Cuando pensamos en escritores de ciencia ficción nos vienen a la mente diversos nombres. Pero cuando pensamos en escritoras dentro del género, desgraciadamente no se nos ocurren tantos. Lo que es seguro es que acudirá a nuestra mente Ursula Kroeber Le Guin. Conocida sobre todo por su novela “La mano izquierda de la oscuridad” y su serie fantástica “Cuentos de Terramar”—estos quizás más conocidos gracias a la adaptación de la mano de Goro Miyazaki, hijo del famoso Hayao—. Galardonada infinidad de veces con los premios más importantes dentro del género fantástico y la ciencia ficción, nada menos que ocho Premios Hugo, seis Nébula y veinticuatro Locus, casi nada.
Aparte de sus novelas, Ursula fue una escritora muy prolífica, dejándonos un legado no solo de corte fantástico, también se atrevió con la poesía, libros infantiles, ensayos y multitud de relatos cortos.
Uno de esos relatos que más ha trascendido ha sido “Quienes se marchan de Omelas”. Este cuento fue escrito por Le Guin en 1973, y le proporcionó uno de sus premios Hugo. Publicado originalmente en una antología de ciencia ficción titulada “New Diemnsions 3”.
Este cuento se caracteriza por componerse de una narrativa poco detallista, como si su autora solo quisiese darnos pequeñas pinceladas tanto del contexto como de la propia historia, consiguiendo con ello despertar aun más nuestro interés. Nos narra como se celebra una especie de festival estival, donde todo el mundo parece ser feliz. Nos describe por encima como esto se desarrolla en una población donde no existe la tristeza ni las miserias humana, y donde sus habitantes parecen vivir en la concordia más absoluta. Desvelándonos a continuación que esta felicidad tiene un precio. El cautiverio de un inocente. Ese alma inocente ha de vivir una reclusión desdichada para que el resto pueda experimentar la felicidad perpetua. No sé porqué, pero a mi mente acudió la serie de 2018 creada por J.J. Abrams y Stephen King, inspirada en el universo de las novelas de este último. Quizás estos creadores se inspiraron en “Quienes se marchan de Omelas” para su primera temporada.
La obra de Ursula K. Le Guin se caracteriza por analizar sistemas políticos y sociales igualitarios, así como el género y la sexualidad —en “La mano izquierda de la oscuridad” tenemos el ejemplo más claro: los habitantes de un planeta cambian de sexo una vez al mes—, y como no, la moralidad. Esto último reflejado en este relato corto. Aquí se nos plantea si la felicidad de la mayoría debe estar sujeta al sufrimiento de un individuo, proporcionándonos esta duda moral a través de su metáfora, nos hace pensar y ser conscientes de que tal vez Omelas no es tan ficticio ni lejano como pudiera parecer.
Nørdica es una de las editoriales que más me alegra haber descubierto. Sus catálogo es impresionante, y sus libros ilustrados en particular, son una maravilla. A las palabras de Ursula las acompañan las ilustraciones de Eva Vázquez. Arquitecta e ilustradora con una larga experiencia a sus espaldas en medios como El País o el NY Times. Y es que sus ilustraciones encajan a la perfección dentro de este bonito libro de tapas duras. A través de sus ilustraciones, que como el texto, no llega a desvelarnos demasiado, y es que sin la necesidad de ser detallista es increíble como trasmiten sus dibujos cargados de colores cálidos que paradójicamente nos traslada esa tristeza y desolación que podemos encontrar al leer entre líneas este sencillo y revelador cuento.
Ursula K. Le Guin nos demuestra a través de su obra cómo después de tantos años, desgraciadamente, siguen estando de actualidad los temas que trataba en sus escritos. Un relato corto que a pesar de llevar creado casi cincuenta años, sigue estando vigente, cumpliendo el cometido con el que fue pergeñado, hacernos pensar. Pero no por ello tenemos que dejar de disfrutar de esta maravilla hecha libro, en el cual esa simbiosis con el trabajo de Eva Vázquez resulta perfecta, dando como resultado uno de esos bonitos libros que expondremos en la parte más visible de nuestra estantería, un bonito libro que esconde tanta verdad.