni en el año en que White escribió el artículo ni hoy. Sigue siendo un crisol de gentes, sigue recibiendo un aluvión continuo de entradas y salidas, de personal de ida y vuelta, o de estancia definitiva. Ha cambiado la composición de muchos barrios, pero no ese mundo de mundos, ese rompecabezas que compone cada barrio, separados por una calle o una avenida y cuyo cruce puede representar un severo sobresalto o una delicia digna de admirar. La ciudad sigue atrayendo poderosamente la atención mundial, sigue siendo la capital del mundo, así como Roma lo fue del mundo antiguo. Todos los caminos, efectivamente, llevan a Nueva York. Y Nueva York, Manhattan, acoge a todos bajo su techo.
Sin embargo, hay otro punto que White solamente roza, al final de su artículo, y es un trágico augurio, cuando dice que la ciudad, por primera vez en su historia, se ha vuelto vulnerable: una escuadrilla de aviones poco mayor que una bandada de gansos podría poner fin a esta isla de fantasía, y quemar las torres, derribar los puentes, convertir los túneles del metro en recintos mortales e incinerar a millones. Lógicamente el autor pensaría en la II Guerra Mundial, tan reciente en el momento en que escribía este texto; pero desgraciadamente su temor se ha visto cumplido: Nueva York ha sido y es vulnerable. Probablemente la mayoría de neoyorkinos en septiembre de 2001 no habían leído estas palabras, y de haberlo hecho, no las hubieran creído. Pero ocurrió. Y la ciudad ya no es la misma desde entonces.
Ariodante
Mayo 2010
SINOPSIS
En el tórrido verano de 1948, en una asfixiante habitación de hotel, E. B. White escribió este ensayo, un vibrante homenaje a Nueva York. Sutil, divertido y nostálgico, es una mágica evocación de la ciudad y el retrato social de toda una época. De cada una de sus frases se desprende la fascinación que la urbe ejerce sobre quienes « ;cogieron sus bártulos y acudieron a la ciudad en busca de asilo, del cumplimiento de sus deseos o de cualquier otro Grial de mayor o menor importancia». En Esto es Nueva York palpitan todos los ambientes que contribuyeron a crear el mito: el tren elevado de la Tercera Avenida, el hervidero humano de sus calles, los grandes periódicos, el Queen Mary y su sirena. Y al llegar al final no se puede dejar de sentir un escalofrío ante la vulnerabilidad de este coloso urbano que White pone al descubierto con intuición certera.
Ficha del LibroTítulo: Esto es Nueva York | Autor: E.B.White | Editorial: Minúscula | Páginas 62 | Precio 7,50€