Hay una película de Woody Allen a la que tengo un especial cariño. Se trata de Small Time Crooks—Granujas de medio pelo en España—. En ella podemos ver como sus protagonistas pretenden robar un banco mediante el sistema denominado butrón, desde un local contiguo, en el que abren una tienda de galletas como tapadera. Irónicamente, la venta de repostería acaba siendo un éxito, haciéndolos millonarios sin necesidad de robar el banco.
Siempre me ha gustado esta metáfora perfecta de como la vida puede realizar giros inesperados. Que por muchos planes que hagamos, los acontecimientos pueden tornar nuestro destino hacia una dirección muy distinta.
Algo así es lo que le ocurre a Gonzalo Montenegro. Un escritor en horas bajas que se pregunta por qué unos tienen éxito, y otros arrastran una vida mediocre por mucho empeño que pongan en triunfar.
Escritor que vivió tiempos mejores, y padre divorciado de una adolescente a la que apenas ve, achaca su mala suerte a un mundo cada vez más mediocre e ignorante, y que por ello, por lo que no logra publicar sus libros.
Acosado por las deudas, acepta a regañadientes un encargo que detesta: escribir la «autobiografía» del futbolista más famoso del momento.
Atrapado en ese trabajo que odia, tomará la decisión de que este será su último libro, una obra que no podrá firmar. Al mismo tiempo decide abrir una cuenta en Instagram, a pesar de detestar todo lo relacionado con redes sociales, creyendo que así, tal vez, podrá acercarse a su hija. Haciéndose pasar por un joven poeta, le sorprenderán los resultados, mientras acaba de una vez por todas con todos sus principios.
Esto es lo que nos narra Gervasio Posadas en su nueva novela.
A pesar de ser hermano de una de las escritoras más reconocidas, como es Carmen posadas, él se ha labrado una carrera más que sólida en esto de las letras, huyendo de la sombra familiar y con nombre propio. Lleva en su haber diez novelas, alguna de ellas adaptada a la pantalla, como Pájaros de papel, que dirigió Emilio Aragón.
El estilo de Gervasio está dotado de una fina ironía plagado de guiños al lector, haciendo a este cómplice de sus personajes. En El fracaso de mi éxito hace alarde de esto, haciendo sentir a quien lee partícipe de la trama a través de esas sutiles roturas de cuarta pared, provocando que nos sintamos más identificados con este perdedor ante la vida, que a pesar de intentarlo, ve como su esfuerzo no es recompensado, pero que tampoco es capaz de reconocer la posibilidad de que no sea el mundo el culpable de no alcanzar ese éxito que anhela, y que tenga que ser él quien se adapte a un cambiante mundo, y no al revés.
Puede sonar a tópico, pero es que es verdad que la lectura de esta novela es adictiva, porque a pesar del carácter arisco de muchos de sus personajes, logran atraparnos hasta comprenderlos. Con unas personalidades muy marcadas, unos por la experiencia que ya tienen en esto de vivir, otros por esa soberbia que acompaña a la adolescencia, época en la que creemos saberlo todo cuando apenas hemos comenzado a vivir, pero que todos tienen el nexo común de ser la edad la que marca ese carácter, independientemente de la cifra que rebele esta.
Lectura muy recomendable por o mucho que nos hará disfrutar, a la vez que nos removerá cosas por dentro. Muy divertida y entretenida, con la que lo pasaremos muy bien, pero que contiene lo que deben tener las buenas lecturas: hacer pensar y recapacitar sobre nuestras propias vidas; de si realmente hemos conseguido alcanzar el triunfo que perseguimos desde ya ni nos acordamos, o por el contrario, la vida no nos ha llevado adonde pretendíamos, pero que por azar, hemos conseguido ese éxito gracias a nuestro fracaso.