Nada más enterarme de la publicación de este libro quise leerlo. Estaba dispuesto a poner en pausa la voracidad lectora para sumergirme en esta sima y quedarme allí, presionado por la hondura de la vida y obra de una de las escritoras más influyentes, queridas y denostadas de todos los tiempos, utilizada por unas y por otros como icono, como fetiche, como guía. Virginia Woolf, cuyo nombre resuena en la memoria lectora de la mayoría, es capturada con detalle, puesta en negro sobre blanco por la escritora argentina Irene Chikiar Bauer, en la que está llamada a convertirse en una de las biografías de referencia de la escritora inglesa en español.
“Virginia Woolf. La vida por escrito”, (Taurus, 2015) es una monumental biografía de más de 900 páginas que no se deja casi nada por estudiar de la vida y la obra de la autora de “Orlando” y “Las olas”.
Virginia Woolf, que es una escritora muy abordada en lo biográfico y literario, cuenta por fin con la mirada de una autora en español, experimentada y completa en su bagaje crítico y que ya se ha atrevido con San Juan de la Cruz o el mismísimo Julio Cortázar. Atrapar a Virginia, ponerla por escrito, ha dado como resultado una profunda y amena biografía que de ahora en adelante deberemos consultar.
El trabajo de Bauer está dividió en dos partes: La primera es un gran fresco de la génesis de la escritora, de las familias de sus padres, su infancia, juventud. Da luz y trasfondo a lo que será el personaje que conocemos como Virginia Woolf. Es la parte más corta, pero estarán de acuerdo conmigo que es, de lejos, la base de todo lo que vendrá luego y hay que ir y volver de la segunda a la primera parte, aunque sea solo de memoria, porque las consecuencias, la visión de la vida y la obra literaria, se esconden en esa primera parte.
La segunda parte es un prodigio, una elaboración por año desde aquel 1909 donde con la muerte de su padre como fondo y motor, emprende Virginia su viaje hacia las letras, hacia su uso como agente de transformación de la realidad, hacia la construcción palabra a palabra de su habitación propia, no sólo para escribir, sino para ser. Irene Chikiar Bauer teje un texto bien tensado con datos y una visión crítica excelente para darnos a conocer, casi, el día a día del lo que en el horizonte de la escritora se cernía.
Lo que me fascina de la obra es la capacidad de su autora para manejar una vastísima documentación y servirla con el tono ameno e inteligente que un buen lector se espera porque, ante la visión de un libro tan grande el miedo natural del lector es enfrentarse a una tarea farragosa y aburrida. La pasión y erudición, servida con una cuidada dosis de amenidad e inteligencia erudita, facilitan cualquier lectura y Chikiar Bauer lo consigue de sobra.
Para todos los amantes de Virginia Woolf, para sus apasionados seguidores o estudiosos, para los fetichistas literarios que gustan de las buenas biografías de escritores, he aquí una magnífica oportunidad de ver en su conjunto la vida y la obra de ese personaje icónico y de carne y hueso que la autora de “Una habitación propia”.
Me conmueve al final la soledad de Leonard, el 21 de abril, en incineración del cuerpo de Virginia. Escuchó, del Orfeo de Gluck, “Blessed Spiritis”, mientras el cuerpo de ella se consumía en el fuego. Pero habían quedado en que debía sonar la cavatina del cuarteto de cuerdas nº 13, op. 130 de Beethoven. Por la noche, ya a solas con las cenizas, Leonard puso en el fonógrafo la cavatina. En pocas palabras, en unos serenos y escuetos datos, toda la soledad y por qué no, todo el amor.
Al final Virginia Woolf, para nuestro deleite y confusión (tomo prestadas palabras de su sobrina nieta) nos legó una habitación propia, seamos mujeres u hombres. Esta espléndida biografía, que va a ser citada siempre de ahora en adelante, trae consigo, no solo conocimiento académico, sino emociones y sentimientos, humanidad, trazos de un retrato en negro sobre blanco, bien escrito, de quien se ha convertido en compañera nuestra allí en nuestra habitación con vistas a los demás y al interior de nosotros mismos.