Las crónicas periodísticas y entrevistas a personajes que participaron directamente en la Revolución Mexicana, han dado origen a la creación de obras literarias, como esta en la que Elena Poniatowska revive las experiencias de la soldadera Jesusa Palancares. Una prolongada entrevista que se fue transformando en una rica y colorida crónica, un estudio antropológico, un registro histórico y, con los elementos de ficción que la autora introdujo, sin duda una de las novelas más importantes de México, desde su aparición.
Con este personaje, inspirado en la vida de Josefina Bórquez. Poniatowska recuperó una voz alternativa, que se distanciaba del oficialismo, y se acercaba a sus propios objetivos en la escritura: denuncia y reivindicación. Aquella voz que brotaba del anonimato en la multitud urbana, guardaba un cúmulo de memoria, valor, sensibilidad, espíritu de supervivencia y saberes populares que reflejaban otro México, y podían hacer un balance alternativo sobre el legado de la Revolución.
De todas las conversaciones de Jesusa, sus recuerdos, sus historias, a Elena Poniatowska no se les escapa el más mínimo sonido. Por ejemplo Jesusa dice: “En esta reencarnación Dios no me ha tenido como tacita de plata. Aquí si la consigo me la como y si no la consigo pues no me la como y ya. Dio dijo: ‘Sola tienes que luchar. Tienes que sufrir para que sepas lo que es amar a Dios en la tierra de los indios'”.
Como en toda la obra de Elena Poniatowska en Hasta no verte Jesús mío se destaca un culminado estilo de narrar que desata las más tajantes contradicciones de la sociedad mexicana; particularmente aquellas en que habitan las costumbres sociales junto a los desdobles de la moralidad.
Elena Poniatowska es la escritora de aquéllos sobre los que nadie escribe, da voz a los postergados, a las mujeres humildes (como en el cuento “Las lavanderas”) o el personaje de Jesusa Palancares, con una tan poderosa vitalidad que genera un discurso desengañado y lIeno de humor negro, pero no resignado. La autora nos lleva a través de la novela creyendo que la única expositora es Jesusa, siendo esto falso, ya que se alterna en tiempo pasado y actual, el personaje de Jesusa y la autora, Elena Poniatowska, cuyo lenguaje media entre diversos mundos y diversas estelas de los ritmos y sonidos del México del siglo XX.