Los 10 libros recomendados de la semana

Space Invaders de Nona Fernández

«Recordar es un verbo, un acto presente. Cuando recordamos volvemos a vivir en parte lo que ocurrió y a la vez lo confrontamos con el momento presente en el que estamos. Resignificamos. Pasado y presente se funden en ese ejercicio de sueño y recuerdo. Las voces de “Space Invaders” están condenadas a un sueño, no logran despertar pese a que ya son adultas. El sueño se repite y se repite. Hay algo ahí que no se resuelve. Que pese al tiempo no las deja tranquilas. En Chile pasa un poco eso. Las huellas de ese sueño están en nuestros cuerpos y no podemos dejarlo atrás. Se repite y se repite. Es un sentimiento de vértigo y pesadilla el que me invade cuando pienso en las voces atrapadas de “Space Invaders”. […] Ahí di con algo que ha sido un eje de investigación desde entonces. La imposibilidad de construir recuerdos únicos, verdades selladas u oficiales. Entonces se abrió mi interés por intentar comprender nuestros procesos de recuerdo colectivos y personales. Cómo recordamos, qué recordamos cuando recordamos, qué ficcionamos, qué olvidamos, qué es recordar en conjunto y, sobre todo, la dificultad de generar un recuerdo colectivo.» Nona Fernánde

Incendio mineral de María Ángeles Pérez López

Sólo puede hacerlo quien ha construido un nombre, esa voz cuya expresión se manifiesta dueña de una conciencia, ya no colectiva sino individual, la que se sabe hija, madre, mujer, descendiente de y a la vez responsable de modificar costumbres y cuestionamientos poético-filosóficos. Incendio mineral es una reflexión sobre el tiempo y del fundirse la poeta en él para abrazar lo individual y lo universal, lo cotidiano que es sustancia entre pasado y presente. Sus poemas nos clavan la daga en donde más duele: ¿qué hemos hecho por la dignidad del ser humano, la de los otros, la nuestra, con nuestro nombre que lleva inscrita la propia identidad?: «¿Y si eres nadie?». «¿Y si nadie somos todos?».

La canción de NOF4 de de Raúl Quinto

Sobre la vida y obra de Fernando Oreste Nannetti (NOF4), la escritura y la locura.

Fernando Oreste Nannnetti (1927-1994) padecía esquizofrenia y pasó la mitad de su vida recluido en el pabellón penitenciario del manicomio de Volterra, en cuyo muro escribió un libro de más de setenta metros de largo ayudándose con la punta metálica de la hebilla del chaleco de su uniforme. La canción de NOF4 se sumerge en la vida y en los escritos lapidarios de Nannetti, e indaga, con aliento híbrido entre la biografía, el ensayo y el poema en prosa, cuestiones esenciales de la naturaleza humana como el origen y sentido de la escritura, los límites de la locura, la soledad o la creación artística.

Mi Dios no ve de Raúl Zurita

En 1969 Raúl Zurita empieza a escribir El sermón de la montaña, su primer poema. Deja ya patentes buena parte de sus inquietudes creativas: la reflexión sobre lo transitorio y lo efímero, la experiencia del yo y especialmente la búsqueda, a través de la poesía, de mantras contra el dolor. Todas ellas se desarrollan en Mi Dios no ve, un itinerario documental por las más de cinco décadas que el chileno ha consagrado a la escritura. Mi Dios no ve incluye poemas, relatos autobiográficos, fragmentos de entrevistas, traducciones. Y también imágenes de sus intervenciones de land art, de acciones performativas sobre su propio cuerpo y de otras incursiones en el arte contemporáneo. El libro reclama, así, el reconocimiento de Zurita no sólo como gran poeta, sino como artista total.

