Un crimen bretón, de Jean-Luc Bannalec (ed. Grijalbo, 2015) es el tercer título de la serie de novelas policíacas protagonizadas por el peculiar comisario George Dupin, ambientadas en la Bretaña que han supuesto en Alemania, su país de origen, todo un fenómeno editorial con casi 2.000.000 de ejemplares vendidos.
En El misterio de Pont-Aven y Muerte en las islas ya disfrutamos con este particular personaje, el comisario Dupin, quien después de haber pasado toda su vida en París se vio obligado a abandonar la glamurosa capital y “trasladarse forzosamente” a Concarneau, en la costa bretona, un lugar plácido situado en un rincón perdido del país.
Con métodos poco ortodoxos, un carácter irascible que le costaba dominar, un exquisito gusto por la gastronomía y adicto al café, en los títulos anteriores descubrimos cómo se las apañaba para resolver casos en un lugar que parecía idílico pero en el que “debajo de lo cotidiano y natural actuaban fuerzas oscuras”, una fuerzas que no eran precisamente sobrenaturales a pesar de las supersticiones y leyendas locales, en las que el comisario se introduce gracias a la información proporcionada por Nolwenn, su eficiente secretaria.
En esta ocasión el comisario acude a las salinas de la península de Guérande, a petición de una amiga periodista que le encargue que investigue la presencia de unos misteriosos bidones que no debían estar allí. Aburrido después de varias semanas de trabajo rutinario Dupin acepta el encargo a pesar de encontrarse fuera de su jurisdicción. Pero lo que parece una misión sencilla se complicará cuando alguien intente matarlo al llegar al lugar.
A partir de aquí comenzará una compleja investigación en la que Dupin tendrá que averiguar quién ha querido matarle, dónde se encuentra la periodista que ha desaparecido sin dejar huella y qué intereses esconden los empresarios de la sal, el “oro blanco” del lugar. Todo ello acompañado de una comisaria que no verá con buenos ojos la intromisión de Dupin en su jurisdicción, mientras el comisario cuenta con la colaboración de sus dos inspectores y su imprescindible secretaria.
Un crimen bretón vuelve a deleitarnos con los ingredientes que ya han convertido esta serie en un referente del género: una trama con el sabor de los clásicos y con sus correspondientes giros argumentales y baile de sospechosos, una ambientación curiosa y exquisita, un protagonista atractivo en su perfil, secretos ocultos, leyendas y misterios, gastronomía, odio, ambición y crímenes, un cóctel sazonado en esta ocasión con la peculiar y preciada sal bretona, que dará un toque sabroso a toda la narración.