Somos muchos a los que nos encantan esos thrillers cuyas tramas transcurren en paisajes recónditos. Lugares casi deshabitados ya estén situados en entornos rurales o mineros —como en este caso—, donde entre los escasos pobladores, los personajes solo hayan rostros desconfiados y hostiles; habitantes recelosos de sus secretos, aquellos que no quieren, o temen, compartir su espacio con foráneos de los que desconfían.
Tierra feroz es una de esas joyas que se hayan entre estás condiciones. Paisajes desoladores de una tierra en la que florecía la abundancia gracias a una industria tan implacable como rentable que es arrancar el carbón a las entrañas de la tierra. El precio pagado era demasiado alto, pero para los que dependían de ello, significaba prosperidad a pesar de su negra sombra.
Esta historia es una ópera prima que destila calidad forjada en la experiencia del arte visual de Jota Quirjona. Barcelonés diplomado en Dirección cinematográfica, con una trayectoria de más de veinte años como guionista, con la que ha pasado por diversos medios, siendo galardonado con el premio Zapping y nominado a los prestigiosos premios Gaudí, galardones otorgados por la Academia de Cine Catalán, se ha atrevido con la literatura demostrando que también es un arte que domina.
En esta su primera novela —espero que vengan muchas más— nos narra como Dani, un adolescente de trece años, queda huérfano, lo que provoca que su vida se trastoque, no solo por haber perdido a su madre, sino por que se verá obligado a dejar todo lo que conocía atrás para enfrentarse a un destino incierto. Desde su Barcelona natal, es trasladado a una casa aislada situada en el corazón de la cuenca minera asturiana, donde Alicia, una pariente lejana de su madre, se hará cargo de él.
Desde su ventana, observará la figura de una extraña estructura que le tendrá casi hipnotizado. Se trata de la torre de una mina abandonada perteneciente a un pueblo cercano, que se encuentra casi deshabitado. Sus escasos pobladores son aquellos que se resistieron a abandonar no solo sus casas, también los huesos de los que la mina se tragó junto a sus ilusiones y ganas de vivir. Pobladores huraños que manifiestan abiertamente que la presencia del chico no es bienvenida, despertando temores y supersticiones que apenas permanecían dormidos. Esa mina no solo encierra recuerdos, algo se oculta en el bosque que la alberga y que obliga a cerrar puertas y ventanas cuando cae la noche.
Ya no solo desde su primera página, sino desde su primer renglón, me atrevería a decir, hace que nos agarremos a su historia y ya no podamos abandonarla. Con un estilo muy visual, demostrando el autor cómo se ha ganado la vida hasta ahora, disfrutamos de cada fragmento de esta magnifica novela, deleitando al lector con una sucesión de figuras retóricas que hacen hermoso cualquier fragmento. Con un ritmo frenético, no nos da tregua, provoca que devoremos vorazmente sus cortos capítulos.
La historia ya tiene suficiente potencial, pero serán los personajes que la pueblan la razón que nos cautive esta novela. Desde Dani, el joven que pierde a su madre, cuyo tan temido trauma no será más que el principio de todo a lo que tendrá que enfrentarse: consecuencias de un pasado que no le pertenece pero que a la vez ha marcado su presente.
Berta, la asistente social encargada del bienestar del menor al que trata de proteger, para tal vez, protegerse a sí misma. Y Roque, hombre rudo y taciturno que huye de unos hechos anteriores al nacimiento del chico y cuyas consecuencias siguen marcando el día a día de un pueblo marcado que trata de olvidar.
Se trata de una lectura tan adictiva que experimentaremos sentimientos contradictorios al alentar nuestras ganas de conocer su desenlace, pero que a la vez provoca que no queramos llegar a él por lo bien que lo estamos pasando en el viaje.
Hay novelas que desde la primera página sabes que te van a atrapar. Que te agarran de las solapas y te zarandean sin darte tregua hasta su final. Tierra feroz es una de ellas. Un mazazo narrativo que no te deja indiferente; una adicción en forma de capítulos breves que te enganchan, necesitando el siguiente sin apenas haber acabado el anterior, y otro y otro hasta para llegar, irremediablemente, a un inevitable final que anhelas tanto como temes, por que sabes que, tal vez, la próxima lectura te sepa a poco después de haber devorado esta historia que estimula, que emociona, que entretiene y que engancha.
Le auguro un gran futuro a Jota Quirjona como novelista, porque en su pluma encontramos algo que lo hace diferente, que destaca, y que nos devuelve la esperanza, a los ávidos lectores, de que aún tenemos la capacidad de sorprendernos.