He de confesar que cuando veo que la historia de una novela transcurre por ciudades y sitios que conozco, irremediablemente, tengo que leerla. Más cuando uno de esos escenarios es mi propia ciudad. Este fue solo uno de los motivos de que me llamase la atención Gadir, pero no fue el único, ya su atractiva trama y la trayectoria de Cristina fueron determinantes para adentrarme en esta adictiva novela.
La madrileña socióloga y profesora de narrativa Cristina Cerrada tiene ya una larga andadura en esto de las letras. En 2003 publicó su primer trabajo, titulado Noctámbulos. Desde entonces ha ido encadenando novelas, entre ellas la más famosa titulada Europa, que trataba la inmigración y lo que es abandonar tu hogar para llegar a tierras extrañas siendo un refugiado. También ha cosechado numerososo premios a lo largo de su carrera, entre los que se encuentran el Premio de relatos Pedro de Atarrabía, Premio de Narrativa Casa América, Premio Novela Ateneo Joven Sevilla y el Premio Internacional de novela corta Ciudad de Barbastro, solo por mencionar algunos ejemplos.
Esta vez la autora nos introduce en los suburbios de ciudades tan emblemáticas como Ceuta, Cádiz y Jerez. Por sus calles más oscuras acompañamos al joven Suso. Niño de familia bien y abogado de profesión, pero que a pesar de su origen, malvive del poco dinero que le pasa su padre, al que odia pero tolera para poder subsistir. Cargado de traumas, ex adicto y perseguido por el recuerdo de una chica llamada Sandrine, sigue frecuentando los bajos fondos donde es conocido tanto por policías como por maleantes.
Su padre le encargará un trabajo en el que deberá reunirse con un empresario de dudosa reputación, labor que no quiere aceptar, pero que por su precaria situación no le queda más remedio que hacerlo. Mientras, se verá involucrado en una red de extorsión donde unas fotos desvelarán un terrible pasado, cuyas consecuencias llegarán hasta el presente.
La autora da un giro de tuerca al típico protagonista atormentado, dándonos a un perdedor con mayúsculas. Un ex toxicómano medio alcoholizado que rezuma cinismo. Cargado de traumas infantiles que nos muestra desde el principio. Aquí no hay artificios, Suso es así y así nos lo expone Cristina, acéptalo si quieres, si no, también. Pero lo aceptaremos gracias al carisma con el que ha dotado la escritora a su criatura, haciendo imposible no simpatizar con él. Los secundarios, también muy trabajados, no se alejan de este perfil.
La novela está repleta de personajes tan míseros como los lugares que estos habitan. Ciudades cubiertas de una capa de sordidez tan densa, que no somos capaces de reconocerlas a pesar de ser en una de ellas en la que yo mismo resido. Pienso que este efecto surge, aparte de la gran labor de la escritora a la hora de transmitirnos esos escenarios acorde con lo que nos cuenta, a que en un principio ella misma reconoce no haber querido ubicar su historia en estas ciudades, por lo que la hace más universal, porque esta historia podría transcurrir en cualquier lugar. Aunque el lenguaje y la jerga empleada por los personajes, nos recuerda siempre que estamos al sur del sur.
Otra habilidad es como toca temas escabrosos sin que el lector se sienta incómodo, demostrando que se pueden contar grandes y auténticas historias sin necesidad de resultar desagradable. Bravo por Cristina, su dominio de la tensión y el manejo de los tiempos nos sumerge en esos escenarios en los que casi sentimos el hedor de los callejones y el sudor rancio de esos pobladores de suburbios que provocan que cambiemos de acera en la realidad.
Sé que denominar a la lectura de adictiva suena a tópico, pero aquí no se me ocurre un adjetivo más acorde a la realidad, y es que hacia mucho que no me introducía en una lectura y no la soltaba hasta llegar al final sin ser consciente de lo atrapado que me encontraba en ella.
Novela perfecta para todo buen aficionado al noir, pero lo mejor es que al que no lo sea, lo convertirá.