El cadete -forzoso- Mohamed Moulessehoul (Kenadsa, 1955) descubrió la literatura a los nueve años: su profesor de francés era la única persona que se dirigía a él por su nombre y no por el número que tenía asignado. Fue la gran novela francesa, los personajes de la historia junto con las formas maravillosas de la poesía árabe del desierto lo que nutrió su lenguaje y lo que le permitió sobrellevar los años de la academia militar, alejado de su familia y sin acceso a los juegos y diversiones propios de su edad. Una peripecia que quedó plasmada en su libro autobiográfico El escritor, su segunda obra publicada en Alianza Editorial después de su novela Lo que sueñan los lobos.
Luego vino el ejército. Una carrera brillante de entrega y firmes convicciones. Eran los años de plomo de la guerra civil argelina entre los islamistas y el gobierno que arrancó en 1991 y se prolongó durante casi diez años. El número de víctimas se cifró en alrededor de 200.000. Su propia guerra fue el cumplimiento del deber, la acción… y las noches insomnes en que las imágenes del día perseguían al joven comandante. El horror de las masacres, pero también los vericuetos oscuros del poder, la fragilidad de los principios, ¿la corrupción?
Noches en blanco en las que apareció el bálsamo de la literatura. La lengua francesa como vehículo para narrar historias, y la sonoridad de los clásicos de la poesía árabe para hacer única su escritura con imágenes poderosas y poéticas. El comandante Mohamed Moulessehoul construyó un estilo propio e inconfundible. Tras publicar seis novelas con su propio nombre, llegó la madurez del autor, la necesidad de expresarse sin autocensura y, en consecuencia, la de ocultar su autoría: así nació Yasmina Khadra. El nombre de soltera de su esposa -que otorgó su permiso con toda la complicidad-, el misterio de una escritora argelina de fama creciente y una literatura audaz que descubría las zonas oscuras de su Argelia natal. Un homenaje a la mujer en el mundo árabe, cuando podría haber escogido un pseudónimo masculino.
Tras abandonar el ejército en el año 2000, reveló su identidad, pero mantuvo su nom de plume y ha creado personajes femeninos de extraordinaria potencia. Como Zunaira y Musarat en Las golondrinas de Kabul, la comisaria lesbiana Nora Bilal en A qué esperan los monos…, Sihem en El atentado, Sarah Ikker en La deshonra de Sarah Ikker, o Hadda en La sal de todos los olvidos, su última novela. Una novela para la que ha escogido también una mirada femenina en su retrato en la portada y que está dedicada a la memoria de la fotógrafa Ana Portnoy “quien nos ha dejado legándonos esa mirada lúcida y bella que se posa sobre las almas y sobre el mundo”. Cuando se le pregunta cómo quiere que se le llame, contesta sin ambages, “Yasmina”
La sal de todos los olvidos
Yasmina Khadra
Trad. de Wenceslao-Carlos Lozano
280 págs. – 18 €
Mientras Argelia aún vive la euforia de la independencia, el mundo de Adem se derrumba cuando su mujer lo abandona. Incapaz de superarlo, se lanza a vagabundear por los caminos al encuentro de otros náufragos de la vida: un enano en busca de la verdadera amistad, un músico ciego de profético cantar, un psiquiatra que lee a Gógol y Pushkin, veteranos marcados por la guerra, presidiaros convalecientes… Espejo cruel de una sociedad llena de esperanzas, pero de la que él se excluye sin posibilidad de redención. Hasta el día en que sus viejos demonios le dan alcance. Las novelas de Yasmina Khadra (Kenadsa, 1955) han sido traducidas en más de 45 países y llevadas al cine y al teatro. La mayor parte de sus obras están publicadas en Alianza Editorial.