Impedimenta reedita este clásico moderno estadounidense que, en su publicación original, provocó considerable escándalo, acompañado de un enorme éxito. Esta novela de protagonismo colectivo nos cuenta las vidas de ocho jóvenes recién tituladas en la elitista universidad femenina de Vassar, entre la boda y el funeral de una de ellas, el periodo 1933 y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de que ha transcurrido casi un siglo desde la época en que transcurre la acción, y casi 60 años desde su publicación, hay mucha vida y mucha actualidad en estas mujeres que salen a vivir sus vidas en el Nueva York de la Gran Depresión y el New Deal.
Son ocho mujeres jóvenes que se han graduado en una de las instituciones punteras del país y salen dispuestas a realizarse en un mundo frágil. Todas tienen su momento bajo el foco, en una novela en la que el protagonismo fluctúa de una a otra. Dottie nos muestra su iniciación sexual y Priss los desfíos de ser madre y cómo alimentar y criar al bebé. Libby quiere ser editora, pero la vida la encamina por otro lugar. La vida amorosa de Polly con un hombre casado está condicionada por el psicoanálisis y la psiquiatría. Kay, tal vez aquella cuyas peripecias ocupan un poco más de espacio, condiciona toda su vida al supuesto prestigio intelectual de su marido, Harald; pero esta fe va tornándose en algo destructivo: “Kay creía totalmente en Harald. No le cabía duda de que estaba destinado a alcanzar la fama, y que esta le llegaría antes o después en el terreno en que eligiera trabajar. Pero creer en él no era lo mismo que creerle” (p. 111). Harald, ese personaje infame y magnético que es capaz de afirmar, en un momento trágico, que “Un hombre crónicamente infiel ha de tener una esposa fiel; si no, no habría matrimonio” (p.455). Helena escribe el boletín de la clase, y de Pokey es muy memorable su mayordomo. La líder de todas ellas es Lakey, que reina sobre el grupo desde los tiempos de la Torre de Vassar, y en la novela solo aparece al comienzo y al final, pues está ausente en Europa, viviendo su vida sofisticada y cosmopolita, hasta su retorno al final del libro. Además de ellas, abrazando también la contradicción, está Norine, desde fuera del grupo, cuyos ideales se definen un poco por oposición a este: “Lo único que sabía era que creía en algo y no era capaz de expresarlo, mientras que tu grupo no creía en nada, pero sabía cómo expresarse…” (p. 157).
Lo que más me ha gustado del contenido de la novela es la variedad de sus personajes, la fuerza con la que salen a abrirse camino en un mundo que tal vez no era aquel para el que las había preparado la educación recibida. Con ellas conocemos todo tipo de ambientes, desde las editoriales a los hospitales, distintos modelos de pareja y de familia. Aunque el foco cambia de unas a otras a medida que avanzan los capítulos, la que está presente como principal en uno será secundaria en otro. De esta manera, tenemos un punto de vista omnisciente y varios externos sobre cada una de ellas. La novela, escrita en un estilo muy natural, pero no exento de elaboración literaria, la he leído con un deleite un poco parecido al de quien visiona telerrealidad, o un programa de cotilleos. Algunas de ellas son un poco quijotescas, arrojadas a un mundo real (aunque sea un mundo real con bodas, cócteles, recetas de alta cocina y ropa de diseñador…) que no corresponde con exactitud a su educación libresca. Muchas de ellas abrazan sus destinos de esposas y madres, y nos abren una ventana a los problemas de la crianza de los hijos (con debates que siguen abiertos hoy en día). Otras luchan por ser trabajadoras relevantes en sus campos.
Mis partes favoritas de la novela son las “hazañas” del mayordomo de Pokey, un agudo observador, y todo el aprendizaje sentimental de Polly, aunque tenga un final un tanto convencional. Me ha llegado mucho el modo sin tapujos, pero también sin aspavientos, en que se habla de ciertos temas, como la lactancia del bebé o los anticonceptivos; tengo la impresión de que no se ha avanzado tanto como creemos en este casi siglo, en términos reales. Elegí leer este libro porque tanto la época como la premisa me parecieron interesantes. Quería conocer el tipo de libertad con que vivieron estas mujeres de entreguerras, porque es un libro que marcó época, tal vez un poco víctima de su propio éxito comercial.
Soy una lectora que busca verdad en los libros, aunque a veces estos ofrezcan más preguntas que respuestas. Y creo que El grupo nos ofrece reflexiones en pleno vigor, como cuando Dottie dice: “No se puede obligar al sexo a hacer el trabajo del amor, ni al amor a hacer el del sexo” (p. 56). El eterno debate sobre el sistema económico y sobre las máquinas, también tiene su papel en esta obra, mientras el comunismo es una ideología que se extiende: “En una economía de la abundancia y del ocio, que la máquina ya había empezado a hacer posible, solo habría que trabajar unas pocas horas al día” (p. 77). Para cuando Lakey regresa, las compañeras la reciben en grupo, y este es el cierre de la novela, junto con el funeral, que redondea el comienzo en boda. Un círculo de decisiones vitales mezcladas con preparativos superficiales, de ceremonias en las que, paradójicamente, los protocolos y el cuidado de las apariencias muestran a los personajes como son en realidad.
En conclusión, una novela que gustará a quienes disfruten con los relatos corales, con las historias de vidas ajenas, pero también con el retrato del Nueva York de los años 30, la efervescencia de su vida social y cultural, las pequeñas y grandes luchas de la época. También, una rica urdimbre de historias entrelazadas que destilan verdad y actualidad, a pesar del tiempo transcurrido, que disfrutarán quienes gusten de las novelas extensas que son como frescos de una época y determinadas clases sociales. Un placer poder conocer la obra de Mary McCarthy a través de esta bella y merecida reedición.