«Guerra de infancia y de España», de Fabrizia Ramondino, una joya de la literatura italiana.

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Una joya de la literatura italiana, el relato de una infancia en Mallorca durante la guerra civil.
Guerra de infancia y de España, de Fabrizia Ramondino, es un clásico de la narrativa italiana contemporánea y el redescubrimiento de una gran autora admirada por Elsa Morante y Natalia Ginzburg.

Publicada originalmente en 2001 y recuperada recientemente en Italia con enorme éxito, esta novela, que mezcla ficción y memoria, es el relato de una infancia en Mallorca durante la guerra civil, un singular testimonio del pasado español que confirma cómo a menudo es la atenta mirada de un niño la que es verdaderamente capaz de contar la realidad en su plenitud. Ambientada en 1937, con la guerra civil en curso en España y a punto de estallar un conflicto mundial sin precedentes, Guerra de infancia y de España describe los primeros años de vida de Titita, una niña curiosa y traviesa, hija del nuevo cónsul italiano en Mallorca.La pequeña pasa sus días en un continuo encuentro y desencuentro con todo aquello que la rodea, explorando el jardín exuberante de la villa donde vive con su familia, conocida como Son Batle, y aprendiendo a nombrar cada cosa en tres idiomas diferentes. A medida que crece, a Titita le cuesta cada vez más conciliar la sensación de libertad que percibe en la naturaleza con la incomprensible severidad del universo adulto. Ramondino emprende en esta obra un viaje maravilloso a la interioridad de la protagonista recorriendo las contradicciones de la niñez y el microcosmos secreto y siempre cambiante que es la personalidad en formación.

A través de la mirada lúcida y soñadora de la infancia, en Guerra de infancia y de España, la vida mallorquina de la época adquiere un brillo especial.Ramondino se inspira en su propia estancia en las Islas Baleares para relatar la infancia de Titita, su alter ego en la novela. Su padre, Ferruccio Ramondino fue cónsul italiano en España. Designado a principios de 1937 tras una década en Pekín, Ferruccio, diplomático culto y elegante, graduado en chino mandarín por L’Orientale de Nápoles, desembarcó en Mallorca junto a su mujer, Pia Mosca, y sus hijos, para llevar a cabo el encargo de Benito Mussolini de asentar en el archipiélago un punto de control sobre el Mediterráneo.
El redescubrimiento de una gran autora de las letras italianas, admirada por Elsa Morante y Natalia Ginzburg.Lee el prólogo de Daniel CapóEn librerías el 2 de septiembre504 páginas •  26,95€ 
Ficha del libro Cubierta Foto de la autora
 «Esta obra va directa al olimpo de la literatura más alta y conmovedora, la que queremos siempre a nuestro lado.» Nadia Terranova«Una obra maestra de encantadora belleza.» Marco Rossari (La Repubblica)«A Ramondino le corresponde, sin ninguna duda, un protagonismo de primer plano en el canon literario contemporáneo, sobre todo por la claridad, la elegante precisión y la profundidad de su escritura.» Il Mattino«El universo poético de Fabrizia Ramondino, rebelde, libre y humano como pocos, es una mina en la que es maravilloso ahondar.» Mario Martone«Fabrizia Ramondino entra con pleno derecho en la historia de la gran literatura.» Goffredo Fofi
Sobre la autoraFabrizia Ramondino

Fabrizia Ramondino (Nápoles, Italia, 1936 – Gaeta, Italia, 2008) fue una escritora italiana. Desde niña viajó mucho debido a la profesión de su padre, que era diplomático. Recibió una educación cosmopolita que se plasmaría en obras como Guerra de infancia y de España (2001; Libros del Asteroide, 2024), novela inspirada en su niñez en Mallorca durante la guerra civil. En la década de los sesenta volvió a su ciudad natal y allí se volcó intensamente en la enseñanza y el compromiso social. Su eclecticismo la llevó a explorar los campos de la narrativa y el reportaje, la autobiografía y la poesía. Consiguió varios reconocimientos desde su ópera prima, Althénopis, publicada en 1981 gracias al apoyo de Elsa Morante y Natalia Ginzburg, admiradoras de la obra. Entre sus libros destacan Historias de patio (1983), In viaggio (1995) y L’isola riflessa (1998).
Sobre el libro

