La muerte del hipster de Gascón, Daniel
Tras una ruptura con su novia, desencantado de la vida moderna y ansioso por encontrar la autenticidad y la comunión con la naturaleza, Enrique Notivol abandonó Madrid y se instaló en el pueblo de su tía en Teruel. Tenía grandes planes: huertos colaborativos, gallineros no heteropatriarcales y talleres de nuevas masculinidades. Contra todo pronóstico, llegó a ser alcalde y encontró el amor con Lourdes, la dueña del bar de la carretera.
Ahora la pandemia amenaza el mundo tal y como lo conocemos y gestionar el confinamiento en una zona despoblada tiene complicaciones inesperadas. Debe actuar ante el desafío secesionista de las Masías de la Rambla, solventar las dificultades de la campaña de vacunación, presentar un proyecto para acceder a los fondos europeos y gestionar el toque de queda, pero Enrique y los cañadienses idean soluciones imaginativas para sortear estos problemas, como la autodeterminación horaria, que permite a cada uno vivir en la hora que le apetezca.
Sin embargo, hay algo para lo que quizá el hipster no esté preparado: la llegada de los urbanitas -y de su exnovia- que, hartos de la ciudad asolada por la Covid-19, pretenden invadir su tranquilo rincón de la España vacía.
Con un protagonista irritante y entrañable, una especie de Quijote posmoderno rodeado de personajes que son extravagantes sin saberlo, La muerte del hipster es una novela divertidísima que ofrece un retrato esperpéntico y lúcido de nuestra sociedad, sus debates y sus obsesiones.
Un cambio de verdad de Martínez, Gabi
En pleno invierno, Gabi Martínez se instala como aprendiz de pastor en la Siberia extremeña para experimentar la forma de vida que su madre conoció de niña. Allí sobrevive en un refugio sin calefacción ni agua corriente, al cuidado de más de cuatrocientas ovejas. Pronto conoce a los habitantes de la zona y va impregnándose de sus diferentes maneras de entender el campo. Es entonces cuando decide afrontar un cambio aún mayor. Uno de verdad.
A través de una experiencia radical, este libro despierta nuestra conciencia ambiental, nos conecta con aquellos que nos precedieron y nos ayuda a comprender nuestro presente para transformarlo en un estilo de vida más sencillo, en armonía con la naturaleza.
Gabi Martínez convierte el género del nature writing en alta literatura en estas páginas que son la crónica de un autoaprendizaje. El legado de un comunicador y naturalista apasionado como Félix Rodríguez de la Fuente, los efectos del cambio climático en el entorno y la resistencia heroica de quienes proponen formas sostenibles de producción son algunas de las claves de este relato surgido del propio territorio. Esta lectura que apela a los sentidos nos acerca a agricultores, pastores, ecologistas, hombres y mujeres que subsisten en un paraje natural desconocido de la geografía española.
La casa de mi padre de García Sánchez, Javier
Serafín, último vástago de una familia a la que secularmente se conoció como los Burros, pues su apellido real era Burón y siempre se dijo que tenían el carácter peleón, así como la apostura guerrera, regresa al pueblo de sus antepasados para aislarse y escribir su tesis doctoral. Le acompaña su novia, y habitan la casa que el padre de Serafín logró construir tras toda una vida de trabajo y ahorros. Serafín, por lo menos en términos anatómicos, nunca estuvo a la altura de los miembros más celebérrimos de dicha estirpe. Veedor impenitente y tranquilo de cuantos sucesos la vida le depara, es más bien menudo y de débil complexión. Culto y tímido, con un futuro prometedor como científico, pronto se obsesionará con los habitantes del pueblo que, desde época inmemorial, tienen un dicho que constituye la esencia de su ser en el mundo: ‘La vaca, tudanca / el vino, tinto / la mujer, callada’. Y sufrirá un descalabro mayor cuando le anuncien que la nueva autovía que unirá la capital provincial con la capital del Estado pasa justamente por donde se encuentra la casa de su padre.
Después del tour de force de Robespierre, Javier García Sánchez se sumerge, en ésta su nueva obra, en la España rural para describir con un ácido sentido del humor y un lenguaje literario de gran expresividad y riqueza el choque entre la vida tradicional en el universo cerrado de los valles más recónditos del norte peninsular, y la España del pelotazo, de la construcción sin freno y del expolio de la naturaleza. Minuciosa radiografía del proceso de desintegración de todo un tiempo y un lugar, estamos ante una magnífica novela que, con una sonrisa en los labios, destripa ambos mundos sin piedad, sacando a relucir la lucha por el poder que reina en uno y otro, y la voluntad de sobrevivir aunque ello suponga la aniquilación moral de los demás o la propia.
Lejos de Ribas, Rosa
En una urbanización en medio de la nada, una de las muchas que se construyeron en España hace años, vive una pequeña comunidad de vecinos que procura llevar una vida normal, a pesar de vivir lejos de todo. Entre ellos, la protagonista de la novela, una mujer recién separada, volcada en el trabajo y en alejar el desánimo de su vida. Más allá de la urbanización que se prometía lujosa, entre calles asfaltadas y rotondas que no conducen a ninguna parte, se alzan viviendas sin acabar y sin vender, lugares amenazantes porque pueden estar ocupadas por personas que no se dejan ver. Precisamente a una de esas viviendas va a dar un hombre que parece arrastrar un secreto, y con él un miedo y una angustia. Con un planteamiento de una originalidad desarmante, y un escenario imposible de olvidar, esta nueva historia de Rosa Ribas, atmosférica, inquietante, adictiva, repleta de sorpresas, nos regala también una inesperada historia de amor.
Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Manuel acuchilla a un policía antidisturbios que quería pegarle. Huye. Se esconde en una aldea abandonada. Sobrevive de libros Austral, vegetales de los alrededores, una pequeña compra en el Lidl que le envía su tío. Y se da cuenta de que cuanto menos tiene, menos necesita. Un thriller estático, una versión de Robinson Crusoe ambientada en la España vacía, una redefinición del concepto «austeridad». Una historia que nos hace plantearnos si los únicos sanos son los que saben que esta sociedad está enferma. Santiago Lorenzo ha escrito su novela más rabiosamente política, lírica y hermosa.
El peso de la nieve de Guay-Poliquin, Christian
El peso de la nieve narra, en primera persona, en una cuenta atrás articulada en capítulos breves, la historia de dos hombres obligados a vivir aislados en una vivienda abandonada en medio del bosque durante todo un invierno especialmente duro. En la aldea la electricidad lleva meses cortada, los víveres escasean y las relaciones entre los vecinos son cada vez más tensas. El protagonista de la novela es un joven forastero al que estos han rescatado tras un violento accidente de tráfico. No puede moverse, durante las primeras páginas de la historia ni siquiera es capaz de hablar. Será confiado a los cuidados del viejo Matthias, que se halla en el pueblo en contra de su voluntad, obligado por el invierno a interrumpir el viaje que lo llevaba a la cabecera de su mujer enferma en una ciudad lejana.
Hacia rutas salvajes de Jon Krakauer
¿Por qué un joven que acababa de graduarse decide cortar todos los lazos con su familia y perderse en una región inhóspita?
En abril de 1992, Chris McCandless, de 24 años, se internó solo y apenas equipado en tierras de Alaska. Había regalado todo su dinero y abandonado su coche, y soñaba con una vida en estado salvaje. Cuatro meses más tarde, unos cazadores encontraron su cuerpo sin vida. Su historia, difundida en un reportaje de Jon Krakauer, suscitó una agitada polémica, para unos, era un intrépido idealista; para otros, un loco y un ingenuo sin el menor conocimiento de la naturaleza.
Antes de desaparecer, Chris McCandless escribió a un amigo: «No eches raíces, no te establezcas. Cambia a menudo de lugar, lleva una vida nómada… No necesitas tener a alguien contigo para traer una nueva luz a tu vida. Está ahí fuera, sencillamente.»
El 18 de enero de 2008 se estrenó en España la película basada en este libro, dirigida por Sean Penn
Y para conocer los desafíos de la vida campestre
El leñador de Michal Witkowski
A finales de otoño, el protagonista y narrador, Michal Witkowski, se retira a un resort turístico de playa, totalmente solitario en esa época del año, para escribir la novela que le proporcionará dinero, fama y todos los premios literarios.
Se aloja en una pequeña casa en medio del bosque pero le cuesta avanzar con el libro, ya que su atención se centra en su depresivo anfitrión, Robert (“el Leñador”). Michal, intrigado con este personaje y siguiendo la pista de una fotografía, inicia una investigación que le conducirá a un antiguo centro de ocio de la época comunista y al olvidado caso de la desaparición de una belleza local.
De una forma de lo más excéntrica y con la colaboración de los arquetípicos y grises personajes que se encuentra, Michal indaga en el pasado de “el Leñador”.
Suyos eran los pájaros de Vartio, Marja-Liisa
¿Qué pueden decirnos del mundo y de nosotros mismos Adele, la poco convencional viuda de un pastor, y su criada Alma, habitantes de una remota aldea finlandesa de principios del siglo XX? Gracias al apabullante virtuosismo de la narración de Marja-Liisa Vartio, todo, o casi todo. En estas páginas escritas en estado de gracia, aprendemos sobre los secretos, las mentiras y las medias verdades; sobre amores, odios y rencores; sobre la locura y el aislamiento, pero también sobre el consuelo que nos concede la naturaleza y sobre la importancia de sentirnos acompañados. En el corazón del libro late también la pasión por los pájaros: el pastor era un hombre cultivado y un exquisito ornitólogo, obsesionado con la colección de aves que había logrado reunir. Considerado un excéntrico entre sus feligreses, era igualmente reconocido como un hombre sabio, elevado. Pero todo cambiará cuando él muera y sea una mujer, su viuda, la heredera de esa colección… Pues en «Suyos eran los pájaros» son tan importantes los pájaros como el posesivo que encabeza el título: ¿quién posee las cosas? ¿Por qué pasan de padres a hijos? ¿Qué ocurre con las hijas, las hermanas? ¿A qué indecible soledad condena esto a las mujeres? Plumas, picos, graznidos, glugluteos y garras puntúan las infinitas conversaciones de Alma y Adele, mordaces y a veces hasta crueles, pero no exentas de un fino sentido del humor. Un cisne y un mochuelo boreal serán protagonistas recurrentes del prodigioso diálogo entre ambas, y también responsables de que sus palabras, tan a menudo, alcen el vuelo.