Hace años que sigo la trayectoria de Oliver Stone. Director de grandes películas consideradas ya clásicos como Platoon, Nacido el 4 de julio, J.F.K. caso abierto, The Doors… También gran guionista de sus propias películas —tal vez esta faceta es menos conocida por la amplia mayoría, cuando es así como empezó— como de otras emblemáticas entre las que se encuentran El expreso de medianoche, Conan el bárbaro o El precio del poder.
A pesar de seguirlo, confieso que nunca me había interesado por su biografía, sabiendo de él poco más que en Hollywood tiene fama de ser un tipo peculiar, fiel a sus ideales y obstinado, acarreándole esto problemas con más de un poderoso productor.
Quizás es por ello por lo que me llamó la atención En busca de la luz, unas memorias que me ayudarían a conocer más de este gran guionista y director y con ello, quizás ver más allá a la hora de volver a revisitar su obra.
Al tener el libro entre mis manos pensé que sus cuatrocientas páginas igual se me hacían algo pesadas, pero cual fue mi sorpresa al sumergirme en su historia y no poder abandonar la lectura. Comienza, como es obvio en una biografía, haciendo un repaso por sus orígenes. Nos presenta a sus abuelos, repasando a grandes rasgos la procedencia de estos, así como la historia de sus padres. Su madre, una joven francesa perteneciente a la burguesía, ve sus privilegios coartados a consecuencia de los estragos de la Segunda Guerra Mundial; su padre, militar estadounidense, participó en la contienda, siendo así como conoció a la futura madre del cineasta.
Ya desde sus inicios vamos descubriendo que este chico inconformista estaba destinado a algo grande. Su participación como voluntario en la guerra de Vietnam sería el detonador que marcaría su carrera, ya que las vivencias que esta experiencia le proporcionó, fue lo que influenció en su trabajo, tanto en los personajes e historias que escribió, como en las película que ha dirigido.
Escritor nato, demuestra su talento a través de pasajes introspectivos que resultan casi poéticos. Con un entusiasmo contagioso va contando sus vivencias, algunas estremecedoras como la acontecida junto al cadáver de su abuela. Ese instante de lucidez en el que se vuelve consciente de nuestra vulnerabilidad, que no somos eternos, siendo este el punto de inflexión para reconducir su vida. Quiero señalar que al traducirlo a nuestro idioma, todo esto se refleja de igual modo a como lo escribió el original gracias al buen trabajo de traducción de Iñigo García Ureta.
A diferencia de otras autobiografías en las que sus autores lo hacen desde un pedestal, Oliver Stone resulta natural y vulnerable, volcando no solo sus recuerdos, también sus sentimientos. Realizando un ejercicio de humildad a la hora de confesar sus pecados, sus excesos y problemas con las drogas, sin maquillar la realidad en ningún momento.
Repasa exhaustivamente su trabajo, tanto en las producciones en las que participó como guionista, como aquellos trabajos que nunca llegaron a materializarse, así como las que ha escrito y dirigido. De todas ellas hace un profundo análisis, tanto de los trabajos en sí cómo lo arduo de la tarea desde cero hasta que se materializó al igual que la relación con todos aquellos involucrados en los mismos. Describe a todos ellos sin pelos en la lengua y sin subterfugios, sin maquillar las relaciones, tanto buenas como malas, que mantuvo con todos ellos. Mismo trato dispensa a aquellas personas que forman parte de su vida familiar y sentimental. En las páginas centrales también podemos encontrar fotos personales del autor incluidas en esta bonita edición en rústica, por parte de la editorial Libros del Kultrum.
Una delicia, para cualquier aficionado al séptimo arte, ir descubriendo esos procesos de creación, preproducción, rodaje, posproducción, distribución, exhibición, etc; las trabas que aparecían, así como los golpes de suerte, que también los hay.
Vamos leyendo los entresijos y cómo han llegado a existir películas excepcionales como El precio del poder, Conan, Platoon, Nacido el 4 de julio… Si hay que poner un pero a esta obra es que su narrativa finaliza en 1986, cuando el autor gana el Óscar por la dirección de Platoon, dejándonos con ganas de más, pensando que esas cuatrocientas y pico páginas se nos han antojado breves, y que habríamos leído con la misma pasión un tomo de ochocientas… mil páginas, por el ritmo narrativo que inflige Stone y por lo interesante de lo narrado. Anhelo que se publique pronto una nueva entrega de sus memorias, y confío en ello al leer la primera frase de la contraportada del mismo: «La primera entrega de las memorias…»
Ningún amante del cine quedará impune después de leer esta biografía ni verá las películas del autor del mismo modo. Esperamos que Stone siga en busca de la luz.