9 libros para disfrutarlos si ya has cumplido los 40

La señora March, de Virginia Feito (Lumen)

La última novela de George March es un gran éxito, y nadie se enorgullece tanto de ello como su devota esposa, la señora March, que lleva una vida exquisitamente ordenada en el Upper East Side. Una mañana cualquiera, mientras se dispone a comprar el pan de aceitunas en su pastelería favorita, la dependienta insinúa que la protagonista del nuevo libro de George parece inspirada en ella. Este comentario casual le arrebata la certeza de saberlo todo sobre su marido —y sobre ella misma—. Así empieza un viaje alucinado y alucinante que puede desvelar un asesinato y secretos sepultados durante demasiado tiempo.

«Una novela que da mucho miedo, pero que también destila mucho humor, humor negro, claro está. Magistral, poderosa y aterradora, de lectura compulsiva, escrita con una prosa ágil y fresca y un perfecto dominio de la estructura narrativa, del ritmo y de cómo mezclando cotidianeidad y humor también surge el horror y el miedo».

La señora March, de Virginia Feito

Maldad, de Leticia Sierra (Ediciones B)

Tras su alabado debut con Animal, Leticia Sierra nos acerca de nuevo al abismo del alma humana y nos obliga a mirar aquello que nadie quiere ver. En esta descarnada novela, la autora nos plantea si la infancia es un juego tan inocente como pensamos y nos empuja hacia una pregunta incómoda: ¿a qué edad nace en nosotros la maldad? 

«Elsa se lo ha buscado. Ahora, tirada en el suelo, ya no provoca. Ya no sonríe». 

Una chica de trece años aparece muerta en un descampado de Oviedo con la cara brutalmente desfigurada y el cuerpo destrozado. Elsa, la joven víctima, era alumna de en un instituto de la zona y los asignados a la investigación, en el diario regional y en la policía, son la periodista Olivia Marassa y el inspector Agustín Castro.

«Nota un ronroneo en el vientre, un cosquilleo que sabe que se convertirá en algo más cuando acabe con ella». 

Cuando la noticia sale a la luz, ambos llevan varios días fuera y Olivia parece llegar tarde a las exclusivas. Pero ella ya ha demostrado antes que no se rinde fácilmente y que tiene un olfato especial para las mentiras y los casos más truculentos. Pronto empieza a investigar por su cuenta y descubre que la víctima tenía muchos secretos y enemigos. Alumnos menores y mayores que ella, así como profesores, la temían por su conducta abusiva y violenta…

 

Maldad, de Leticia Sierra

Una educación, de Tara Westover (Lumen)


Nacida en las montañas de Idaho, Tara Westover ha crecido en armonía con una naturaleza grandiosa y doblegada a las leyes que establecesu padre, un mormón fundamentalista convencido de que el final del mundo es inminente. Ni Tara ni sus hermanos van a la escuela o acuden al médico cuando enferman. Todos trabajan con el padre, y su madre es curandera y única partera de la zona.

Tara tiene un talento: el canto, y una obsesión: saber. Pone por primera vez los pies en un aula a los diecisiete años: no sabe que ha habido dos guerras mundiales, pero tampoco la fecha exacta de su nacimiento (no tiene documentos). Pronto descubre que la educación es la única vía para huir de su hogar. A pesar de empezar de cero, reúne las fuerzas necesarias para preparar el examende ingreso a la universidad, cruzar el océano y graduarse en Cambridge, aunque para ello deba romper los lazos con su familia.

 

Una educación, de Tara Westover

Mira a esa chica, de Cristina Araújo Gámir (Tusquets)

Una chica sentada en un banco. El día despunta y los estragos de la fiesta de ayer aún se palpan en el ambiente. El tránsito de los que van a trabajar se mezcla con el de los que vuelven a casa arrastrando la borrachera bajo los portales. De camino hacia la parada del autobús, Tallie se detiene de golpe en el bulevar. Le ha parecido reconocer a su amiga Miriam sentada en el banco con el pelo revuelto y la cara desfigurada por ríos de rímel. Solo unos días antes, los jóvenes apuraban las vacaciones en la piscina, felices y despreocupados. Y, aunque le cueste reconocerlo, Miriam sigue colgada de Jordan, pero la frustración de haber sido siempre la chica invisible, y más ahora que a él le gusta Paola, lo va a complicar todo mucho. Mira a esa chica es la historia de Miriam, de su grupo de amigos y de cómo, a veces, durante la adolescencia podemos encontrarnos con situaciones para las que nadie nos prepara. Porque… ¿se puede preparar a alguien para lo peor?

