Rumanía fue de los últimos países en caer de la hegemonía soviética. El dictador Ceausescu, que en un principio recibió el beneplácito de la política occidental por la su desvinculación de la URSS, creó una política de prohibición de todo culto religioso y opinión política opuesta a la imperada por él. Con su rápida industrialización, quiso acabar con la deuda externa en poco tiempo. Lo consiguió, pero sus ciudadanos pagaron las consecuencias. Tuvieron que prescindir de productos básicos como carne, leche, huevos, incluso agua corriente y luz eléctrica.
Fane es un chico que aún está en el instituto en el año 1988, días cercanos al crepúsculo del comunismo rumano. Sufriendo las carencias de un régimen autoritario, solo consigue evadirse de la dura realidad a través de la música, en concreto música rock, una música maldita a la que solo se tiene acceso por subterfugios, ya que la censura no permite la difusión pública de la decadente música no nacional. Acude a los ensayos de una banda y entabla amistad con Paul, un estudiante de Filosofía que ha sustituido por un día al chico que toca la batería con el grupo. Paul, cuya meta es que lo expulsen de la Facultad de Filosofía para poder cumplir así su sueño de poder tocar en un grupo de forma profesional se convertirá en mentor del joven Fane, el cual acabará comprando una guitarra eléctrica. Ambos ensayan en un viejo almacén donde Paul trabaja de guarda. A ellos se unirá Oksana, una camarera de veinte años, que irá ordenando y amueblando un pequeño rincón del almacén, mientras ellos tocan sus instrumentos. Sin querer han construido un refugio donde se encuentran a salvo del mundo que los rodea. Un rinconcito que en Nochebuena Oksana bautizará como “La madriguera dorada”.
A través de los jóvenes ojos de Fane vamos descubriendo la realidad de una Rumania donde las carencias hacen cada día más difícil la supervivencia y disfrutar de una comida diaria es un lujo que muy pocos pueden permitirse. El culto al dictador protagoniza el día a día de sus gentes, y cualquier crítica u opinión adversa a su régimen es castigado con la prisión en el mejor de los casos; en cómo cada día va ganando presión esa olla que tarde o temprano terminará estallando. Jóvenes que no ven futuro dentro de las fronteras que los vieron nacer, y tienen que arriesgar sus vidas si quieren tener un futuro. Todo esto nos lo muestra Partenuie gracias a su pluma, que nos lo narra como telón de fondo mientras nos hace espectadores de la esperanza e ilusión de ese estudiante de filosofía que no ve otra forma de cumplir su sueño sin ofender a un sistema susceptible con oídos en todas partes, pero sin que el castigo sea más excesivo que la expulsión de la facultad. Mientras, Fane es un mero espectador que también ejerce de narrador en esta cruda historia que ameniza, como a sus personajes, el bálsamo que es la música, tanto la que oyen como la que ellos mismos tocan.
Impedimenta nos acerca esta humilde y sencilla, en apariencia, novela donde a ojos de su joven protagonista vivimos el día a día de unos jóvenes en la Rumanía previa a la caída del Muro de Berlín, cuya única válvula de escape es la música. Vamos viendo como Fane da el salto de adolescente a adulto contado por el mismo en una emotiva carta que es esta novela. No sabemos a quién irá dirigida esta misiva, pero parece ser que su emisor quiere recalcar lo importantes que fueron esos momentos. Una exquisita novela no carente de ritmo, de apenas ciento ochenta páginas que nos hará conscientes del dolor y la dura subsistencia en países relativamente cercanos y que apenas conocemos su realidad debido a los prejuicios que nos obstaculiza el poder descubrirla.
Una historia de personajes entrañables que nos muestra como la ambición de unos pocos termina provocando el malvivir de millones; de lo injusto de sistemas dictatoriales que se esconden en ideologías utópicas, mostrando como los extremos se dan la mano y que independientemente de la denominación que se les dé no son más que las dos caras de la misma moneda que solo busca el enriquecimiento tanto monetario como megalómano a costa del dolor y sufrimiento del más débil. Pero que como siempre, las pequeñas cosas son las que terminan avivando la esperanza.