Tercera parte de una trilogía sobre los Barca en la Ispania prerromana, comenzada por el autor en 2012 con El heredero de Tartessos, continuada en 2014 con El cáliz de Melqart y cerrado el ciclo ibérico de Aníbal con la presente novela.
Hay que aclarar que desde el principio las tres novelas persiguen un doble objetivo: por una parte desarrollan el ciclo de los Bárquidas mientras que por otra dibujan el panorama hispánico de los pueblos celtíberos que la habitaban, y a los que los cartagineses se irán enfrentando o asimilando, según convenga, hasta la definitiva llegada aplastante de los romanos.
Como Janos, el dios de las dos caras, aquí se muestran esos dos mundos: el celtíbero, un conjunto de pueblos con distintas costumbres, religiones, cosmovisiones, etc. y sus relaciones entre sí, a veces de enfrentamiento y a veces de amistad y pactos. El otro mundo es Cartago. Y concretamente, el Cartago Bárquida, la sección ibérica de Cartago. La galería de personajes es larga, mezclando los históricos y los de ficción, que abundan más en la parte ibérica, de la que se tienen mas lagunas documentales. De hecho, quizás sea un tanto excesiva la acumulación de nombres difíciles de recordar, tanto los de personajes como los de poblaciones, si bien hay notas a pie de página para éstas y un listado de personajes al final del libro, para ayudar al lector que en algunos momentos puede verse perdido ante tanto nombre.
Dos personajes provenientes de las novelas anteriores, serán los que proporcionen al lector las dos caras de la moneda ibérica: el oretano Argonio de Hélike y el narrador cartaginés Bobdal, que en ocasiones sustituyó al cronista habitual de las hazañas de Aníbal, Sósilo. Ancianos ya ambos, Argonio y Bobdal, muchos años después, se encuentran ante la noticia de la muerte de Aníbal, traicionado por el rey bitinio Prusias. La noticia no impacta por igual, pero evoca recuerdos.
Y Bobdal propone que ambos rememoren aquellos años de las últimas luchas entre Cartago y los pueblos ibéricos, sobre todo desde el bastión oretano de Helike, del cual Argonio fue testigo, y desde el cartaginés, ya que Bobdal siguió muy de cerca a Aníbal.
Así se va desarrollando un paralelismo entre ambas partes: la vida de Aníbal desde que accede al poder; sus campañas, su casamiento con la princesa castukense Imilce, las intrigas en Qart Hadasht, el nacimiento de su hijo en plena campaña, y la batalla final en el Tajo que decide ya la hegemonía cartaginesa en Ispania y el cambio de rumbo de Aníbal , esta vez dirigiendo su mirada hacia Roma. Aníbal es descrito como estratega más que como gobernante, con rasgos que destacan su pathos, ethos y logos (según podría haber dicho Aristóteles). Su principal deseo es no tanto ser rey como dirigir sus tropas y vencer a sus enemigos, pero a veces es dominado por el pathos: la cólera, que ofusca su logos (razón) aunque su ethos o fuerte personalidad, cargada de autoridad, atrae a sus seguidores hasta la locura y le mantiene como jefe indiscutible.
La vida de los heliketas Gerión y Anglea, y sus familiares y lugartenientes, los movimientos de los pueblos celtíberos y sus relaciones en función de su posición ante Cartago: oretanos, ólcades, vetones, vacceos, etc. Batallas, movimientos de tropas, derrotas y luchas varias son descritas con verosimilitud y basadas en los vestigios que quedan aun.
El autor, gran apasionado de la Historia y la Arqueología, explica en una larga y jugosa nota final cómo ha desarrollado su investigación, en qué textos o autores ha buscado ayuda informativa y cómo los grandes vacíos informativos de esas épocas han permitido que desarrolle su capacidad fabulatoria y dado origen a personajes maravillosos como Gerión y Anglea, Mimbro, Argonio y otros muchos. La misma Imilce, de la que no sabemos apenas mas que su nombre, cobra aquí una personalidad literaria.
Lo interesante de esta trilogía, y de esta novela en concreto, es esa mezcla de historia y literatura, de realismo y magia: los personajes de esta época viven inmersos en religiones donde lo sagrado y lo mágico no se distinguen. Los dioses están en el corazón de los creyentes y en la novela encontramos momentos de verdadera comunión entre ellos, como la ceremonia en la que Aníbal conoce a la que va a ser su esposa, ejerciendo ella el papel de la diosa Betatun durante el ritual del equinoccio en el santuario de Auringis.
Otro punto a destacar y que lo hace en cierto modo de actualidad es la descripción del largo y penoso exilio de los heliketas y ólcades cuando se ven forzados a abandonar su ciudad y sus territorios para sobrevivir ante la presión de las tropas cartaginesas, vencidos o comprados sus aliados naturales. Dirigiéndose a tierras de vetones y vacceos, han de pasar por situaciones humillantes y asumir la condescendencia de los que los acogen para tratar de sobrevivir y algún día volver a su Helike natal, lo cual como veremos, es un deseo que no llegará a hacerse realidad.
Así esta novela cierra el ciclo en el que se muestran las hazañas de Amílcar, Astrúbal el Bello y Aníbal. Y a su vez, las de los pueblos ibéricos o hispánicos, siempre en diversidad, que parece ser una característica implícita en los habitantes de la piel de toro desde los más remotos tiempos. Recomendable su lectura, que hará las delicias de los amantes de la historia y de las aventuras. La edición incluye mapas, glosario de términos, galería de personajes y amplia bibliografía.
Arturo Gonzalo Aizpiri (Madrid, 1963) desarrolló sus estudios universitarios en las Universidades Complutense de Madrid, Técnica de Delft y de Colonia, y obtuvo el título de Doctor en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense. Su padre era profesor de latín y griego y tenía una extraordinaria biblioteca de autores clásicos, que Aizpiri leyó en su adolescencia:Tito Livio, Aristóteles, Plutarco, Salustio, Homero. De ahí viene la inclinación por la historia, la poesía, la filosofía, la ciencia, su asombro ante el talento humano y su expresión a través del lenguaje.
Reseñado por Fuensanta Niñirola