El paso del tiempo, cuando se tiene una edad, produce vértigo. Cuando llegó a mis manos esta obra, escrita a cuatro manos entre Emilia y Rosa, me extrañó porque hacía poco que había leído la que era su última novela, pero comparando fechas, me sorprendía al descubrir que ya había pasado casi un año desde que leí la anterior. Y es que en mi mente aún tenía muy presente a Socorro, la periodista de sucesos, protagonista de ambos libros.
Este es el tercer trabajo que publican Emilia Landaluce y Rosa Belmonte juntas. Ambas, con una gran experiencia como columnistas en importantes periódicos nacionales así como colaboradoras de las ondas, anteriormente publicaron Sobre nosotras sobre nada. Y posteriormente La mala víctima, la primera entrega de esta saga protagonizada por Socorro.
Esta vez han cambiado los sugerentes paisajes y bellas playas del sur de Andalucía por las grandes extensiones manchegas, lugar de origen de su protagonista.
Socorro se está encargando de una serie de crímenes sin resolver que se publican en el diario donde trabaja, y del cual son propietarios los hermanos Lequerica, la familia perteneciente a la alta burguesía española, donde la madre de la periodista es empleada de ellas, por lo que las hermanas conocen a nuestra protagonista desde que era niña, por la que sienten un gran cariño.
Uno de los sucesos que llaman su atención tiene relación con dos niñas a las que violaron y asesinaron en un pueblo cercano al que ella misma se crió. El asesinato fue muy sonado, tanto por la violencia con el que se ejerció así como la rápida captura y condena del asesino, un pobre diablo corto de entendederas que nunca había hecho daño a nadie. Décadas después, el caso vuelve a la actualidad a raíz del suicidio del autor de los hechos recién salido de prisión al haber cumplido su condena.
Socorro irá tirando de los hilos con el único afán de completar la serie que se ha propuesto escribir para el periódico, lo que no sabrá es que este hecho ya casi olvidado volverá a salir a la superficie desenterrando oscuros secretos.
Quizás la primera entrega de esta saga resultaba más dinámica, aquí las autoras se explayan más a la hora de describir los paisajes y poblaciones manchegas, donde en algunos pasajes podríamos decir que casi rozan lo poético. La forma tan bonita de detallar excusa esos pasajes que de otra manera ralentizarían la trama, pero de este modo lo que consiguen es convertir dichos lugares casi en personajes más de la novela.
Tal vez sí se hagan un poco pesadas las descripciones y pasajes de las actividades que realizan estos adinerados personajes, como puede ser la caza. Millonarios por apellido, como son las propias hermanas Lequerica, que tanto critican, con halo de esnobismo, a los nuevo ricos, que a pesar de ser también millonarios consideran inferiores, reflejando ese clasicismo latente incluso entre gente adinerada. Y es aquí donde puede adolecer la novela, en la que las subtramas si ralentizan el hilo principal, haciéndonos desear que este último avance más deprisa.
No hay que confundir esto último con aburrimiento, siempre resulta interesante aprender el modo de vida y costumbres de una sociedad elitista a los que la mayoría estamos tan alejados. El trato hacia estos personajes, las autoras lo desarrollan de forma inteligente, centrándose en los aspectos más humanos, así como en los de nuestra protagonista, la cual sigue cargada de complejos precisamente por ser y sentirse, a pesar de todos sus logros profesionales, como la hija de la chacha. Concepto que solo afecta a ella, ya que las propias hermanas burguesas reconocen su valía.
Lo que más llama la atención de Socorro es que sigue siendo una investigadora pasiva. Huye del riesgo, considerando que su labor se limita a la información de la verdad, pero inevitablemente acaba descubriéndola, insisto, de forma pasiva, puesto que los informantes son los que llegan a ella desvelando los hechos que desencadenan el desenlace.
Lectura entretenida y perfecta para estos días estivales, que nos evadirá del pensamiento de que septiembre está ya a la vuelta de la esquina.