Julia Leigh ha sabido retratar perfectamente la psicología de cada personaje. Les definen sus hechos y conversaciones, no sus pensamientos que no oímos en casi ningún momento. Incluso la clave del origen de la mujer y sus hijos, nos la cuenta la matriarca en otra conversación ajena. Por lo tanto, no hay nada directo ni tangible, sino tortuoso, circunstancial, desequilibrante y difuso.
Un magnífico ejercicio que se nos antoja corto por las apenas noventa páginas que ocupa. Muy en la línea de En manos del diablo de Garat, que el año pasado nos obsequiaba con mil trescientas páginas de intrigas semejantes. Nos queda la “intranquilidad” de pensar que hubiera sido “Inquietud” si la autora hubiera seguido tirando de los hilos del relatos, pero con lo que tenemos nos basta.
La segunda novela de Leigh es una obra madura, honesta y perfectamente definida.
RESEÑA OFICIAL DE LA EDITORIAL
Acompañada por sus hijos y huyendo de un pasado tormentoso, Olivia regresa a la casa donde pasó su infancia, un austero castillo francés aislado en la campiña. Tras años de ausencia, Oliviareencuentra con su madre, su hermano y la esposa de este, que acaba de regresar del hospital. En una atmósfera de misterio y desasosiego, el frágil universo de la familia tendrá que hacer frente al horror de la muerte y los fantasmas del pasado.
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