Hipercafeína y Juegos Olímpicos, de Javier Niembro

Según la Rae, el término «Distopía» es la representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alineación humana. Como amante de este género literario, puedo afirmar que no hay literatura más realista que la que se encuentran dentro de esta etiqueta.

Los autores que se aventuran en ella son visionarios analizando con gran sentido crítico la propia realidad que les ha tocado vivir. No en vano acuden a nuestra mente obras emblemáticas como Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de George Orwell, Fahrenheit 451 de Bradbury o la agudísima Ensayo sobre la ceguera de José Saramago. Estos escritores no nos cuentan qué puede ser posible en un futuro probable, se ciñen a la realidad de un presente certero.

Javier Niembro, joven torrelaveguense licenciado en derecho, es uno de esos escritores dotados de esa mirada inquisidora capaz de plasmar su presente y exponerlo de forma distópica. Con un estilo osado, plasma los aspectos que tal vez nos pasan inadvertidos a los demás y que están tan patentes hoy día. Los muestra a través de sus personajes. Ha conseguido escribir una historia incisiva en la que un probable futuro se ciñe a la sociedad más actual.

Niembro nos conduce, en su tercera novela, hasta 2052 en que los países europeos se han dividido en estados. En uno de ellos, el magnate al mando (porque el futuro control político está estrechamente unido al empresarial) decide lanzar la cortina de humo más elaborada, y en apariencia absurda, de la historia, para así desviar las miradas críticas que lo juzgan por sus numerosos matrimonios fallidos —ni que decir tiene que con la consiguiente desaparición de esas “ex esposas”…—.

Ni corto ni perezoso, aprovecha el hastío generalizado de una sociedad sin aspiraciones para impulsar lo que se denominará «tragiconsumismo», para el cual no hará más que espolear la frivolidad a la que realmente el ciudadano aspira, consistente en: el culto al cuerpo; música carente de letra, cuyos balbuceos impiden captar cualquier mensaje; una televisión que exhibe esos cuerpos perfectos y relaciones con las que solo podrán soñar los descerebrados espectadores; una comida tan rápida e insana como apetitosa y relaciones sentimentales de tan rápido consumo como el insano alimento. Todo incentivado por un súper café dotado de una hipercafeína a la que solo tendrán acceso aquellos ejemplares tan dignos como obtusos.

Afortunadamente en esta sociedad aun existen espíritus críticos que pondrán en tela de juicio esta banal sociedad. Estos serán tres clientes de barra de una de las cafeterías donde se desarrollan los encuentros repletos de testosterona y estrógenos explotados en gimnasios y salones de belleza. Estos tres clientes asiduos son aquellos que dotan de cierta cordura a todo este escenario al que critican desde sus taburetes, porque no son más que charlas de bar lo que desarrollan, ¿o se atreverán a ir más allá?

El autor demuestra ser un escritor audaz. No es sencillo crear una novela con apenas diálogos y una narración cercana a la crónica. Pero que esto no desaliente al posible lector, puesto que este hecho, en vez de aburrir, entretiene y engancha alentándolo a seguir leyendo sin parar, manteniendo el interés en cada párrafo de esta corta novela.

Una crítica mordaz del culto exacerbado al cuerpo y a la apariencia frívola de la vida actual en las que las relaciones amorosas también se han convertido en un usar y tirar constante gracias a las innumerables apps, a través de las que podemos escoger pareja desde el sofá de nuestra casa sin la emoción ni necesidad de conocer a la otra persona, dejándonos llevar solo por una atractiva imagen. También hay cabida para el análisis de la telebasura con la que nos bombardean, cuya meta es conseguir más de esas vacuas relaciones en las que la apariencia es el único valor al alza; donde se ensalza la ignorancia, tratando de extinguir el pensamiento crítico.

Javier demuestra ser un gran narrador, recordándome su pluma a grandes como Chuck Palahniuk por la construcción de la historia, a Karel Capek por el estilo empleado y alguna reminiscencia de obras como Ubik o Una mirada a la oscuridad del icónico Philip K. Dick.

Novela con mucho ritmo y un final emocionante que sorprende por su estilo destacando la sutileza del autor como cronista de un futuro que no ha de llegar, puesto que ya es presente.