1794, el thriller histórico se supera a sí mismo

Después de 1793 parecía insuperable el reto de recrear el terrible ambiente del Estocolmo y convertirlo de nuevo en un thriller histórico pero Niklas Natt och Dag lo ha conseguido con 1794, la segunda parte de esta trilogía.

Muerto su protagonista principal Cecil Winge, el autor ha tenido que sacar a la palestra a su hermano pequeño, Emil Winge, para que acompañe al incombustible Mickel Cardell en su nueva investigación. El autor nos muestra por un pequeño agujero las desventuras de Erik Tres Rosas, segundo hijo de su acaudalada familia, desgraciado desde la cuna por ser la causa de la muerte de su madre. Rechazado por su padre, inútil redomado, es un enamorado perfecto para la campesina Linnea. Su padre decide enviarlo a la colonia sueco-caribeña de San Bartolome para que se bata el cobre en circunstancias adversas y alejarlo de un casamiento desigual. El hallazgo de un aparente alma amable allí trastocará toda su experiencia vital ocasionando a su regreso la investigación que Winge y Cardell deberán acometer.

Si la ambientación del Estocolmo de 1793 era espectacular, la de 1794 es aún mejor al hacernos vivir en la isla sueca de San Bartolomé en medio del apogeo esclavista de la misma. El autor sumerge al lector con determinación en la vida de los diferentes personajes que habitan esta obra, transmite los olores, las texturas, los colores y las terribles desgracias sufridas por cada persona. Si en 1793 Natt och Dag consigue que el lector arrugase la nariz constantemente ahora en 1794 arrugará hasta el alma al hundirse en la depravación más absoluta del ser humano.

Si en la anterior obra se cruzaban varias líneas argumentales, en 1794 sucede algo parecido. Por un lado la vida de Erik Tres Rosas, por otro el día a día de Cardell, en tercer lugar los problemas familiares de los Winge y por último la reaparición de Anna Stina, todas las cuales sirven de cuerdas que el autor con maestría ata en la última sección.

Una obra dura, mucho más dura que 1793, pero que se convierte en imposible de soltar para el lector, que lamenta su final como ya hizo con la anterior y cuyo último consuelo es la cercana aparición del fin de la trilogía titulada, como no, 1795.