Aparte de ser un novelista prolífico, Philip K. Dick también escribió más de ciento veinte relatos cortos. Entre todos ellos, diez fueron los elegidos para ser adaptados para la serie de televisión Electric Dreams, emitidos a través de Chanel 4 y que podemos disfrutar a día de hoy a través de Amazon Prime.
Entre los guionistas y responsables de cada uno de los episodios basados en estos cuentos, encontramos a nombres más que de sobras conocidos dentro de la Industria, como por ejemplo: Michael Dinner, director de la mítica «Aquellos maravillosos años»; David Farr, creador de la serie Hanna; Kalen Egan, productor de «El hombre en el castillo», adaptación de la novela del propio Dick; Mathew Graham, creador de la serie «Life of Mars» y de su remake «Ashes to ashes»; Tony Grisoni, guionista de «Miedo y asco en Las Vegas». Sirvan estos nombres solo como muestra del talento que se esconde detrás de esta serie, y lo que es más importante, de los relatos escogidos por ellos del amplio repertorio del escritor. Autores que confiesan haberse dejado llevar por el corazón a la hora de adaptar estas historias. Han tratado de plasmar lo que sintieron la primera vez que lo leyeron o interpretaron, como confiesa el propio Graham, que malinterpretó la idea de K. Dick en su «Fabricante de capuchas», y fue de ese error, del que salió años después, la adaptación que ha querido llevar a su episodio. Con esto queda demostrado el cariño y cuidado que han puesto estos creadores a la hora de elegir estos relatos. Ellos mismos explican el porqué ha elegido el suyo en concreto y qué significa ese texto para él en forma de introducción antes de comenzar cada cuento. Yo quizá hubiera situado la introducción de ellos al final de cada uno en forma de epílogo, porque así el lector puede crearse su propia conclusión sin ningún tipo de influencia externa, y a continuación compararla con la del guionista correspondiente.
De Philip K. Dick ya se puede decir poco a estas alturas que no se haya dicho ya. Pero yo he de destacar que me gusta más su trabajo de los primeros años, ya que después fue desvariando un poco, debido a los problemas psicológicos y a la influencia religiosa en su trabajo de los últimos años. Es por ello por lo que me alegro de que estos relatos elegidos fuesen escritos entre los años 1953 a 1955, donde vemos a un Philip más divertido y tal vez menos pesimista, pero siempre con un agudo sentido de la observación, que tal vez le ayudó a que su obra llegase a ser incluso premonitoria, como demuestra en muchos de estos relatos.
En ellos aparecen ya señas que marcarán su trayectoria, en los que destaca la exploración y colonización de otros planetas, así como la tecnología exacerbada y consciente de su propia existencia. Algunos de ellos me ha llegado a sorprender por el acierto visionario, como en «Foster, estás muerto», en el que nos señala como el miedo a un ataque nuclear es aprovechado por el mercado. Engañados por el espejismo de la necesidad imperiosa de tener que comprar, haciéndonos caer en la falsa sensación de seguridad, y que todo ese gasto melifluo es por y para nuestro bien; o en el magnifico «Autofab», adelantándose a su época y advirtiéndonos del posible agotamiento de nuestros recursos naturales a causa del consumismo desmesurado y a la fabricación exagerada de productos que no necesitamos, llegando incluso más allá, previendo la aparición de la cadena de distribución de esos productos mediante inteligencia artificial autosuficiente. Hoy día más de uno puede hacerse una idea de a qué multinacionales podemos aludir en eso de entregar a la puerta de casa todos los productos que podamos imaginar, o peor aún, creamos necesitar.
Me ha sorprendido la similitud en la idea del que lleva por título «El padre cosa», con la novela «La invasión de los ladrones de cuerpos» de Jack Finney. Puesto que Dick escribió este cuento en 1954 y la novela de Finney en 1955 me hace pensar si este último no se inspiró en el relato o ambos autores tuvieron la misma fuente. En otros de estos relatos cortos como «El fabricante de capuchas» encontramos crítica social en la que la individualización y el pensamiento propio llega a ser un peligro para el status quo de los poderosos, y de cómo nuestros semejantes se convierten en los vigilantes de esa misma élite que los oprime. Y como de Philip K. Dick se trata, no podía obviar el tema psicológico, como comprobamos en «Humano es» en el que demuestra que preferimos el autoengaño siempre que sea mejor que la propia realidad.
Este recopilatorio, aparte de hacer la delicias de los admiradores de Philip K. Dick, así como de cualquier amante de la ciencia ficción, también es una magnifica guía si decides adentrarte en la serie que adapta estos relatos. Aunque ya sabemos que siempre terminaremos con esa frase lapidaria: Me gusta más el libro.