Mallorca, un paisaje iniciático«Era el 13 de febrero de 1937. El cónsul Luigi Ferdinando Baldaro se disponía a partir hacia España para tomar posesión de su cargo en Mallorca. En el puerto de Nápoles, pintada de azul y blanco, una corbeta soñolienta se fingía barco de crucero; pero en realidad, con poderosos motores trucados conducía a Mallorca a la familia del cónsul y a un grupo de asesores y espías.» El jardín «Y en el invernadero mamá me enseñó las nepentes, que atrapaban insectos, y me habló de unas orquídeas que directamente se los comían. ¿Cómo podía ocurrir algo tan monstruoso? Y me atormentaba de nuevo la idea de que yo a mi vez pudiese ser comida. Tras reflexionar una vez más sobre el asunto, tuve la impresión de que la relación entre las flores y los insectos no podía ser del todo similar a la que había entre quien comía y era comido.  Demasiado festiva parecía aquella comida, como un baile. Yo cavilaba sobre estos razonamientos y no encontraba respuesta. Y un buen día, sentada en el suelo, perezosa, cansada de juegos, con los ojos perdidos en el encaje de luces y sombras de un túnel de trepadoras, reconocí de golpe en ese mismo encaje unas facciones, como de caras unidas, y me dije: “¡No comen, se besan!”».
El mallorquín«Además del castellano y el italiano, que tenía en común con mis padres, había otra lengua secreta que ellos ignoraban pero que yo compartía con el servicio de la casa, con mi amigo Paco, con la gente del patio de Dida y a veces también con mis hermanos menores: el mallorquín. Esa lengua representaba mi riqueza y mi poder respecto a mis padres, pero marcaba también, además de una distancia insalvable con ellos, una comunión con el mundo de los pobres, que me parecía que mis padres ignoraban. Todo esto era para mí una clara fuente de contradicciones, pero me revelaba al mismo tiempo la dinámica de las relaciones entre clases sociales, descubrimiento que desde entonces creo que ha condicionado mi vida.»
La guerra«Siguió una semana de comidas oficiales y recepciones. De Italia llegaron, uno tras otro, varios aviones. Los oía a veces sobrevolar la casa. Papito levantaba la vista y saludaba. Mamita se asomaba al balcón, fumaba un cigarrillo. En el puerto atracaron los barcos de guerra. Mamita nos llevó a verlos desde la terraza del Café de la Unión. En cada uno de nuestros helados iba enrollada una galleta de pistacho en forma de espiral, como si fuese una hélice que hubiese servido para transportar la nieve de la sierra hasta aquella tarrina. Los barcos brillaban fríos en el puerto. En el sabor del helado me pareció notar un regusto como a hierro, todo disimulado con azúcar y esencia de albaricoque. La galleta de pistacho tenía el color de los trajes de camuflaje de los paracaidistas.»Los criados«Por ello, en lugar de preguntarle qué era la democracia le pedí que me hablara de las hormigas. Y papito me contestó: —Son precisamente la imagen de la democracia. —Al ver mis ojos interrogantes añadió—: Quiero decir que son todas iguales, todas llevan cargas pesadas, viven todas juntas en una especie de falansterios como los pobres en la antigua ciudad de Ostia, y cuando una hormiga muere a nadie le importa.
 —Entonces ¿no tienen obispos, no tienen reyes, no tienen cementerios, no tienen criadas? —pregunté.
 —¡No, no tienen obispos, no tienen reyes, no tienen cementerios, no tienen criadas! —repitió papito riendo.
 —Pero papito, ¿quién hace de criada a nuestras criadas? —pregunté.
 Papito me miró con cara rara y luego contestó:  —Hay quien se ocupa de sus intereses generales.
 Yo no sabía lo que eran esos intereses generales, pero no pude preguntárselo, porque papito se puso a leer el periódico.»
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