Decir Juan Carlos Ortega es hablar de Televisión y Radio, así, con mayúsculas. Con una trayectoria avalada por grandes nombres, lo han acompañado en su carrera profesionales como Javier Sardá, Jesús Quintero, Julia Otero, Gema Nierga, Jordi González… Este filósofo “sin estudios” hace décadas que nos deleita con sus grandes reflexiones aderezadas por ese denominado “meta humor” que domina, y con el que nos hace replantearnos cosas cotidianas a las que otorga un nuevo significado.
Por otro lado tenemos a Lorenzo Caudevilla. Ilustrador formado como restaurador y conservador de bienes culturales al que realmente lo que le gustaba era eso de dibujar, y que después de mucho deambular restaurando y conservando, decidió volver a su Huesca natal y dedicarse al diseño gráfico y la ilustración.
Un día Lorenzo, también admirador de Juan Carlos, se le ocurre la brillante idea de dar vida a los textos de este último a través de sus dibujos. ¿Qué ocurre cuando juntamos estos dos talentos? Que se alinean los planetas y nace una obra maestra, y no me refiero solo al título.
Empezamos por un magnífico prólogo de Juan Carlos Ortega en el que nos narra como fue abordado por Lorenzo a la salida de un teatro. De lo que le entusiasmó la idea que le contó de trasladar a un cómic sus relatos. Que al ver los avances de los dibujos que le iba mostrando, una vez iniciada la tarea, le dio rienda suelta para que hiciese lo que le diera la gana, sabía que acertaría. Viendo el trabajo acabado, no me extraña que el autor de los textos en los que se basa la obra, otorgara esa libertad a este maravilloso ilustrador.
Estos textos y estos dibujos han dado vida a Jacinto. Un borde aspirante a escritor que se ha empeñado en crear una gran obra maestra sin tener apenas talento. Pero que a pesar de todos sus defectos —que son muchos—, hay que admitir que es obstinado y que tratará de hacer todo lo posible para realizar su sueño, aunque para ello se tenga que valer de tecnología avanzada, engaños y artimañas.
Caudevilla va entretejiendo una historia sólida usando como materia prima relatos de Ortega, saliendo más que airado al conseguir dar vida al antipático pero a la vez persistente Jacinto. Yo es que he terminado adorando al resto de personajes, y ese Don Francisco me parece sublime.
A través de la historia nos sumergiremos en un trasfondo de inseguridad y creatividad dentro de la obsesión. Una sátira que analiza, con la precisión de un bisturí, la actualidad regida por la llamada inteligencia artificial de la que dudamos si realmente es ella la que está a nuestro servicio, así como el difícil mundo del arte cada vez más vinculado a lo comercial.
Ya la historia nos encandila, consiguiendo que alguien tan desagradable como el protagonista consiga conectar con el lector, al que, a nuestro pesar, desearemos lo mejor, y consiga escribir esa obra maestra. Pero son sus dibujos lo que nos enamorará. Plagado de homenajes y referencias a los grandes autores del cómic, o tebeos, como Jam, Charles Schulz, Ventura & Nieto… y aquí lo dejo, no es plan tampoco de destripar más, al igual que tampoco mencionaré esos grades escritores de la historia de la literatura, a los que también veremos pasearse por las páginas de esta divertidísima novela gráfica.
Lorenzo ya había publicado anteriormente otra novela gráfica, titulada La vida interior (Estudio Gráfico 2020), la cual no tengo el placer de haber leído, pero me ha sorprendido su trazo realista compaginado con los estilos homenajeados de diferentes artistas, en los que juega tanto con las paletas de colores que van desde la sobriedad y seriedad de los grises que quiere imponer cuando al historia lo requiere, hasta llegar a los colores más vivos de sus personajes más optimistas.
Resaltar esos pasajes oníricos repletos de humor en los que no podremos contener la carcajada, y que hasta el detalle, aparentemente, más nimio, tiene su importancia lo largo de la historia.
Admiro la humildad expresada por el autor cuando, en las páginas finales, nos muestra detalles y motivos de inspiración reconociendo de donde bebe sus fuentes, lo que honra al artista cuando se abre ante sus lectores.
Me considero gran aficionado al noveno arte, por lo que las obras que pasan por mis manos no son pocas, y aunque podemos presumir de tener en nuestro país algunas/os de los y las mejores artistas, he de decir que pocas como esta me han marcado tanto. Porque cuando estilo e historia poseen tanta calidad, sabes que has dado con una obra maestra.