Brautigan otra vez. Brautigan una y mil veces más. No me canso de leer a este gran personaje de la literatura, como no cesaré en mi empeño de que todo el mundo ponga a este maravilloso ser en su vida, al menos por una vez. Cuando leí por primera vez La pesca de la trucha en América (BlackieBooks, 2010) no sabía que me estaba adentrando en un mundo distinto, la contraculturahippie hecha carne que habitó entre nosotros. LEER MÁS
En azúcar de sandía es otro libro distinto. No sabemos de dónde viene ni a dónde se dirige, pero transcurre con delicadeza por unos parajes que imaginamos tranquilos y salvajes. El sitio donde nunca pasa nada, donde todos querríamos habitar con la paz que da el control del tiempo. Un pueblo llamado yoMUERTE, enclavado entre bosques y colinas, donde viven en la utopía de autoabastecimiento y el trueque, que huele a comida y a azúcar de sandía, porque todo está hecho con azúcar de sandía.
A partir de aquí la crítica al país que le tocó habitar, el paraíso de libertades y contrarrevoluciones que supuso la América de los 60, la mejor cosecha literaria y musical de la historia. El libro puede leerse por derecho, del revés o saltando entre los breves relatos de su existencia en yoMUERTE, porque sacaremos enseñanzas de todos lados, del todo y de sus partes.
RichardBrautigan (Tacoma, 1935 – Bolinas, 1984) nos tiene mal acostumbrados a su prosa llena de poesía. Su cándida mirada del mundo nos transmite inseguridad, porque no sabemos si él es el que está loco (clínicamente lo estuvo) o somos el resto los que no hemos sabido comprender la naturaleza del hombre. Puede que sean sus gafas la que transforman su visión en cercanía y sencillez. No por tener más uno es más libre, parece decirnos. Él solo tenía un sombrero y una máquina de escribir.
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