La mala víctima, de Rosa Belmonte y Emilia Landaluce

Cada vez se publican más libros, tantos que casi se puede decir que ya son productos perecederos. Sus fechas de caducidad se van acortando a medida que se publican más y pierden el privilegio a lucirse en las estanterías, puesto que las novedades tienen más derecho a la exhibición. Esto, según mi opinión, va en detrimento de la calidad, por lo que cada vez es más complicado encontrar buena literatura. Tampoco recomiendo ir a lo seguro, puesto que entre tanto libro también se esconden buenas novelas, o al menos aquellas que satisfagan la experiencia y merezca la pena invertir nuestras cada vez más limitadas horas de lectura.

No es por echar flores a mi sector, pero una labor importante es la que realizan los críticos. Al menos los que expresamos nuestra objetiva opinión sin tener interés de ningún tipo ni con la editorial ni con el autor reseñado. Es cierto que por mi parte no leeréis una mala crítica de ningún libro, simplemente por que considero que escribir es una ardua tarea, y ninguno merece una mala crítica —o casi ninguno—, así que si la obra no me ha gustado, o no la considero lo suficientemente buena como para recomendarla, me limito a no escribir su reseña.

Pues en este mar infinito que se publica en la actualidad, hay factores en los que me fijo a la hora de escoger un título. Dentro de uno de los géneros que más me atraen, que es el noir o novela negra, es dónde se desarrolla la acción. Si transcurre en escenarios cercanos o que he visitado, es decir, que reconozca los paisajes, ya es un factor a su favor. No tiene que ver con aspectos chovinistas, simplemente me gusta imaginar que mi rutina y cotidianidad se vean alteradas con historias emocionantes más allá de cuando voy a por el pan o salgo hacia mi trabajo.

La mala víctima se desarrolla muy cerca de donde resido, por lo que todos los escenarios donde transcurre la trama son conocidos por mí. Rosa Belmonte y Emilia Landaluce han demostrado que también los conocen. Presumo que siendo una murciana y la otra madrileña, han debido de pasar mucho tiempo por estos rincones gaditanos, porque las descripciones de los lugares que visita Socorro, la protagonista y periodista de sucesos de la novela, pueden usarse como guía de ocio si tenéis la suerte de pasar aquí unas vacaciones.

Ambas autoras, con una gran experiencia como columnistas en importantes periódicos nacionales así como colaboradoras de las ondas, no es esta la primera novela que escriben al alimón. Anteriormente ya han publicado Sobre nosotras sobre nada. Una divertida novela sobre experiencias y vivencias del paso de la infancia a la madurez, o eso he leído en internet, ya que no he tenido la suerte de disfrutarla, pero habiendo leído La mala víctima, me lo creo, visto el desparpajo y la forma desenfadada con la que narran esta entretenida novela negra.

Odio decir que este libro es la lectura ideal para piscina y playa, puesto que si una historia engancha y entretiene da igual dónde la disfrutes, pero aquí he de claudicar, porque es la lectura perfecta para los ratos ociosos de la era estival por el mero hecho de donde se desarrolla, porque esas descripciones y lugares nos solo invitan a lo obvio en un libro de este género, que es descubrir al culpable, también lo hace a degustar los paisajes y rincones a los que alude la historia gracias a la forma contagiosa que tienen sus autoras a la hora de transmitir.

Y es que, como ellas, Socorro reside en un Madrid que en verano resulta asfixiante pero donde ella es feliz. Mientras, en una finca situada entre Sanlúcar y El Puerto aparece el cadáver de una bella joven con indicios de violación, convirtiéndose de inmediato en uno de esos casos mediáticos de los que tanto gustan a las audiencias más morbosas, por lo que el periódico decide enviar a nuestra protagonista a cubrir el hecho. A la periodista no le hace mucha gracia, ya que da la casualidad de que en la zona veranean las hermanas Laquerica, pertenecientes a la alta burguesía española que, junto a su hermanastro, son dueñas del periódico para el que trabaja y donde, para colmo, su madre forma parte del personal de servicio.

Tener que volver a esa vivienda de veraneo implica volver a recordar un pasado del que no se siente orgullosa por que aun le acompaña el complejo de sentirse de una escala social inferior, a pesar de que las hermanas la tratan con deferencia desde niña.

A diferencia de lo que nos tiene acostumbrados esta clase de tramas, Socorro no se convierte en una especie de detective en pos de la verdad. Aquí nos limitamos a acompañar a nuestra protagonista en su día a día a lo largo de su labor de informadora de los aspectos que rodean el crimen a medida que va contextualizando y dando personalidad a la víctima. Al realizar su labor, y a través de fuentes improvisadas, va desgranando el asesinato casi de forma pasiva, puesto que ella se limita a realizar su trabajo de la mejor forma posible, a la vez que intenta encontrar su lugar entre el mundo del que procede y en el que se mueve, donde sus complejos solo consiguen desubicarla.

Las autoras también nos muestran el día a día de esa trasnochada alta burguesía donde la frivolidad y las apariencias son la frágil fachada de familias desestructuradas y de personalidades cargadas de taras donde la falta de preocupaciones gracias a la situación acomodada dan lugar a otras carencias que marcan más y son más acuciantes.

Una novela divertida cuyo ritmo no decae en ningún momento que cumple a la perfección con su cometido, que no es otro que el de entretener y evadirnos.