Es esta una novela que conjuga muchos aspectos, pero si hubiera que definirla de algún modo, yo la calificaría de aventuras históricas. Y si me apuran, de aventuras históricas navales. Sin embargo, hay mucho más; una iniciación a la vida, temas de corte científico, incluso filosófico, todo muy bien aliñado de modo que el lector se introduce en todo ese conjunto de un modo natural. Es una narración muy bien estructurada, desarrollada con un lenguaje muy cuidado y que resulta entretenida a la par que interesante, informativa a la vez que imaginativa.
Se basa doblemente en la historia: por una parte, en la expedición que en 1795 partió bajo el mando del general Álava, jefe de la escuadra, y que acabaría completando la vuelta al mundo, en 1802, tras cinco años de estancia y operaciones navales en Filipinas. Pero por otra, de modo a veces alternativo y a veces inserto en la propia historia de la expedición, se traza un paralelismo con el viaje de Magallanes/Elcano, cuyo barco circunnavegó la Tierra por primera vez. Esa navegación circular es la que da base para que el autor tome el concepto de infinito, que reflejará en diversas conversaciones a lo largo del texto.
El argumento es éste: a bordo del Europa, buque insignia de la escuadra expedicionaria, viaja un científico francés, Jean de Nemours, con el objetivo de instruir, manejar y cuidar dos aparatos en fase de experimentación: un barómetro para predecir temporales y un cronómetro o reloj exacto para hallar la longitud. Por tanto, encontramos un valor añadido a la historia: la investigación científica. Las vicisitudes y aventuras que les ocurren, así como los comentarios y lecturas sobre anteriores exploraciones, constituyen el cuerpo de la narración.
El joven ayudante y criado del científico galo, Jacques Pirou, será el narrador de la historia principal, aunque habrán insertos a lo largo de la narración: tramos en los que Nemours irá contando a su joven ayudante (y de paso, al lector) no solo el viaje de Magallanes, sino también las principales expediciones científicas (Cook, Bouganville, La Perouse, Malaspina…), los avances ilustrados y reflexiones de toda índole que ayudarán al joven con una aprendizaje intensivo.
Hay, pues, varias voces: Pirou es el narrador principal, pero también su mentor, Jean de Nemours, ocupa un espacio importante como narrador de las expediciones y los descubrimientos anteriores. Y su ayudante, criado y amigo toma a veces el relevo leyendo –y aui se introduce una tercera voz, la de los textos leídos- pasajes de los libros que le cede su amo sobre la historia expedicionaria o la científica. Otros personajes también introducen relatos, de modo secundario, sobre hechos que Pirou no ha podido presenciar.
Este, es, digamos, el marco. Pero hay más: se desenreda otra historia, mucho más intimista y personal, y lo hace de modo paulatino; se trata del aprendizaje vital, no ya científico sino emocional, de un adolescente (Pirou) que poco a poco se convierte en un joven que va descubriendo no solo los valores náuticos sino también los humanos. Que descubre la amistad y la lealtad, pero también la envidia, la crueldad y la traición; descubre asimismo el amor con sus goces e inquietudes pasionales. El joven, en el decurso del relato, abrirá su corazón al contar sus aventuras militares, náuticas, amorosas y amistosas. Jacques Pirou acaba madurando y convirtiéndose en un hombre, a lo largo de estos años. Vivirá el lector por intercesión suya, momentos tremendos, luchas internas, motines, temporales, batallas, distintos problemas que acaecieron a lo largo de esos años expedicionarios. Una iniciación a la vida, a la vez que todo un relato histórico.
El autor, a lo largo de la novela, busca la similitud con el lenguaje de la época, y lo hace de modo muy ponderado y eficaz, lo que contribuye a crear el ambiente propicio para la inmersión en el pasado. En diversos momentos se suceden conversaciones que rozan casi lo filosófico, creando también el clima de la época ilustrada, donde todos esos dilemas tenían lugar. El equilibrio entre la novelación histórica y la narración ficcional es excelente, propiciando una lectura amena y a la vez instructiva. Una novela, pues, de gran equilibrio entre la aventura y la reflexión, entre la revisión del pasado y un presente de fuertes emociones. Altamente recomendable.