Por: Amador G. Navarro
El escritor madrileño publica su nueva novela con Huso Editorial; en esta entrevista habla de su necesidad de escribir, incluso va más allá y confiesa que “no puedo existir sin dejar una huella escrita”, pero también comparte las claves de una obra que integra familia, arte y memoria como fuentes vitales.
Pregunta: – ¿Qué cuenta en “Y entonces volaron”?
Respuesta: – La novela narra, básicamente, ese lapsus de tiempo que dura una ensoñación. Puede ser un instante o toda la vida, pero está sostenido por la intensidad del recuerdo.
P: – ¿Es una obra autobiográfica?
R: – No exactamente. En realidad, hay una buena parte de la obra que se basa en ficciones. Es decir, aunque el punto de partida pueda ser en alguna ocasión autobiográfico, solamente el hecho de fabularlo ya lo convierte en ficción. Otras cuestiones son abiertamente inventadas. De hecho, creo que en la ficción hay mucha verdad.
P: – ¿El lector se encontrará ante un libro optimista?
R: – Es un libro muy melancólico, pero sin perder de vista esa otra cara de la vida que es la ilusión. Creo que todos llevamos dentro ambas esencias.
P: – Familia, arte y memoria. ¿De qué forma se vinculan en su libro?
R: – Son todo, por decirlo claramente, formas de cultivar el recuerdo. La familia nos construye, el arte nos permite destilarnos y, en definitiva, la memoria es el hilo para tejer nuestras costuras más íntimas. La familia es el origen, la creación el resultado y la memoria el camino.
P: – Ha dicho que estamos ante una novela de no ficción, ¿por qué? ¿En qué género la incluye?
R: – Los géneros suelen servir únicamente para justificar festivales temáticos o para que el librero tenga una sección en la que colocar el libro. Más allá de eso son puro artificio. Los géneros se hibridan por su propia naturaleza. Sus límites son borrosos. Como ya he dicho, en esta novela hay tanta realidad como ficción, tanto drama como reflexión ensayística. ¿En qué sección/categoría lo ubicamos?
P: – ¿Cuáles son las obras a las que siempre vuelve como lector?
R: – La lista sería infinita, pero trataré de ser breve. Si de lecturas recurrentes se trata no puedo dejar de citar los relatos de Borges (y muy especialmente Emma Zunz), las novelas de Juan José Saer, como El Entenado, Las tierras del ocaso de Julien Gracq, La guerra del fin del mundo de Vargas Llosa, El balcón en invierno de Landero o cualquiera de las obras de Chaves Nogales, por citar algunas de ellas. En cuanto al ensayo suelo revisitar, entre otros, La inutilidad de lo inútil de Ordine. Si hablamos de poesía, la autora a la que siempre vuelvo como se busca un faro en la tormenta, es Elvira Daudet, sin contar, claro está, otros muchos referentes.
P: – Si usted no publicara, ¿continuaría escribiendo?
R: – Quiero pensar que sí. Escribir para mí es una pulsión, una manera de destilar cuestiones intangibles que necesito pasar por el tamiz de las letras. Como diría Rilke: Si sois capaces de vivir sin escribir, no escribáis. Yo quiero pensar, y mi vida va en ese sentido, que no puedo existir sin dejar una huella escrita.