Bea Garaizábal es una abogada que un día se reinventó y se convirtió en chef. Era tal su pasión por la cocina que llegó a miembro de la Academia Madrileña de Gastronomía. Pero lo que más le divierte y apasiona es impartir clases de cocina. Labor que realiza como directora y profesora en la Escuela de Cocina TELVA. Pero Bea no se conforma con esto y como buena polifacética también es una gran fotógrafa gastronómica. Con su primera novela ha demostrado que también domina el arte de la escritura.
No hay más que ver alguno de sus vídeos para que nos encandile con la pasión que transmite sus recetas y el desparpajo que derrocha en ellas. Y es esto lo que ha volcado en las páginas de Con un par de yemas: Buen rollo y pasión.
Lo que nos cuenta en su libro es como a Cristina, profesora y socia junto a su amiga Cuca, de una escuela de cocina, en la que los números no salen, pero van sobreviviendo. De repente, su socia decide romper con todo y desaparecer, dejándola a ella frente a una escuela al borde de la quiebra. La solución que se le ocurre es impartir un curso de cocina canalla, con un selecto grupo de alumnos y venta on line del mismo.
Con miedo escénico no se ve impartiendo clases en solitario, pero poco a poco y gracias al grupo tan particular que forman sus alumnos, irá ganando confianza para salir adelante con un par de yemas.
La autora no pretende escribir la novela del siglo, solo contar una historia divertida, ágil y que enganche. Prueba superada. Mientras avanzas por su páginas, con una sonrisa perenne en los labios, vas leyendo y leyendo, y cuando te das cuenta, has acabado esta historia que rezuma «buenrollismo». No es necesario que sus personajes realicen grandes alardes, ni vivan aventuras épicas, son gente corriente que tratan de sacar sus vidas adelantes, como su protagonista, que trata de sobrevivir y llegar a fin de mes conservando su trabajo, como cualquiera de nosotros, con la única diferencia de que ella adora su trabajo.
Con una narrativa ágil, sencilla y desenfadada, nos lo pasamos muy bien con los chistes que introduce con habilidad en la trama. De esta forma consigue contar cosas no tan divertidas que inevitablemente existen y sufrimos, transmitiendo un halo de optimismo y su mensaje de que la vida te va según con la actitud como te la tomes. Todo ello sin rayar la frivolidad en ningún momento.
Los personajes que rodean a Cristina acabaran conquistándonos como a la propia profe de cocina. Un detalle que me ha encantado es como asocia la personalidad de cada uno de ellos a un plato, como por ejemplo a Cayetana, la señora de clase alta a la que define como «una tarta Saint Honoré clásica, con su nata perfectamente escudillada y unos moñetes como decoración que la hacen un poco cursi y delicada, pero, aun así, excelente».
Otro detalle destacable de esta novela —como buena profesora de cocina— es el de incluir al final del libro las recetas canallas que sus alumnos preparan a lo largo de la historia. A mí ya me está faltando tiempo para meterme con esa fideuá canalla.
Novela que transmite buenas sensaciones y optimismo; entretenida y que acabarás de una sentada, no solo por sus apenas doscientas páginas, sino por que la pillarás y no la podrás soltar hasta llegar a su final. Gustará a todo el mundo, seas una tarta Sacher, o como en mi caso, unos huevos fritos con chorizo.