Sentenciemos de inmediato que Herta Müller se merece dicho galardón tanto o más que los últimos premiados y que su calidad literaria está en un nivel muy elevado dentro del conjunto de escritores actuales. Con lo cual no queremos decir que sea la mejor escritora de la actualidad, pero evidentemente sí se encuentra en el cogollo de los pocos autores vivos que podrían ser premiados obteniendo el mismo comentario.
Poco conocida es su trayectoria en España y en castellano. Siruela su editorial de referencia tuvo que apretarse los machos para reeditar sus libros más conocidos de los años ochenta nada más conocerse el fallo. Por eso agradecemos el disponer de material fresco para saborear mejor su obra literaria.
Los mejores calificativos de esta obra son ‘conmovedora’ y ‘poética’. Leopold Auberg es u joven alemán residente en Rumanía (como la autora era) llevado por los rusos a un campo de internamiento ucraniano. Sus años en el gulag componen el grueso del libro. Sus experiencias están basadas en lo que Müller conversó con su amigo poeta Oskar Pastior quien sufrió esa experiencia, aunque esté aderezada con los recuerdos de muchos otros personajes quienes como la propia madre la autora pasaron por la misma situación.
Lo interesante del libro es lo mucho que se aleja del prototipo del libro de gulag que la anterior descripción definiría. Nada que ver con Grossman ni con Shalamov, pocos culpables y poca redención. Todo es más sencillo, más sensible. Los detalles humanos lo llenan todo con un determinismo absoluto y una perspectiva poética. Por ejemplo, el hambre se convierte en el ‘ángel del hambre’ una presencia que intenta dominar y que le mantiene en contacto con la realidad. La libertad ni siquiera es un anhelo, sólo un recuerdo difuso y, de hecho, cuando la obtiene no supone un triunfo sino la apertura a un futuro sombrío.
Los componentes del campo son convertidos en personajes que cohabitan con los presos, así el cemento, el carbón, los abetos, la arena amarilla y la escoria se transmutan más allá de la materia cobrando un protagonismo inusual. Esa magnificación de los detalles propia de la poesía crea un ambiente onírico tal que nos parece tener su hambre, trabajar de continuo y pasar sus penurias como si fueran una obligación tenue y difusa, en realidad son una protección de otro mundo que sería mucho más cruel, el mundo real. Al menos los mecanismos mentales de autodefensa del protagonista así se lo dibujan.
Es un relato muy sensitivo pero poco sentimentaloide. La sensación de perdida por parte del personaje casi no existe, ni siquiera en su familia que colabora en las primeras páginas en la preparación de su maleta. El desarraigo no aparece y el odio no asoma. El título original ‘Ritmo respiratorio’ nos enseña mucho de su contenido, vivir en el gulag es seguir el ritmo de la respiración vez tras vez. Mientras respira uno está vivo y más allá no existe casi nada, por eso Todo lo que tengo lo llevo conmigo.
Olvídense de si Müller ha recibido el nobel o no. Léanla por que se lo merece, por que es una escritora excelente y por que este libro es una pequeña obra de arte conmovedora. Todo lo demás es marketing y no literatura.
Pepe Rodríguez
SINOPSIS
Rumania, finales de la II Guerra Mundial.
De las conversaciones con su compatriota y amigo el poeta Oskar Pastior (1927-2006) y con otros supervivientes, Herta Müller reunió el material con el que después escribió esta gran novela. Así, basándose en la historia profundamente individual de un hombre joven, consigue narrar un capítulo todavía casi desconocido de la historia europea y visualizarlo en imágenes inolvidables. La autora ha logrado plasmar la persecución sufrida por los alemanes rumanos en tiempos de Stalin centrándose en la historia de un solo individuo.