Tiempos oscuros sí los son, motivos distintos los hay para tal consideración, y no solo por razón, ahora, de la devoradora pandemia. Subyacen los sempiternos, los que la labor del filósofo destapa en su especular para advertir sobre el deterioro de la moral, sobre la valoración necesaria del gozo de vivir (no lejos del sentido del placer en los estoicos) o, tal como escribe el autor: “El objetivo y el sentido de la vida es vivir bien. La buena vida consiste en convertirnos en agentes responsables en el reino de los fines y entendernos como seres vivos dotados de una capacidad moral superior y universal. Esta concepción del humano es la base de todos los procesos de Ilustración –siempre la procura del conocimiento, del desarrollo de la curiosidad como liberación- que se han desarrollado en cualquier rincón del mundo en cualquier período”
Una vez más tratándose de este animoso y especulativo filósofo de la actualidad (y un si lo es-no lo es con un cierto matiz propagandístico-liberador), su lenguaje viene avalado por un orden de las ideas y la claridad expositiva, lo que contribuye en favor de aproximarnos su discurso antes que someternos a oscuras especulaciones que indagan en excesos argumentativos redondeándose.
Los fundamentos del pensar de Gabriel son aquí manifiestos, hasta alcanzar un cierto grado de premisa para el necesario bienestar espiritual, no traicionando en ello el futuro: “Identificar patrones de pensamiento éticamente insostenibles y formular propuestas de corrección son tareas de la filosofía. Pero la filosofía no puede emprender esta labor en solitario. Necesita cooperar con las ciencias naturales, tecnológicas, biológicas, y humanas y sociales” Y continúa, humanizando deliberadamente el mensaje: “No nos hallamos ante un asunto puramente académico sino ante la cuestión, más general, de quiénes somos en tanto que seres humanos, y quiénes deseamos ser en el futuro”, y para ello reclama una cooperación profunda entre las ciencias, la política, la economía y la sociedad civil, caracterizada por la confianza mutua”
El caso es que así expuesto, por lo llano, el discurso tiene algo de invitación pastoral a la solidaridad (¿lejos del conoce-conócete a ti mismo?), pero el supuesto especulativo y arriesgado espiritualmente que dio forma al pensamiento actual no debe nunca soslayarse en cualquier historia-narración del devenir humano.
Es decir, porqué insistir en maniobrar con la soledad de las personas con imágenes recalcitrantes de sospechosas solidaridades –cuyo fundamento económico es innegable- antes que enseñarles, sencillamente, a estar solos. No existen las fórmulas universales, y eso también cuenta. Y aquí las últimas estrellas de la filosofía me temo que tienden a escorarse en la navegación ‘solvente’ del pensar. Me temo.
Digamos, asiéndonos a la materia de las tesis básicas que Gabriel propone como su nuevo realismo moral que éstas pretenden tener un fin definido y didáctico: a) Existen hechos morales que son independientes de las opiniones personales y colectivas; su existencia es objetiva. A esto lo denomina realismo moral; b) Estos hechos morales de existencia objetiva son cognoscibles, en lo esencial; es decir, dependen del pensamiento. A esto lo designa como humanismo; c) Los hechos morales de existencia objetiva son válidos en todos los tiempos en los que el ser humano ha vivido, vive y vivirá. Esto es habitual calificarlo de universalismo”
Esta especie de activismo responsable lo expone más adelante, ya queda dicho, al modo epicúreo: el objetivo y el sentido de la vida humana es vivir bien. La buena vida consiste en convertirnos en agentes responsables en el reino de los fines y entendernos como seres vivos dotados de una capacidad moral superior y universal. Y para alcanzar este fin termina su exposición “haciendo un llamamiento a participar en el proyecto de una nueva Ilustración. Después del coronavirus la sociedad no podrá seguir siendo como era. En estos momentos está más claro que nunca que la humanidad es una comunidad global con un destino compartido”
El contenido, muy abierto, del libro está organizado bajo las premisas argumentales de un preciso y genéricamente didáctico índice:
¿Qué son los valores y por qué son universales? ¿Por qué el racismo, la xenofobia y la misoginia son malos?. Progreso moral en el siglo XXI. Y concluye con un expresivo Ética para todos.
En todo ello su voluntad al respecto queda expresa de una manera tan obvia como clara: “Es NUESTRA realidad, la de todos nosotros, la que inevitablemente nos hace concebirnos como una comunidad” Y concluye: “Todo dependerá de si somos capaces de verlo y de expresar articuladamente esta idea. Por mi parte soy optimista al respecto, porque está en nuestra mano hacer lo correcto. ¿Escucharemos la voz de alarma? ¿O volveremos a caer unos sobre otros como fieras codiciosas? Depende de nosotros. El ser humano es libre”
Y que siga siéndolo por mucho tiempo: para pensar la soledad, para pensar ese incierto futuro.