Los 6 libros recomendados por la librería La Buena Vida al 6 de junio

Vamos a comprar un poeta de Afonso Cruz

En un mundo en el que todo se mide (los granos de la cara, la saliva de un beso), toda acción debe conducir a un beneficio (a riesgo de que en caso contrario te califiquen de “inutilista”) y cada objeto cotidiano lleva el patrocinio de una marca, una niña pide por su cumpleaños que le regalen un poeta. La familia acepta básicamente porque la alternativa es un artista y estos son más sucios, manchan, hacen polvo. El poeta es un regalo de prestigio, pero su inutilismo reduce al mínimo cualquier aspecto negativo.

Pero en esta fábula alegre, divertida (no es lo mismo), tierna, inteligente y surrealista, nadie había anticipado los efectos subversivos de la poesía y de quien se dedica a ella y se entrega al inutilismo, y toda la familia y su entorno se ve afectada de forma violenta por pequeños cambios casi imperceptibles que acaban teniendo efectos demoledores para su forma de vida, sus relaciones y su entorno.

Un libro para leer, para regalar, para compartir, para dejar abandonado en las mesas de los compañeros de oficina y a los amigos. Para recuperar el placer por quedarse sentado en un banco de la calle (antes de que los quiten todos o como en las marquesinas de autobús, los hagan incómodos para que no podamos quedarnos mucho tiempo) sin hacer nada.

Los pájaros de Tarjei Vesaas

Tarjei Vesaas, junto a Knut Hamsun, es uno de los padres de la literatura noruega contemporánea que explican la singularidad de una narrativa como la de Stig Saeterbakken o Knausgard, quizás no para todos los lectores, pero de una calidad y trascendencia que se valora en tiempo de ediciones que van en meses a fabricar pasta de papel sin que parezca importar a nadie.

En la novela, la voz es la de un “cabecica ajo”, un “simplón”, un “tonto del pueblo”, el soliloquio que nos permitirá advertir, que como ahora ya le queda patente a la ciencia, conviene no proyectar en las todo el mundo o en el resto de seres vivos, nuestra forma personal o a priori “normal” de entender el mundo. Y que esa atención empática a la forma en la que otras personas con capacidades diferentes a las nuestras o seres vivos de otras especies captan y comprenden el mundo nos enriquece y evita dar por supuesto que el mundo es uno y tal y como nosotros lo percibimos, el primer paso para engrandecerlo y entenderlo convenientemente.

Un libro de una belleza y capacidad de introspección que nos lleva desde la simpleza de una mirada, a una complejidad llena de matices que no alcanzamos la mayoría de las veces a entender. Con paciencia y un oficio literario magistral nos adentra en una historia anónima, humilde, casi miserable, en la que esta falta de comprensión y empatía nos conducirá a una tragedia que por otro lado, no es contada buscando la pena o la culpa, sino casi una liberación, una invitación a ampliar nuestro mundo al infinito de las emociones y la belleza.

Hasta aquí todo va bien de Estela Sanchis

Estela Sanchis debuta con Hasta aquí todo va bien (en Candaya), una notable novela que explora los abismos del ser humano y toma en su planteamiento la concepción de la obra de arte como método y acción por encima del resultado final. 

La protagonista acude a una residencia para artistas con el fin de participar en un programa que le permita escapar del bloqueo personal y profesional que sufre, viendo en el arte un «salvoconducto para desertar de una vida tediosa». Sin embargo, lo que tendría que ser una experiencia estimulante se convertirá en una puerta para abordar la oscuridad que le rodea, explorando en su imaginario los límites físicos a través de una performance que tensiona el pulso de la narración. 

La novela utiliza el arte como herramienta para explorar las fronteras de la perversión y el sentimiento de dependencia llevado al extremo. Una propuesta transgresora que cobra forma e intensidad a través de un texto morboso y violento, donde la excentricidad se funde con el deseo y la intimidad. Y, en esa fascinación por lo escabroso, en el relato no solo entra en juego la artífice de la obra sino también quien se presta a formar parte de su proceso de creación, y con ellos el espectador, en este caso el lector, convertido en voyeur de la historia gracias a una convulsa y envolvente escritura que le hace partícipe de este potente dilema entre lo físico y lo moral.

Se acabó el recreo de Darío Ferrari
La novela ya no tiene sentido. La novela ha muerto. ¡Venga!

Una ficción más creíble que la mayoría de autoficción nos embarca, como Cuatro amigos de David Trueba, en la entrada en la madurez de un zángano de cuidado.

Esta hermosa y emocionante novela se basa en dos líneas argumentales: la de que la mentira de que cada persona es lo que decide ser encubre la realidad de que somos un cúmulo de adaptaciones al entorno, al momento y las circunstancias y que las principales cosas que nos suceden y de las que somos protagonistas no son fruto de una decisión consciente; y la existencia de un momento en concreto en la vida de cada persona en el que se produce una decisión o acción que funciona como un clic y que convierte a cada persona en lo que es.

Tres novelas en una, la del joven destarifado y hedonista que solo sabe de su futuro lo que no quiere ser; la novela dentro de la novela en la que un personaje anónimo se convierte en un terrorista y luego en escritor sin perder su identidad de anónimo; y como desenlace, el encuentro con la situación en la vida en que uno sabe que va a hacer algo que ya no tiene vuelta atrás y que va a suponer asumir quién va a ser el resto de su vida.

Divertida, inteligente, emocionante. ¡Viva la novela!

El loco de Dios en el fin del mundo de Javier Cercas

Vaya por delante que este libro es el lavado de cara más inteligente que ha hecho el Vaticano
entre el público menos fiel en los últimos años. Cuando uno lo lee, la imagen del Vaticano es la
de un grupo de ejecutivos humanistas e idealistas, realmente técnicos de su profesión,
dedicados a su gran organización en cuerpo y alma, una multinacional de la fe que llega hasta el
último rincón del planeta y cuyo poder no depende de las fluctuaciones del mercado.
Cercas nos adentra mediante entrevistas en el aparato del Vaticano, habla con los altos
ejecutivos pero también con los trabajadores más humildes y fieles, los misioneros: esos sí que
son los locos que llegan hasta el fin del mundo.
Pero hay que reconocer que si bien Cercas no se muestra en ninguna línea ni lejanamente
peligroso para la institución que le anima a escribir sobre sí misma, lo cierto es que lo hace
como siempre: con talentazo, capacidad narrativa infinita y una inmersión que a ratos preocupa
a los lectores tanto como a su mujer.
Si no te interesa el Vaticano ni la Iglesia Católica como organización no abrirás el libro. Si lo
único que asocias o te genera curiosidad de dicha organización es la capacidad infinita e infame
de hacer daño de algunas personas de su organización, tampoco encontrarás en el libro más
que leves referencias.
Pero hay muchos ángulos que generan curiosidad en torno a una organización como esta y
Cercas se acerca con curiosidad y sabiduría a algunas de ellas y lo hace de forma entretenida, a
veces divertida incluso, con sus macguffin incluidos, su tensión y sus dosis de emoción.