Quien no sea muy seguidor de Stephen King podría denominarlo como un autor de terror. Nada más lejos, todo buen fan de este prolífico escritor sabe que mediante sus historias lo que hace es exorcizar los miedos que todos llevamos en el interior de nuestra psique -una alegoría perfecta sería su relato “It”, donde a cada cual se le aparece como lo que más terror le infunde- más que un escritor de terror al uso es un estudioso de la mente humana, donde bucea y saca a flote lo peor de nuestra propia naturaleza.
“La Sangre manda” consta de cuatro relatos donde encontramos a un King más amable que prescinde de detalles escabrosos y explícitos a los que nos tiene acostumbrados. Aquí es todo lo contrario, notamos como disfruta mientras escribe sin necesidad de sacar sus habituales demonios.
En el primer relato, titulado “El teléfono del señor Harrigan” descubrimos una sutil crítica al enganche tecnológico que rige hoy día nuestras vidas. De como arrastramos encantados una moderna herropea en forma de smartphone y hasta que punto rige nuestras vidas; a continuación pasamos a echar un vistazo a “La vida de Chuck” donde, reitero, nos demuestra que se lo está pasando en grande cuando crea, cosa que transmite al lector, haciéndonos disfrutar con él en este cuento donde da rienda suelta a otra de sus grandes pasiones, la música, haciendo alusiones a grupos y temas musicales mostrándonos al gran melómano y músico que es -como demuestra tocando la guitarra en su grupo Rock Bottom Remainders al que acompañan los mismísimos Davy Barry, Ridley Pearson o Matt Groening por nombrar a algunos-. En este segundo relato hay que destacar el gran talento de King a la hora de hilvanar historias que se entrelazan entre ellas, creando un todo donde no sobra ni falta ninguna pieza, haciendo que su final sea una hermosa literalidad mágica.
En el tercer cuento, cuyo título da nombre al libro, los fans de Stephen nos reencontramos con una vieja amiga, Holly Gibney, a la que ya conocimos en “Mr. Mercedes” y con la que nos encariñamos en “El visitante”. Esta vez la acompañamos en otro de sus casos donde es un placer reencontrarla y acompañarla, ya que compartimos con su creador esa simpatía a este personaje recurrente y al que es un gusto seguir sabiendo de ella. Aunque esta vez se nos ha hecho demasiado corto el encuentro, haciéndonos anhelar una nueva aventura junto a Holly en lo que se merece, una novela para ella sola.
Ya por último llegamos a “La rata”. Aquí vemos al King más real, donde refleja, presumiblemente, su experiencia como escritor en su álter ego Drew Larson, mostrándonos lo que es parir una novela. Para mí particularmente este cuento tiene reminiscencias de los relatos mágicos de Haruki Murakami en general, y en particular de “La muerte del comendador”. Aunque a pesar de los hechos, llamemosles sobrenaturales, lo que realmente me apasiona de Stephen King es su narrativa; cómo desarrolla sus historias y como sin apenas darnos cuenta nos ha arrastrado a su terreno, retratando la cotidianidad de forma muy natural, y de repente nos sorprende con el quid de la cuestión, el detonante de la historia que nos deja indefensos frente a ese peligro que sabe retratar tan bien.
El libro se despide con un epílogo en forma de “Nota del autor” donde nos vuelve a demostrar su generosidad y humildad a la hora de explicarnos cuales fueron las fuentes de inspiración de cada uno de los relatos de los que consta “La sangre manda”. Un libro imprescindible para todo admirador de su autor, pero mucho más para aquellos que no conocen a fondo su obra y tienen una equivocada idea preconcebida de este gran escritor al que es un placer redescubrir en cada una de sus novelas.