Mira a esa chica, de Cristina Araújo

Los abrazos oscuros, de Julia Montejo (Lumen)

Aunque queramos encerrarlo bajo llave, el pasado siempre vuelve y se cobra su precio.

Julia Montejo nos sorprende con una novela donde el deseo, la intriga y el suspense se instalan en la vida de una mujer felizmente casada.

Vista desde la media distancia, mientras camina por las calles de Madrid o desayuna en la cocina de su casa, Virginia parece una mujer confortablemente asentada en una vida que ella misma eligió después de años de aventuras: ahora tiene a Alex, un marido estupendo, dos hijas pequeñas que la adoran y un proyecto profesional que llena sus días.

Hace falta acercarse un poco más para descubrir en su mirada un hambre extraña, que no se sacia con besos y caricias al uso. Daniel, un hombre que lo esconde casi todo detrás de unas gafas de concha y un traje de corte impecable, intuye que las ganas de Virginia vienen de lejos, y desde la misma noche en que se encuentran sabrá cómo domarlas. Sus métodos quizá parezcan insólitos, pero las cartas están en la mesa y el juego nos llevará lejos, hasta la infancia de Virginia en una ciudad del norte, en un barrio obrero donde las casas parecen cárceles y quien huye siempre paga un precio.

¿Valió la pena marcharse, olvidar quienes fuimos, traicionar los recuerdos para salvar solo aquellos pedazos de vida que muestran lo mejor de nosotros? Esas son las preguntas que recorren las páginas de Los abrazos oscuros de Julia Montejo, una novela que arranca en la piel de Virginia y hurga en la memoria de todos.

«Vamos porla vida oyendo mal, viendo mal e interpretando mal para dar sentido a la historia que nos contamos.»

Los abrazos oscuros, de Julia Montejo

Casas Vacías, de Brenda Navarro (Sexto Piso)

Hay aquí dos voces de dos mujeres, madres ambas de un vacío. La primera pierde a su hijo en el parque, la segunda se lo lleva a casa para criarlo a su manera. Dos formas dolorosas y diferentes de vivir la maternidad de modo poco convencional. Dos contextos socioeconómicos a los que la narradora nos traslada dentro de un intimismo colmado de sacudidas viscerales y abundancia de momentos reflexivos, rozando la línea entre la locura y la cordura, momentos de ausencias masculinas físicas y emocionales. También he encontrado en Casas vacías una novela política con variados temas abiertos para el debate. Pero lo mejor que he sentido mientras la leía es que me hablaba una voz nueva, apasionada por contar; esa segunda voz protagonista, con su incontinencia mental y verbal, es magnífica. Por eso, y por el desenlace de la historia, que hace pensar en una novelista que pasaremos a esperar en nuestras estanterías, no queremos dejar en el despiste a Casas vacías ni a su autora, la mexicana Brenda Navarro, a pesar del paréntesis que ha supuesto el cierre temporal de la librería. Es un lujo que pase a ser un intemporal en nuestros “altares” libreros. La historia resulta prometedora desde la estupenda cubierta de Riki Blanco, y después el estupendo estilo de Brenda Navarro cumple la promesa muy de largo. Lean las ciento sesenta páginas de complicidad y supervivencia que escribe Brenda Navarro y consulten a sus librerías de cabecera por qué otras lecturas pueden continuar. Esther GómezMoito Conto (La Coruña)

Casas Vacías, de Brenda Navarro

Historia de una mujer soltera, de Chiyo Uno (Lumen)

En 1992, la ya anciana Chiyo Uno publicó la historia de Kazúe, una muchacha que, tras protagonizar una indiscreción amorosa, acaba escapando de su hogar. La narradora la sigue hasta Tokio, describe su vida hasta pasados los treinta y cinco años y se pregunta, en una suerte de hipnótico vaivén, las razones por las que Kazúe obró, decidió y sintió. El efecto es de una fuerza sorprendente y las frases cortas, sincopadas y estrictas parecen intentos de respuesta, siempre provisionales, a esa incesante inquisición.

Erotismo frío, pasión lúcida y un estilo condensado y misterioso se aúnan en Historia de una mujer soltera, que pertenece a una categoría específica de los géneros narrativos japoneses, la watakushi-shosetsu o «novela del yo», forma de relato que combina la autobiografía y la ficción. Una obra excepcional por la autora que desafió las convenciones de su época, ganadora del Japan Art Academy Prize, el Premio de Literatura Femenina y el Noma Literary Prize, nombrada Persona de Mérito Cultural por el emperador y considerada «una de las principales escritoras de Japón» (The New York Times).

