1. ‘Sinuhé el egipcio’ – Mika Waltari
Una de las novelas más célebres del siglo XX.
Sinuhé, el egipcio nos introduce en el fascinante y lejano mundo del Egipto de los faraones.
En el ocaso de su vida, el protagonista de este relato confiesa: «Porque yo, Sinuhé, soy un hombre y como tal he vivido en todos los que han existido antes que yo, y viviré en todos los que existan después de mí. Viviré en las risas y en las lágrimas de los hombres, en su bondad y su maldad, en su debilidad y su fuerza.»
Sinuhé, el egipcio nos introduce en el fascinante y lejano mundo del Egipto de los faraones, los reinos sirios, la Babilonia decadente, la Creta anterior a la Hélade… es decir, todo el mundo conocido catorce siglos antes de Cristo. Sobre este mapa dibuja Sinuhé la línea errante de sus viajes; y aunque la vida no sea generosa con él, en su corazón vive inextinguible la confianza en la bondad de los hombres.
2.- .‘Los pilares de la Tierra’, de Ken Follet
Los pilares de la Tierra es la obra maestra de Ken Follett y constituye una excepcional evocación de una época de violentas pasiones.
El gran maestro de la narrativa de acción y suspense nos transporta a la Edad Media, a un fascinante mundo de reyes, damas, caballeros, pugnas feudales, castillos y ciudades amuralladas. El amor y la muerte se entrecruzan vibrantemente en este magistral tapiz cuyo centro es la construcción de una catedral gótica. La historia se inicia con el ahorcamiento público de un inocente y finaliza con la humillación de un rey.
3.- ‘El clan del oso cavernario’ – Jean M. Auel
Un terremoto, en la última fase de la Era Glacial, deja a la pequeña Ayla, una niña cromañón de cinco años, huérfana y sola. Afortunadamente encuentra refugio entre los miembros del clan, un grupo de neandertales.
4. ‘Creación’ – Gore Vidal
Buda, Confucio, Herodoto, Anaxágoras, Sócrates y Pericles son algunos de los personajes con los que el narrador de esta historia, Ciro Espitama, se cruza y debate en esta vívida evocación de un período brillante de la historia antigua. Probablemente con esta obra nación un nuevo modo de abordar la novela histórica que, más que narrar acontecimientos, lo que hace es reflejar un momento cultural, filosófico y religioso de nuestro pasado.
5. ‘Yo, Claudio’ – Robert Graves
En el díptico que integran “Yo, Claudio” y “Claudio el dios y su esposa Mesalina”, la amplitud y la profundidad de los conocimientos sobre la Antigüedad clásica de Robert Graves (1895-1985) se conjugan con una prosa que da aliento una poderosa y viva imaginación capaz de reconstruir toda la grandeza y miseria de la Roma imperial. Primer volumen de la supuesta “autobiografía” de este singular emperador, destinado a serlo contra sus propias inclinaciones, las intrigas, la depravación, las sangrientas purgas y la crueldad de los reinados de Augusto y Tiberio, que culminaron en la locura de la etapa de Calígula, sirven de marco histórico a la trama de la novela.
6. ‘Memorias de Adriano’ – Marguerite Yourcenar
Alabada unánimemente por la crítica como una de las obras más singulares, bellas u profundas de la literatura del siglo XX y considerada a menudo la primera novela posmoderna, Memorias de Adriano marcó un hito en el género de la narrativa histórica y descubrió al mundo una auténtica maestra del arte narrativo. La espléndida traducción de Julio Cortázar ha contribuido a atraer constantemente a nuevos lectores interesados en el emperador del siglo II, “casi un sabio”, que fue tal vez uno de los últimos espíritus libres de la Antigüedad.
7. ‘El puente de Alcántara’ – Frank Baer
Los destinos cruzados de tres personajes cada uno de ellos pertenecientes a una de las tres grandes religiones que convivían por entonces en España se perfilan sobre un fondo histórico que constituye un vivo retrato de la Andalucía del siglo XI. Una de las mejores novelas históricas de todos los tiempos, y uno de los éxitos más imperecederos de esta colección.
8.- El país de la Canela de William Ospina
«Fue en las terrazas saqueadas del Quzco donde Gonzalo Pizarro oyó por primera vez hablar del País de la Canelea. Él tenía como todos la esperanza de que hubiera canela en el Nuevo Mundo, y cuando oudo dio a probar a los indios bebidas con canela, para ver si la reconocían. […] Sé que los indios no pudieron haberle descrito todo con exactitud, porque las dificultades de comunicación eran muchas, pero Pizarro adivinó las arboledas rojas de árboles leñosos y perfumados, un país entero con toda la canela del mundo, la comarca más rica que alguien pudiera imaginar.»
Un grupo de hombres, guiados al principio por Gonzalo Pizarro y después por Francisco de Orellana, emprende una expedición en busca de un soñado bosque de canela. Bajo su mando, los doscientos españoles , los cuatro mil indios y los dos mil perros de presa, llamas y cerdos que forman parte de la expedición encontrarán increíbles parajes, seres nunca vistos y el más caudaloso de los descubrimientos: el río Amazonas.
9. ‘El nombre de la rosa’ – Umberto Eco
Valiéndose de las características de la novela gótica, la crónica medieval y la novela policíaca, El nombre de la rosa narra las investigaciones detectivescas que realiza el fraile franciscano Guillermo de Baskerville para esclarecer los crímenes cometidos en una abadía benedictina en el año 1327. Le ayudará en su labor el novicio Adso, un joven que se enfrenta por primera vez a las realidades de la vida situadas más allá de las puertas del convento.
En esta primera y brillante incursión de Umberto Eco en el mundo de la narrativa, que dio lugar a una manera de concebir la novela histórica, el lector disfrutará de una trama apasionante y una admirable reconstrucción de una época especialmente conflictiva de la historia de Occidente.
10. ‘El hereje’ – Miguel Delibes
“El hereje” (1998) es la última novela que escribió Miguel Delibes (1920-2010), sin duda uno de los más importantes y populares escritores españoles del último siglo. La novela, ambientada en el siglo XVI en Valladolid, tuvo un éxito sin precedentes y mereció el Premio Nacional de Literatura, entre otros reconocimientos. Se ha dicho que esta obra sintetiza mejor que ninguna otra las preocupaciones de Delibes: el mundo de la infancia, la realidad de los más desvalidos, la inquietud del cristiano posconciliar, la rectitud personal, la soledad del individuo en medio de los convencionalismos, la muerte como perspectiva inevitable. La obra ha sido leída como una defensa de la memoria histórica y un admirable canto en favor de la cultura representada en la difusión bibliográfica de las ideas. Como afirmó el propio Delibes, “El hereje” “representa un alegato a la libertad y, sobre todo, a la libertad de pensamiento, que es la primera y más eminente de todas las libertades. Una denuncia contra la intolerancia entre hermanos, tan de actualidad, en estos momentos en que el racismo, la xenofobia y los nacionalismos radicales son habitual portada informativa”.