Pocas actividades hay tan estimulantes como pasear por el campo y descubrir un gran hormiguero. Observar a estos pequeños seres durante un buen rato nos premia con una gran lección de historia natural, cómo estos insectos han evolucionado hasta convertirse en una de las especies dominantes de nuestro planeta gracias a la perfecta organización social en la que cada individuo asume su papel para que la colonia prospere. Esas largas filas de hormigas forrajeando alimento mientras son vigiladas por sus propios soldados son la mejor traducción a imágenes del viejo dicho que asegura que “la unión hace la fuerza”.
Desde muy joven Edward O. Wilson, uno de los biólogos más prestigiosos del mundo – fallecido por desgracia el año pasado – se sintió fascinado por el mundo de las hormigas, hasta el punto de que dedicó buena parte de su larga vida a estudiarlas. En este sentido, Historias del mundo de las hormigas funciona a dos niveles: como ensayo divulgativo y como autobiografía intelectual del propio Wilson. Su estudio precoz de estos insectos se vio favorecido por los frecuentes cambios de domicilio que tuvo que afrontar en la infancia y adolescencia, lo que le llevó a ir acercándose e los diversos tipos de hormigas que pueden encontrarse en cada territorio e incluso a descubrir especies nuevas e invasoras. Porque si algo caracteriza al mundo de los hormigas es la gran variedad de especies y comportamientos de las mismas:
“Utilizando estrategias de organización social que a veces van más allá de lo que podríamos imaginar, hay hormigas que caminan bajo el agua para recoger los cuerpos de insectos ahogados; formas arbóreas que planean gracias a la protuberancias de su cuero, como ardillas voladoras que van de rama en rama en el dosel del bosque; cazadoras con mandíbulas que se cierran de golpe con el movimiento más rápido registrado en un animal; buscadoras de alimento en la pluviselva que encuentran su camino a casa memorizando los patrones del dosel que se halla sobre ellas; colonias que esclavizan a las hormigas que han capturado de otras colonias; soldados suicidas que hacen explotar sus propios cuerpos mediante violentas contracciones abdominales; (…) colonias que se unen para formar supercolonias que se extienden decenas de kilómetros; especies jardineras que viven del crecimiento de hongos sobre hojas masticadas… y muchas más.” (pags. 72-73)
Con un estilo sencillo y apasionado Wilson logra transmitir al lector su entusiasmo por este universo de lo pequeño que está presente prácticamente en todos los lugares de la Tierra y que normalmente nos pasa inadvertido: la evolución de sus sociedades, su variedad, las guerras entre hormigueros – conflictos que a veces pueden implicar a cientos de miles de insectos – y su relación con el hombre, pues hay ciertas regiones en la que la presencia de ciertas especies de hormigas puede resultar devastadora para los cultivos y e incluso el sosiego de la existencia humana. La edición de editorial Crítica es muy estimulante, como nos tiene acostumbrados, pero en esta ocasión el diseño del libro es especialmente llamativo, con esas hormigas que recorren toda la portada y contraportada del mismo.