De un tiempo a esta parte estoy muy concienciado con lo que significan para la sociedad los miembros de la denominada «tercera edad». Viendo que en otras culturas son venerados y respetados por su experiencia y sabiduría, en occidente, no se les reconoce, la mayoría de las veces, esa valía.
Esto es muy triste, y mucha gente ha sido consciente de esto a partir de que una pandemia los haya situado en el punto de mira. Desgraciadamente en su mayoría por la perdida de un gran número de vidas situadas en esa franja de edad, ya sea por la vulnerabilidad de su estado de salud, como por no haber recibido los cuidados que merecían. También debemos agradecerles que gracias a sus pensiones —siempre exiguas— han podido subsistir muchas familias que se vieron afectadas por las distintas crisis económicas que sufrimos tan seguidas en estas últimas décadas.
No siempre los tratamos como merecen y olvidamos que, con suerte, la mayoría llegaremos a pertenecer a ese sector —desgraciado de aquellos que no lo hagan—, considerándolos no pocas veces no más que estorbos. Quizás por todo esto, me llamó la atención del bonito título de esta novela: La verdad de los olvidados.
Podemos decir que su autor, José Pastor Gassó, es un Graduado Social experto en Recursos humanos con amplio curriculum y experiencia en el sector. Ha usado su experiencia como asesor laboral del Sector Solidario de Residencias para la Tercera Edad y la ha volcado en la escritura.
Esta novela es ya el cuarto libro que publica. Si en Una mala selección ya explotaba sus conocimientos dentro de los RR.HH., en la siguiente coqueteaba con otro de los temas que domina, como puede ser la empatía y experiencia con personas ancianas. Y esta vez unifica ambos temas en esta emotiva novela de misterio.
En ella nos narra como Gaspar Cortés, que regenta la tienda de ultramarinos de sus padres, ve como las emergentes grandes superficies —nos sitúa a finales de la década de los setenta— están ganándole terreno a las tradicionales tiendas de barrio. Viéndose obligado a venderla para así poder financiar el internamiento de sus seniles padres en una residencia. Una vez allí, el sentimiento de culpa no lo abandona, y decide hacerse voluntario en la propia residencia para así poder vigilar de cerca el bienestar de sus progenitores.
En la residencia conocerá al resto de voluntarios, entre lo que se encuentra Gabino, un guardia civil retirado que lo hará partícipe de sus sospechas sobre las muertes de ancianos, las cuales él cree que no han sido tan naturales como rezan sus certificados de defunción. Ambos se embarcaran en la investigación de dichas muertes, para así confirmar sus sospechas.
ExLibric nos ofrece esta novela amable de doscientas noventa páginas, en rústica con una bonita fotografía en la portada donde nos muestra las manos de esos, desgraciadamente, olvidados a los que alude el título. A través de ella, el autor nos va descubriendo muchos matices. Donde sus personajes están muy trabajados, siendo muy patente la evolución de cada uno de ellos, en especial Gaspar, el protagonista, cuya introvertida personalidad se va abriendo a medida que la investigación avanza, dándole así nuevas motivaciones en su día a día en una vida que le resultaba tan aburrida como insulsa. También vamos descubriendo al resto de personajes a través de algún flashback en el que nos pone al día y así ir descubriendo los vínculos que los unen.
Una novela en la que los crímenes son el telón de fondo, y que el verdadero mensaje trata de hacernos conscientes de nuestra propia levedad. Que los jóvenes de hoy serán los ancianos de mañana, por lo que debemos enfatizar nuestra empatía, cambiando nuestra visión hacia las personas mayores.