En España están surgiendo nuevos escritores de género. Cada vez más van cobrando cierta notoriedad tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, pero aún hay una temática que no acaba de arrancar como es la novela de espías. Esto no quiere decir que no tengamos escritores que hayan realizado buenas novelas de espionaje. Podemos citar a Vicente Vallés, Jaime Rocha, o Fernando Rueda. Pero puede ser que tengamos cierto complejo a la hora de afrontar un género que se nos antoja tan cinematográfico como lejano.
Y es que claro, cómo vamos a comparar nuestro CNI con la Cia o el MI6, si aquí lo más parecido a un agente que tenemos es Mortadelo y Filemón o Anacleto. Ni siquiera nosotros nos tomamos en serio. Pero debemos deshacernos de esos complejos, porque precisamente tenemos uno de los mejores servicios de inteligencia, reconocido por el Colegio de Inteligencia de Europa.
Enrique Criado Navamuel es uno de esos valientes que, después de haber escrito dos libros de viaje, y ser coautor de otros dos, se ha lanzado a escribir su primera novela. Nada más y nada menos que un thriller de espionaje. Hay que destacar que, este madrileño cuya carrera ha dedicado a la diplomacia, debe conocer muy bien los entresijos de estas cuestiones. No en balde es actualmente cónsul general de España en Fráncfort, y ha sido distinguido con la Cruz de Oficial de la Orden al Mérito Civil, la Cruz Oficial de la Orden de Isabel La Católica y con la Cruz Militar al Mérito Aeronáutico con Distintivo Blanco. Con un curriculum así creo que ha tardado en sumergirse en el apasionante género de espías.
El autor nos narra como Silvia, una veterana agente del CNI, debe lidiar con su separación y venta de la vivienda en común con su pareja, a la vez que es enviada a Macedonia del Norte. Lo que en un principio parecía una misión rutinaria sobre espionaje industrial, va tornando en una peligrosa investigación de tráfico de armas que llega hasta una serie de ataques terroristas en Viena.
Enrique consigue que los personajes resulten creíbles. La protagonista, una mujer que a pesar de tener un oficio que requiere una fuerte personalidad, resulta muy humana, así como los agentes que la acompañan, curtidos en la dura lucha contra ETA que encarna a los auténticos agentes que tuvieron que enfrentarse a la amenaza terrorista durante tantos años, lo que les otorgó convertirse en los mejores agentes en lucha ante dicha plaga.
En su trama nos demuestra como los extremos se tocan, y que da igual de cual de ellos venga la amenaza, donde el fanatismo no entiende ni de razas ni religiones cuando solo busca infligir daño entre los más inocentes. Con diferentes hilos narrativos acompañamos a Silvia y a su compañero Salvador en las distintas direcciones de sus investigaciones que convergerán en el mismo objetivo.
Enrique Criado ha demostrado ser de esos escritores concienzudos, y es que el trabajo de investigación que lleva detrás esta historia se nota. También se agradece que vaya al grano, prescinde de banalidades y diálogos vacíos, resolviéndolos con narración, evitando que estos se hagan monótonos, imprimiendo así más dinamismo a la novela otorgándole el ritmo que debe tener sin dar tregua al lector, dotando a la lectura del ritmo adecuado en una lucha contrarreloj acrecentada por la preparación de los inminentes ataques planeados por los terroristas.
Demuestra así que no hay que acudir a novelas enrevesadas de quinientas páginas en las que quienes la leen se pierden y ya no saben quién es quién. Aquí queda patente que en doscientas setenta páginas se puede desarrollar una trama adictiva en la que caben todos los elementos que convierten esta novela en una lectura apasionante.
Ya no hay que acudir a Le Carré ni a Tom Clancy para disfrutar de una buena novela de espías, ya que podemos disfrutar en nuestro propio idioma y en escenarios que nos son familiares de un autentico thriller repleto de secretos y emoción.