Wendy Guerra es una narradora excepcional que no renuncia a la lírica del lenguaje para acercarnos a una historia a caballo entre la fabulación y la biografía apasionada sobre la autora. El momento elegido en la vida de Nin es esencial, no sólo por esa vinculación geográfica con la Cuba de ambas autoras, sino porque se desvela como una etapa iniciática y vital para la Anaïs Nin que todos recuerdan por su impresionante diario personal, sus novelas vanguardistas y eróticas y su atípica figura. LEER MÁS
Se trata de una novela valiente, cuidada, querida. La implicación de Wendy Guerra es total, propiciada quizás en parte por los paralelismos conocidos entre las dos autoras: su procedencia, su sensibilidad, su lenguaje poético, su sensualidad, la fidelidad al diario personal…
Como no podía ser menos tratándose de glosar la figura de Nin, el libro rezuma una sensualidad latente. El despertar hacia el sexo en la etapa de juventud, además de envuelto en el caluroso, ritual y tórrido emplazamiento cubano, está narrado de forma delicada, sutil, sedosa, en lo que parece un impoluto ejercicio de estilo.
La etapa de la vida de Nin que abarca la novela es muy corta, apenas los meses de su visita en la isla, hasta su matrimonio con el banquero Hugh Guiler. Un recorrido breve, pero intenso, plagado de lírica narrativa. Más abrupto es el intento final de contar algunos aspectos previos de la genealogía familiar, u otros posteriores de la vida de Nin: su relación con Henry Miller, la turbia relación incestuosa con su padre y su matrimonio simultáneo al de Hugo con el americano Rupert Pole.
Acabo con una frase definitoria del estilo de Nin, y de lo que podemos encontrar en esta bella novela: “(…) la realidad, por muy profunda que sea, es solamente una arista de lo que vemos. Todo lo que escribo simboliza lo que siento, si así no fuera, entonces la escritura no sería arte, más bien un espejo exacto de esta charla que sostenemos”.
Daniel Vega