Calificado con razón como novela de culto dejará una
marca indeleble en todos sus lectores que poco a poco sentirán la misma desazón y frustración de su protagonista, Budai.
Al igual que el polifacético autor húngaro, su personaje también es un lingüista. Esa es una clave importante de la obra, puesto que todo, absolutamente todo, girará en torno al lenguaje. (leer más)
Lo que aparentemente es un error no demasiado grave se complica cuando al día siguiente nadie le reclama ni le lleva de nuevo al aeropuerto. Ese es el comienzo de la odisea de Budai, que no entiende, pese a su oficio, nada del idioma local mientras que ningún habitante comprende ninguna palabra de todos los idiomas que habla él.
Imposible preguntar, pedir la comida o la cuenta, llamar por teléfono o intentar viajar. Para colmo de males el alfabeto utilizado en aquella metrópolis es diferente a todos los conocidos. Cuando el tiempo pasa y el dinero se va acabando la tensión y la angustia de Budai aumentan exponencialmente.
Ferenc Karinthy, escritor e hijo de escritor, ya nos sorprendió con su capacidad de sacar algo donde no hay nada con su obra La edad de oro, en la cual colocaba un Don Juan judío en medio de la ocupación nazi de Budapest consiguiendo integrarlo y hacerlo verosímil. Ahora, en la edición de esta obra de 1970, se inventa una ciudad desconocida, con un idioma y alfabeto ignotos y con referencias a las urbes de la URSS, con conexiones con las aglomeraciones urbanas asiáticas, y que mira de reojo a Nueva York, y coloca en ella a un ser inofensivo, incapaz pese a sus estudios de llevar una vida mínima en aquel lugar y, como si fuera un entomólogo, se dedica a analizarle.
Budai pasa por las siguientes etapas simbólicas. Primero busca la lógica, después la ciencia, más tarde la religión, siguiendo por el amor, el trabajo y por último la guerra, para al final descubrir que ninguna de ellas funciona y que sólo sobrevive la esperanza.
Originalmente llamada Epépé por la joven ascensorista que al parecer se llama así o algo parecido y distinto cada día y que es la única persona consciente de la existencia de Budai, el cambio de nombre le viene que ni pintado al reflejar la claustrofobia que siente el protagonista al estar solo en medio de millones de personas.
Comparada con mucho sentido con El proceso, Metrópolis es, sin duda, una revisita gloriosa a Kafka, que algunos han comparado con 1984. Nosotros creemos ver trazas de El planeta de los simios al descubrir horrorizado que puede haber aquí mismo otros mundos terribles para el ser humano.
Nuestra puntuación es muy elevada, fundamentalmente debido a su permanencia en el tiempo y la transmisión de sensaciones tan especiales que consigue.
Si quieren leer algo totalmente diferente, de gran calidad literaria y que nunca olvidarán, este es su libro.
Pepe Rodríguez
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