Las horas han perdido su reloj de Grafton Tanner

La nostalgia es una de las emociones más representativas de nuestra era. El deseo colectivo de aferrarnos a la supuesta sensación de comodidad, certeza y protección de épocas pasadas se manifiesta de muchas formas distintas: vivimos rodeados de objetos que habían quedado en desuso, se hacen remakes de películas antiguas (y se reanudan célebres series televisivas de antaño), se escucha y se imita la música de otras épocas y se recurre constantemente al estilo y la iconografía de décadas pretéritas. Por su parte, los políticos conservadores lanzan continuamente promesas de volver a un pasado mejor. Parece que, a medida que la sociedad pierde la confianza en un futuro amenazado por el cambio climático y las crisis económicas, el regreso al pasado se convierte en una tentación cada vez mayor, cosa que las élites dominantes explotan para su propio beneficio.

Pero ¿quién está realmente detrás de este discurso? ¿Hasta qué punto nuestro mundo se está convirtiendo en un lugar cada vez más polarizado, peligroso e incapaz de resolver sus problemas reales? Y, sobre todo, ¿habría que intentar extirpar la nostalgia, o es posible utilizar este sentimiento tan poderoso para avanzar hacia un futuro mejor? En este exhaustivo y brillante ensayo, Grafton Tanner recorre la historia del siglo XXI siguiendo el rastro de la nostalgia –que empezó a manifestarse con la caída de las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001–, para demostrar que esta no es solo una consecuencia de nuestro presente inestable, sino también una defensa contra él. Las horas han perdido su reloj es, finalmente, un llamado urgente y necesario a que nos tomemos en serio la nostalgia, pues nuestro futuro depende de ello.

La comemadre de Roque Larraquy

1907. Un sanatorio en la periferia de Buenos Aires. Un joven doctor se embarca junto a sus colegas en una serie de experimentos que pretenden arañar el velo que separa la vida de la muerte. En el proceso, descubre la pasión en la persona de la jefa de enfermeras. Algo más de un siglo más tarde, en 2009, un artista consagrado en busca del tránsito estético definitivo desgrana las circunstancias que lo condujeron hasta aquí. En su órbita, dos figuras problemáticas: el doble y el primer amor. Traducida a siete lenguas y finalista del National Book Award en el año de su aparición en Estados Unidos, la primera novela de Roque Larraquy lo ha aupado a un lugar privilegiado de la narrativa latinoamericana contemporánea que sus siguientes obras no han hecho sino confirmar. Tan cruel como deliciosa, La comemadre es una obra inclasificable, ambigua y memorable. En palabras del autor: «Ciencia y arte, de las que hay muy poco en la novela, son pretextos para preguntarme de qué modo el presente reescribe el pasado, de qué modo el pasado sobrevive en el presente».

Nuestro corresponsal en el vacío de Dimitri Verhulst

Alcohólico y cocainómano, Dimitri Verhulst teme seguir los pasos de su padre, otro borracho terminal muerto de cáncer prematuramente. Esa espada de Damocles, esa predisposición a la adicción y al cáncer —ese bulto en la garganta— que es la senda de su progenitor, lo acompaña constantemente, por todas las habitaciones de hotel solitarias y ferias de libro de medio mundo, saltándose noches de sueño en aseos de bares por los que pasa coleccionando fracasos, esnifando y bebiendo hasta vaciarse. Cuando descubre que Hollywood es un barrio de chabolas para ricos, ya no queda nada más que decir. Con un nihilismo que busca el cero absoluto, Verhulst persigue, escribiendo, el origen de sus pulsiones, algo que solo al final de este libro descubrirá y que, quizás poniéndolo por escrito, consiga exorcizar y así salvarse

Nací de Georges Perec

Deliciosos textos breves de Perec sobre la memoria y la escritura: recuerdos, deseos, sueños, proyectos… 

Este libro aborda uno de los temas que obsesionaron a Georges Perec, y sobre los que este construyó una parte relevante de su fascinante literatura: la memoria. Los textos aquí reunidos evocan y enumeran recuerdos, tanto personales (su nacimiento, una escapada infantil a los once años por las calles del París de la posguerra, un salto en paracaídas que rememora en estado de ebriedad durante una reunión de escritores…) como colectivos (la emigración judía a Estados Unidos, vinculada con su proyecto de libro y película sobre Ellis Island).

