Se puede decir que Andreu Martín es el culpable de que haga reseñas. Bueno, esa culpa es compartida, puesto que Jaume Ribera debe asumir el cincuenta por ciento de esa culpa. Y es que gracias a estos dos autores me enamoré de la lectura en general, y del género negro en particular.
Siendo yo aún un tierno adolescente, cayó en mis manos un libro titulado: Todos los detectives se llaman Flanagan. A mí por aquel entonces ya me gustaba leer cómics (lo que siempre hemos llamado tebeos), de hecho, sin saberlo, seguro que ya había leído a estos dos autores, puesto que ambos fueron guionistas de la editorial Bruguera y seguramente mis personajes favoritos vivieron aventuras escritas por ellos.
Me gustó tanto ese libro protagonizado por aquel detective adolescente, que creo que es el libro que más veces he releído en mi vida. Recuerdo con cariño aquella frase que decía: No hay que jugar a ser detective. O lo eres, o no lo eres.
Andreu Martín, al que siempre tiraron más las letras que sus estudios de psicología, comenzó, como señalé antes, como guionista de historietas. Pero como buen escritor prolífico, su labor continuó por el mundo de la novela infantil, juvenil y, por supuesto, la adulta. Siendo innumerables sus obras dentro de cada categoría y género, incluyendo guiones cinematográficos y televisivos. Tan inquieto que incluso se atrevió con eso de dirigir cine.
Su última novela se titula Lo que solo les pasa a los demás, y está protagonizada por Marc Olván, abogado de oficio en horas bajas. Hombre conformista con un trabajo que no le apasiona pero le da para pagar facturas, comer y beber alcohol, del que quizás abusa. Comparte su vida con Lana, una conocida fotógrafa demasiado ocupada con su exposición de desnudos masculinos.
Cierto día, una madre desesperada acude a él pidiéndole que halle algún trapo sucio de un juez apellidado Trujillo, que ha ordenado prisión preventiva para su hijo, según ella, inocente del delito que se le acusa. Sin ser consciente de cómo, toda esta espiral lo irá absorbiendo hasta llevarlo a tratos con peligrosas familias mafiosas, policías corruptos y femmes fatales.
La huella de Martín es inconfundible en su obra, y en esta novela no podía ser menos. Derrochando sentido del humor, un protagonista que en manos de otros autores nos resultaría cínico y antipático, aquí nos conquista desde la primera página. Marc es un pobre hombre con el que cualquiera de nosotros puede identificarse. Solo quiere vivir tranquilo y sin complicaciones, pero las circunstancias no hacen más que conducirlo por sendas que él no ha decidido tomar, o que si alguna ha sido tomada por voluntad, se arrepiente inmediatamente al ver sus consecuencias.
Andreu es un autor tan hábil que su lectura a simple vista resulta sencilla, pero que su trasfondo nos atrapa irremediablemente hasta su final. Su protagonista parece estar tan perdido como el lector, sin saber quien miente o en quién puede confiar. De repente, zas, hemos acabado el libro y ese personaje principal al que hemos estado acompañando resulta que no era tan despistado, y como si de un mago se tratara que mientras prepara el truco con una mano con la otra nos distrae, nos ilumina, y nos maldecimos por no haber visto venir ese final que nos sorprende por la sencillez que ha sido construido y con la astucia que ha sido perpetrado.
Es cierto que hoy día tenemos un abanico casi inabarcable del género en las librerías, pero pocas escritas con ese estilo desenfadado que nos divierte tanto. Andreu Martín demuestra de nuevo que es un maestro del género y que lo domina como pocos. Creo que gracias a la escuela de la historieta de sus inicios consigue trasmitir ese regocijo que, imagino, siente al plasmar sus historias y que contagia a quien las lee.