El paraíso de las mil islas es una novela para sumergirse en ella en estas frías y lluviosas tardes del otoño y dejar viajar la imaginación junto a Mara y a Cecilia, las dos protagonistas de sus páginas.
Siguiendo la estela de un escritorio que le interesa, conoceremos a Mara, quien es la propietaria de una cadena de tiendas de antigüedades. Insatisfecha en su vida privada inicia una relación con un empleado de la competencia que es quien le proporciona dicho escritorio. Cuando surge un problema legal sobre la propiedad del mueble, Mara decide viajar al lugar de origen del mismo, Bali, para intentar resolverlo. Será allí, en ese lugar mágico, ese paraíso de las mil islas donde deberá ir poco a poco averiguando los secretos del mueble, pero sobre todo los de las personas y los tiempos en que fue usado y los acontecimientos que tuvieron que vivir.
Es ahí cuando se abre la segunda línea de esta novela, Bali en 1850. Al archipiélago administrado por los neerlandeses arriban Cecilia y su esposo Jacob desde los Países Bajos para poner en marcha un aserradero. Desde el primer momento sabemos que vienen escapando de algo que sucedió en la metrópoli y que desconoceremos hasta casi el final de la obra. Cecilia no es una mujer de estar en casa, inteligente y dinámica se envuelve rápidamente en actividades tanto para colaborar en el negocio de su marido como suyas propias. Es así como conoce a su vecino Marc, un inglés con una hija joven a la que intenta cuidar. Poco a poco la relación entre Marc y Cecilia va oscilando entre la atracción y la repulsión, sobre todo cuando Marc le hace un encargo de traducción y posteriormente de escritura ciertamente extraño para una dama. El escritorio servirá de telón de fondo para esta relación.
En el presente Mara tendrá que ir encajando las piezas que va descubriendo sobre el mueble colonial, conociendo la historia de Cecilia, y la de los dueños anteriores y sus conflictos en la actualidad. Entre medias de esto también se cruza un hombre en su vida.
Ambas líneas narrativas van creciendo y desenvolviéndose en capítulos cortos y fáciles de leer durante la novela. En los dos tiempos de la narración surgirá el amor, pero será en la época colonial donde ese amor tendrá que enfrentarse a una serie de desafíos verdaderamente complicados. La ambientación del pasado está ciertamente lograda y los viajes de la autora a Bali le han permitido trasladar al papel imágenes muy visuales de los lugares y las tradiciones locales. Estos, y sus creencias y en especial el grupo que le rinde culto a la Reina Virgen serán el marco de circunstancias perfectos para las aventuras de Cecilia y Marc que en el presente Mara recreará.
El paraíso de las mil islas se lee de forma muy cómoda. Desde el principio las dos líneas enganchan a quien lo lea, haciéndole vivir unas aventuras muy lejanas de la realidad actual, en las cuales se introducirá tanto que el libro desaparecerá de las manos para estar en el Bali de 1850 andando, respirando y sintiendo como los propios protagonistas.
Una aventura romántica y colonial tremendamente adictiva y sensitiva.