Hay también en estas páginas sueños y reflexiones sobre los recuerdos reales y ficticios, sobre cómo nacen y cómo los articulamos, además de apuntes sobre proyectos que le rondaban por la cabeza a Perec, que se los cuenta al editor Maurice Nadeau en una carta, y una de esas listas a las que eran tan aficionados él y otros miembros del OuLiPo. La que aquí se incluye consigna treinta y siete cosas que el autor quiere hacer antes de morir, entre otras visitar el Museo del Prado, beber ron de una botella rescatada del fondo del mar como el capitán Haddock, aprender el oficio de impresor, escribir una novela de ciencia ficción, emborracharse con Malcolm Lowry, conocer a Nabokov…

La temprana muerte de Perec dejó inconclusa una obra que explora como pocas las posibilidades de la escritura concebida como juego y experimentación. Los textos recopilados en este volumen nos devuelven al Perec más inteligente, ingenioso, lúdico y lúcido, que se sirve de la escritura para fijar la memoria y no deja de indagar en las formas literarias. Y es que, en palabras del propio autor, «el libro es la huella de esa búsqueda infructuosa bajo la que aparece en forma de filigrana el recorrido de la escritura en busca de su verdad: un juego con unas reglas muy sencillas, pero en el que la partida resulta desesperadamente complicada.»

Zama de Antonio Di Benedetto

La historia de un funcionario español en Paraguay en el siglo XVIII, que espera su traslado a Buenos Aires. Una de las grandes novelas del siglo XX en lengua española. «Zama» es la novela de un exiliado castizo, con un lenguaje intemporal y arcaico, por momentos cercano al del Siglo de Oro. Se trata de un libro perfecto, donde la cualidad filosófica se desprende naturalmente de una prosa deslumbrante. «“Zama” es, por ciertos aspectos de su concepción narrativa, comparable a las obras mayores de la narrativa existencialista, como «La nausea» y «El extranjero». Yo creo, sin embargo, que por las circunstancias en que fue escrita y la situación peculiar de la persona que la escribió, “Zama” es en muchos sentidos superior a esos libros.» Juan José Saer.

Kuxmmannsanta de Angélica Liddell

Este libro muestra como ningún otro la poética transgresora de Angélica Liddell. Una épica de la interioridad llevada al extremo, hasta desbordarlo. Por medio de un territorio inventado pero no por ello irreal, Kuxmmannsanta (un lugar donde la belleza nace de la injuria misma), la autora se despelleja y despelleja al mundo en carne viva. Lo hace desenfrenando lirisimo, brutalidad, piedad, compasión y también humor. Hace de la transgresión y la incomodidad un manifiesto artístico. «Sí, escribo. No sé escribir, pero escribo. Publicar es mi manera de guardar los secretos. Expresar los sentimientos íntimos no significa en absoluto exhibicionismo narcisista, ni mucho menos. La literatura es ese agujero en la pared de un palacio de Camboya que preservará eternamente un secreto, lo custodiará para los miles de millones de personas que jamás lo leerán. Escribir pensando en los lectores es vanidad. Desde hace tiempo trabajo en desterrar ese impedimento de mi corazón. Prefiero pensar en los que nunca leen porque me hacen más libre». «Yo canto, al igual que Carson McCullers, al artista irresponsable, al que vive en el desequilibrio, golpeando los hierros en la fragua de un más allá. […] No se han censurado solamente las conductas sino la capacidad de imaginar, de reconocer nuestro origen. Morir es nuestro origen. Si no reconocemos nuestras sombras por nosotros mismos tampoco podemos reconocerlas en una obra».