Primera lectura del año y creo que ha sido un error haberla escogido. Ha dejado el listón tan alto, que será muy difícil de superar por lecturas venideras.
Todo buen aficionado a la novela negra tiene la obligación de conocer la obra de César Pérez Gellida, sino para eso estamos aquí, para solucionarlo. A pesar de que “Astillas en la piel” es ya su duodécima novela. Tampoco vamos a decir que César sea el mejor escritor de novela negra dentro de nuestras fronteras, puesto que tenemos la suerte de tener muy buenos autores de género, pero se puede afirmar con total certeza que se encontraría entre los cinco primeros en la lista de los mejores tanto dentro como fuera de nuestro país. ¿Qué hace que este escritor entre en esa categoría? El gran rigor y credibilidad que procesa en sus novelas en cuanto a ciencia criminalística se refiere. Aparte de crear unas tramas tan adictivas, que una vez comenzamos cualquiera de sus novelas, somos incapaces de soltarlas hasta acabarlas, y cuando llegamos a su final, nos siguen sorprendiendo esos giros inesperados que solo el mejor es capaz de desarrollar.
Reseñar esta novela es difícil, porque te envuelve de tal forma que no quiero desvelar absolutamente nada. Que quien la lea se quede tan anonadado como yo. En su sinopsis solo se puede contar el encuentro de Álvaro, un escritor de éxito, y Mateo, crucigramista. Amigos desde la adolescencia, que han decidido encontrarse en Urueña, un pueblo de Valladolid, por un misterioso asunto que incumbe a ambos. Este encuentro será el comienzo de un macabro juego donde la sed de venganza condicionará sus vidas, en el caso de que alguno logre superar la jornada. Y es que la trama principal transcurre en unas cuantas horas, dando aún más ritmo a esta historia.
Que uno de los personajes principales tenga ese raro oficio de crucigramista no es por casualidad. Dicha profesión tendrá un papel relevante dentro de la acción, tanto que el autor juega con ello hasta el punto que cada uno de sus treinta y siete capítulos está encabezado por la definición de cada palabra que lo titula. Aquí podremos entrar en el juego y tratar de descifrar dicho término, o si no somos muy duchos en esto de resolver crucigramas, podemos hacer la trampa de ir hasta las páginas finales donde aparecen las soluciones.
Desde la primera página, César te coge de las solapas y te zarandea, te lleva adonde él quiere que vayas, no te da tregua, y cuando has llegado a esa deseada y temida última página, te quedas mirando al infinito tratando de asimilar el viaje que has realizado en esta montaña rusa. Porque Pérez Gellida es tan hábil que juega con nuestra empatía casi sin que lo advirtamos. Como cambia el rol de narrador en primera persona cuando nos traslada de la trama presente a la pretérita, donde el personaje secundario de repente se convierte en el principal, que a través de esa narración en primera persona, hace que vivamos en nuestras carnes las vivencias del protagonista, pero no solo realiza la magia en este caso, va más allá, ya que al narrarlo en presente, nos predispone a que pueda ocurrir cualquier cosa, y que ni imaginemos su desenlace. Digno heredero de la maravillosa obra de teatro de Anthony Shaffer “La huella”. Y si consigue esto con sus flashbacks, lo riza con sus flashforward, que no nos desvela ninguna sorpresa, sino todo lo contrario, contribuyen a crear más expectación si cabe en este adrenalítico thriller.
Lectura adictiva como nos tiene acostumbrado este fabuloso escritor, que no defraudará a ningún lector que haya disfrutado ya de su pluma, y para quien no tenga el placer, seguro que cuando termine de leer esta novela, se lanzará a por sus anteriores libros, porque seguro que se vuelve un fan incondicional.