La música del vacío. Novela de Pilar Carrillo.

     LILIANA DÍAZ MINDURRY

Lucas y Ana, una pareja de españoles, deciden (a instancias de Lucas que desea ver feliz a Ana), viajar al desierto y los poblados de Atacama, en el norte de Chile y encuentran un edén arqueológico de geoglifos y momias, a la vez que bailes y liturgias de los pueblos originarios de esa región. Son contrapuestos: Lucas lleno de energía extrovertida, Ana con inclinación marcada hacia el mundo interior. De este modo, la comunicación es muy difícil y cada uno contará la experiencia por separado y de manera diferente; no obstante, hay un amor complejo entre ellos.

¿Qué es el viaje sino una metáfora de la vida misma que anhela el autoconocimiento, la identidad y la transformación? El desierto, precisamente, lugar de la prueba y el despojo, donde es posible ir hacia lo esencial. En el Mahayana, el desierto comporta la búsqueda confusa de la iluminación. Allí aparece la música del vacío, la armonía secreta de la extrañeza de ser en el mundo. Hay un secreto y un simbolismo en este ameno relato de viaje al que seguimos sin poder abandonarlo. El vacío comporta además la falta de significación y propósito. O el paraíso de la vacuidad como liviandad y ligereza. O bien, la sensación de qué hago yo aquí y por qué.

La novela está muy bien escrita: las diferencias de estilo entre ambos comportan sus claras distinciones. Ella, seca, precisa, en sus breves oraciones y mirando hacia sí misma; él más proyectado hacia el otro, con sus más largas oraciones y la confusión, en ocasiones, de sus propósitos y hasta sus deseos. Hay un amigo que los acompaña y que resulta el que es capaz de mirarlos con algún atisbo de objetividad: Dejé a la pareja en Santiago. No he vuelto a ver a ninguno de los dos. Me gustaría, aunque si los viera por separado, no podría reconocerles. Formaban una especie de unidad, fuera de ella se habrán transformado. Tal vez me encuentre con él en alguna calle de cualquier ciudad. Y a ella, tal vez la vea en algún sueño, la verdad es que no imagino en qué lugar podría encontrarla, salvo ahí, en un sueño”.  Esto dice en el acápite de la novela y es extraído de un diario personal de la ficción. Habla de una unidad y tal vez de una transformación. Puede, tal vez, encontrar a Lucas en una calle porque es bien terrestre y a Ana en un sueño, ese lugar donde todo se desvanece o se deshace en vapores. Ella no es terrestre, aunque sea una mujer cualquiera de España, que trabaja como antropóloga.

Por momentos, hay lugares oníricos como el de un volcán, donde todo existe y no existe. Quizás es de los más logrados. No deja de haber climas y situaciones eróticas. Un acierto, la rapidez de la acción y el continuo diálogo. Pese a esta estructura y al lenguaje sin adornos hay un intenso lirismo soterrado, un mundo de sugerencias. Este es un milagro que logra la aparente concisión de una acción veloz y un continuo diálogo. Es como un susurro. 

Luego de leer este libro pensé en esa maravilla de Juan de la Cruz que dice deseando nada. Creo que por allí flota la música del vacío que sobrenada, no sólo en los desiertos sino en la vida cotidiana: en los desiertos por los que viajamos y en ese amor imposible que une y desune las cosas. Esa reflexión final me transmite la música de este libro.  

                                       Madrid, mayo 2025