Hablar de Ken Follet es hablar de uno de los best sellers más famosos, por lo que resulta algo redundante presentarlo. Aunque no te hayas leído ni una sola de sus novelas, sabes de sobras de quien se trata. Hasta ese punto tiene tal repercusión.
Más conocido por sus novelas históricas, es cierto que donde se ha cimentado su carrera ha sido sobre el género de espías. A este galés, lector precoz, le cambiaron la vida siendo un tierno prepuber las novelas de Ian Flemming y su protagonista Bond, James Bond. Varias de sus obras dentro de este género han sido adaptados a la pantalla.
Sin duda llegó a un público más amplio a raíz de Los pilares de la Tierra, novela que se mantuvo número uno en ventas durante diez años en la que narra la construcción de una catedral en el siglo XII, la cual convirtió en saga con la continuación compuesta por los títulos Un mundo sin fin, Una columna de fuego y Las tinieblas y el alba.
Ahora le llega el turno a La armadura de la luz, con la que ha declarado que pone punto y final a la famosa saga. A diferencia de las demás, su acción no se desarrolla en la Edad Media, dejando atrás ese tormentoso período histórico para meternos de lleno en una incipiente Revolución Industrial.
Todo comienza cuando el joven Kit y su madre, Sal, son testigos impotentes de la muerte de su padre por la incompetencia del terrateniente Riddick. A partir de entonces, a través de los ojos de estos y otros personajes observaremos el drástico cambio que sufrirá el mundo por medio de la irrupción de máquinas que abocarán a la obsolescencia del artesano como único capaz de ejercer un oficio. No siendo este el único hito histórico, puesto que no solo el individuo se verá expuesto a un nuevo modo de vida, también la política y la propia sociedad tendrá que irse adaptando a los nuevos tiempos provocados por cambios de gobiernos inducidos por la Revolución Francesa, como por guerras de mayores proporciones como fueron las napoleónicas. La vida de todos ellos girará en torno al ya mítico pueblo de Kingsbridge, nexo común de la serie Los piares de la Tierra.
Hay que reconocer que Los pilares… dejaron el listón muy alto, y que alguna novela predecesora no ha estado a la altura, llegando incluso a provocar tedio, pero aquí nos alegra reencontrarnos con el mejor Follet. No decepciona, y ya desde la primera página hace sufrir a sus protagonistas, y con ello al propio lector, porque si en algo destaca el autor es en hacérselas pasar canutas a sus personajes. También se agradece ese soplo de aire fresco al salir del periodo más oscuro de la humanidad, y aunque aquí, gracias a su minuciosa pluma, sigamos notando el hedor y la miseria que retrata, sentimos, como si un halo de luz se tratara, el progreso que alivia el peso de las tinieblas a los que aludía el título de la anterior novela, y que en esta nos viste con esa armadura de la luz que se menciona en Romanos 13, 12 y que el autor señala. De donde surge el título de este último trabajo.
Otra señal de esa transición histórica es lo que recrea Follet recordándonos a través de la vida de sus personajes es que gracias a unas pocas personas valientes que sacrificaron sus vidas por el avance en cuestiones sociales, cundo lo fácil hubiese sido agachar la cabeza y seguir subyugado al poder de los déspotas y tiranos.
Gracias a Napoleón y su beligerante complejo, Follet cruza el canal llevándonos al viejo continente. Junto a él recorremos los lugares más emblemáticos y viviremos las batallas más famosas que acontecieron contra el famoso corso. Entre esos lugares, cómo no podía ser de otra manera, se encuentran Madrid, Vitoria, Valladolid y otros escenarios que ocupan un lugar tan destacado en la Historia.
Otro rasgo a destacar de este magnífico autor es esa habilidad, donde sin prescindir de la minuciosidad, narra lo más cruento de la guerra, impresionándonos sin resultar escabroso o desagradable, y como del mismo modo describe sus escenas de sexo, nunca gratuitas y dotadas de tal elegancia que una sola de sus descripciones posee más valor que todas las sombras juntas de un tal Grey, por poner un ejemplo popular.
Novela histórica con mayúsculas, porque si por algo es famoso este escritor es por su celo a la hora de investigar para sus obras, siendo consciente de la gran labor que realizan los historiadores buceando por un sinfín de vestigios, en su mayoría tediosos, pero cuya labor es imprescindible, y no en vano les ha dedicado esta novela a esos profesionales.
Novela que cumplirá las expectativas del lector más exigente y que es un delicioso reencuentro para el seguidor de su serie que comenzó allá por el lejano año 1991 del siglo anterior, pero que lectores que por primera vez se embarcan en este maravilloso universo, no les será necesario haberse leído las anteriores, puesto que el único nexo en común es la ciudad de Kingsbridge y su catedral, aludiendo a las anteriores solo con la mención de algún antepasado de forma anecdótica. Ya seas conocedor de su obra o nuevo lector, lo que sí está garantizado es el amor que sentirás por los personajes que habitan estas páginas, como nos enamoramos de los personajes que habitaron los anteriores libros, y que al igual que todos ellos, esas ochocientas páginas se nos antojarán muy breves.