Historia de una mujer soltera, de Chiyo Uno

La desaparición, de Julia Phillips (Sexto Piso)

Una apacible tarde de agosto, Aliona y Sofia, hermanas de once y ocho años, juegan a orillas del mar. Cuando emprenden el camino de regreso a casa, un extraño se ofrece a llevarlas en su coche. Ellas, confiadas ante la amabilidad del desconocido, aceptan. Las niñas solo se alarman al ver que dejan atrás el desvío que debían haber tomado. Cuando Aliona saca su móvil y el hombre se lo arrebata de las manos, las hermanas comprenden que están en peligro. La pesadilla acaba de comenzar. Así arranca La desaparición, como un noir que transcurre a lo largo de un año en la gélida y remota región de Kamchat­ka, aunque muy pronto se revela como mucho más. Sin duda hay un misterio que resolver: ¿qué incierto destino aguarda a las hermanas Golosóvskaia? Pero, ante todo, la novela –estructurada en trece capítulos que se centran en otros tantos personajes femeninos, todos ellos conectados por el secuestro de las niñas– plasma con maestría el impacto que el terrible suceso tendrá en la vida de las mujeres de Kamchatka y saca a relucir las distintas formas de violencia que padecen. Víctimas de la inestabilidad y el desam­paro, sienten que la tierra sobre la que caminan podría desaparecer en cualquier momento, y se preguntan qué será lo próximo que la vida les arrebate. Considerada por la crítica estadounidense una de las irrupciones literarias más relevantes de los últimos tiempos, Julia Phillips ha escrito una impactante novela que, gracias a su estilo absorbente, sobrio y poético, y a una enorme empatía hacia sus personajes, se erige como una hipnótica historia de historias en la que convergen el suspense, la más acuciante denuncia y la deriva existencial.

La desaparición, de Julia Phillips

La decisión, de Viola Ardone (Seix Barral)

En la Sicilia de los años sesenta las mujeres siguen oprimidas por la familia, la tradición e incluso la ley. No importan los ardides que un hombre herido utilice: una mujer debe someterse a él. En esas circunstancias, y aun a riesgo de enfrentarse a todo el pueblo y pagar un alto precio por ello, la joven Oliva inicia una revolución silenciosa para conquistar su derecho a tomar libremente la más difícil de las decisiones: qué hacer con el resto de su vida.
  La decisión se inspira en un caso real impactante y en las vivencias de todas aquellas mujeres que eran forzadas a casarse con sus agresores. Pero es una historia que trasciende poderosamente la época y el escenario que la acogen, que se pregunta qué empuja a una persona a emprender batallas más grandes que una misma y que demuestra que a veces un gesto anónimo es capaz de iniciar algo extraordinario.
  En esta novela, con la que demuestra «un increíble talento» (Elle), Viola Ardone bebe del pasado para encontrar las raíces de un presente en el que la justicia, la culpa o el honor siguen marcando nuestras vidas. La sensibilidad y maestría de Ardone se ponen al servicio de los personajes olvidados de la historia, en una obra convertida en «un grito de libertad» (Marie Claire) que no destila dramatismo sino una radiante esperanza.

La decisión, de Viola Ardone

La memoria del alambre, de Bárbara Blasco (Tusquets)

¿Qué sucede cuando la madre de la que fue tu mejor amiga reaparece al cabo de veinticinco años para preguntarte qué llevaba su hija en un bolsillo de la chaqueta el día que la atropelló un tren? Es lo que le ocurre a la narradora de esta profunda y trepidante historia. Y a partir de ese enigmático y doloroso primer email, empieza a hurgar en la memoria para recuperar a la adolescente que fue, a la pareja de amigas que formaba junto a Carla, dos jóvenes intrépidas que querían vivir muy rápido. Recuerda entonces el liceo en el que estudiaban, y sus incursiones en los billares y las discotecas de una Valencia de finales de los años ochenta. Una época en que la música todavía importaba, y los paisajes sonoros eran el más potente conductor de emociones, el último hábitat de la adolescencia. Al hilo de la conversación con la madre de su amiga, la narradora reconstruye su propia memoria hasta llegar a la ruta del bakalao, donde la muerte de la melodía coincide con la de la propia inocencia.

La memoria del alambre, de Bárbara Blasco