Cuentos telúricos, de Rodrigo Cortés

Tal vez la opinión pública no se hace mucho eco, pero Rodrigo Cortés es uno de los cineastas españoles más internacionales.

Gallego de nacimiento, y salmantino de adopción, comenzó a rodar cortos a los 16 años. En 1998 rueda el cortometraje Yul, con el que gana varios premios y hace que su nombre comience a sonar en los círculos cinematográficos.

Sin alejarse de la senda del formato corto, rueda su primera película en 2007, Concursante, pero es con Buried (2010), protagonizada por Ryan Reynolds, con la que se da a conocer internacionalmente.

Después su carrera cinematográfica no hará más que crecer, dirigiendo a actores como Sigourney Weawer, Cillian Murphy, Uma Thurman… hasta al mismísimoal Robert de Niro, siendo su última película producida por Martin Scorsese.

Este polifacético autor no solo dirige, también es guionista, productor, actor, podscaster… pero sobre todo, escritor.

Tras cinco libros en su haber, dos de ellos novelas, esta vez le llega el turno a sus Cuentos telúricos. Se trata de una antología de relatos cuyo nexo común es el admirable dominio del lenguaje del que hace alarde Rodrigo. Se podría decir que dibuja con palabras, consiguiendo que sus relatos casi lleguen a ser obras de arte pictóricas. Nos transmiten, sorprenden y descubren nuevos mensajes dependiendo del angulo desde el que las observemos.

Hay que advertir que estos cuentos no son para cualquiera. No son para personas que no ven más allá del lenguaje escrito. Estos cuentos se componen de varios estratos —como la propia Tierra a la que alude el título—, que esconden lo que no es esencial a los ojos.

Relatos que nos divierten y nos hacen recapacitar, como por ejemplo el que lleva por título ¿se puede?. En él hallaremos un humor absurdo e inteligente digno de los mejores Monthy Pyton; o mejor aún, de nuestros reyes del absurdo como fueron los grandes Tip y Coll, y que los dirigiera el grandísimo José Luis Cuerda.

Los relatos de Cortés contienen también un mensaje subversivo que los más críticos descubrirán. Como en este mismo cuento ya nombrado, que rebela la desinformación existente dentro del mundo del arte y las criticadas subvenciones, teniendo la mayoría una idea tan desvirtuada de la realidad.

Historias que encierran historias, como si de una matrioshka narrativa se tratara; gente que es serpiente y que se alimentan a base de incautos a los que encandilan; un guarda de parquin con sueños truncados que ve epopeyas en fenómenos meteorológicos; fábulas donde seres minúsculos hablan y analizan temas que los superan, o tal vez nos sean tan trascendentales; fantasmas que arrastran sus traumas de vivos, porque siguen siendo ellos, a pesar de no ser…

Relatos entretenidos, divertidos, desconcertantes, sorprendentes… todos son un placer de leer gracias al estilo empleado por el autor. Un prestidigitador que nos embauca con su uso del lenguaje. Es tal el dominio que tiene de la palabra que la esgrime como una arma que conoce a la perfección, no solo en su uso, la calidad también forma parte de esas historias. Metáforas, hipérboles, personificaciones, anáforas o metonimias no son meras figuras retóricas usadas como herramientas, sino que respiran y forman parte de las historias.

Es normal que Rodrigo Cortés no se conforme solo con el séptimo arte, tiene imaginación y talento para abarcar otras.