Duelen, pero te alegrarás de haberlos leído.
1. ‘Años luz’, de James Salter
Años luz traza con exquisita sensibilidad los límites y contradicciones de ese estado evanescente de plenitud y bienestar que llamamos felicidad y que anida en lo más profundo de todo ser humano.
La escritura diáfana, leve y luminosa de Salter nos asoma al interior del matrimonio de los Berland, cuya vida transcurre entre Manhattan y una vieja casa al norte de Nueva York. Allí, en una suerte de paraíso natural, rodeados de prados y con vistas al río Hudson, Viri, arquitecto al que le apasiona su profesión, y Nedra, una mujer de marcado carácter y una rara elegancia, disfrutan de los paseos, las cenas con amigos y los incontables momentos de sosiego dedicados a jugar con sus dos hijas. Sin embargo, detrás de esta apariencia idílica, el lector descubre las finas líneas de fractura que asoman en la superficie y se van convirtiendo en grietas hasta que, finalmente, desfiguran el paisaje sin posibilidad de reparación.
El amor difuminado por el paso del tiempo, como gran protagonista, aguarda a los personajes para envolverlos en una luz final, vespertina, sin retorno.
2. ‘Expiación’, de Ian McEwan
Vacaciones de verano de 1935. En la casa de campo de la familia Tallis, el señor se encuentra en Londres y la madre se ha encerrado en su habitación con migraña. Briony, la hija menor, observa desde una ventana cómo el intenso calor empieza a teñir de amarillo la finca. Cecilia, su hermana, se sumerge en ropa interior en el agua de la fuente ante la perpleja mirada de Robbie Turner, el hijo de la criada.
Esta escena muda destapará las pasiones ocultas de todos los personajes y romperá la apacible convivencia de los habitantes de la mansión. Comienza así una perdurable historia de amor que nos envuelve y que recorre todo el libro. La observadora se convierte entonces en la «autora» de esta historia, que combina la perspectiva del niño con la prosa del adulto y juega siempre a mezclar realidad y ficción. Hacia el final de la obra, Briony sabrá expiar sus culpas ingresando como enfermera en uno de los muchos hospitales londinenses que acogen la avalancha de heridos procedentes de las playas de Dunkerque. Uno de ellos es el propio Robbie Turner; otro, el sargento McEwan, padre de Ian.
Una obra maestra en la que conmoción, amor, culpa y sacrificio discurren en torno a unos personajes tan profundos como el propio narrador.
3. ‘Chump Change’, de Dan Fante
Tras una borrachera salvaje que acaba en tentativa de suicidio, Bruno Dante es internado por tercera vez en la unidad de alcohólicos y enfermos mentales del Hospital San Giuseppe di Cupertino en el Bronx. Mientras se recupera le llegan malas noticias de la Costa Oeste: su padre, el escritor y guionista Jonathan Dante, con el que nunca se ha llevado bien, está gravemente enfermo y los médicos le dan pocos días de vida. Llamado a rendir un último homenaje al padre, Bruno Dante abandona antes de lo previsto el hospital y emprende un viaje de costa a costa en compañía de su odiada mujer.
Un padre genial, rudo y con un carácter horrible: Jonathan Dante. Un hijo lleno de talento que se pierde en el alcohol, el sexo y la depravación: Bruno Dante.
4. ‘Verde agua’, de Marisa Madieri
Este relato-diario ha sido definido por la crítica italiana como un pequeño clásico contemporáneo. El hilo conductor de la narración es el éxodo de los italianos de Fiume, ciudad que en 1947 pasó a Croacia, dentro de la antigua Yugoslavia. Marisa Madieri vuelve a encontrar en la memoria los episodios trágicos y cómicos que marcaron su infancia, las personas con las que creció como la inolvidable abuela Quarantotto- y el ambiente del Silos de Trieste, «un paisaje vagamente dantesco, un nocturno y humeante purgatorio», en el que vivió junto con otros refugiados hasta hacerse adulta. A medida que el relato avanza, la escritura, precisa y sutil, revela una tensión entre la reapropiación del pasado y la incertidumbre frente al futuro, que desemboca en una actitud valiente y generosa ante la vida.
5. ‘Carta de una desconocida’, de Stefan Zweig
«Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una respuesta; cuando esto que ahora me sacude con escalofríos sea de verdad el final. En el caso de que siguiera viviendo, rompería esta carta y continuaría en silencio, igual que siempre. Si sostienes esta carta en tus manos, sabrás que una muerta te está explicando aquí su vida, una vida que fue siempre la tuya desde la primera hasta la última hora».
6. ‘Los restos del día’, de Kazuo Ishiguro
Inglaterra, julio de 1956. Stevens, el narrador, durante treinta años ha sido mayordomo de Darlington Hall. Lord Darlington murió hace tres años, y la propiedad pertenece ahora a un norteamericano. El mayordomo, por primera vez en su vida, hará un viaje. Su nuevo patrón regresará por unas semanas a su país, y le ha ofrecido al mayordomo su coche ?que fuera de Lord Darlington? para que disfrute de unas vacaciones. Y Stevens, en el antiguo, lento y señorial auto de sus patrones, cruzará durante días Inglaterra rumbo a Weymouth, donde vive la señora Benn, antigua ama de llaves de Darlington Hall. Y, jornada a jornada, Ishiguro desplegará ante el lector una novela perfecta de luces y claroscuros, de máscaras que apenas se deslizan para desvelar una realidad mucho más amarga que los amables paisajes que el mayordomo deja atrás. Porque Stevens averigua que Lord Darlington fue un miembro de la clase dirigente inglesa que se dejó seducir por el fascismo y conspiró activamente para conseguir una alianza entre Inglaterra y Alemania. Y descubre, y también el lector, que hay algo peor incluso que haber servido a un hombre indigno…
7. ‘Noches azules’, de Joan Didion
Un relato autobiográfico lleno de dolor y de belleza sobre la muerte de su hija, por la autora de El año del pensamiento mágico.
«Durante las noches azules uno piensa que el día no se va a acabar nunca. A medida que las noches azules se acercan a su fin (y lo hacen, lo hacen siempre), uno experimenta un escalofrío literal, una visión de enfermedad, en el mismo momento de darse cuenta: la luz azul se está yendo, los días ya se están acortando, el verano se ha ido. Este libro se titula Noches azulesporque en la época en que lo empecé a escribir sorprendí a mi mente volviéndose cada vez más hacia la enfermedad, hacia la muerte de las promesas, el acortamiento de los días, lo inevitable del apagamiento, la muerte de la luz. Las noches azules son lo contrario de la muerte de la luz, pero al mismo tiempo son su premonición.»
8. ‘Desgracia’, de J.M. Coetzee
Una historia profunda, extraordinaria, que por momentos atenaza el corazón,
y siempre, hasta el final, subyugante.
A los cincuenta y dos años, David Lurie tiene poco de lo que enorgullecerse. Con dos divorcios a sus espaldas, apaciguar el deseo es su única aspiración; sus clases en la universidad son un mero trámite para él y para los estudiantes. Cuando se destapa su relación con una alumna, David, en un acto de soberbia, preferirá renunciar a su puesto antes que disculparse en público. Rechazado por todos, abandona Ciudad del Cabo y va a visitar la granja de su hija Lucy. Allí, David verá hacerse añicos todas sus creencias en una tarde de violencia implacable.
Desgracia, que obtuvo el prestigioso premio Booker, es una historia profunda y extraordinaria que no dejará indiferente al lector.
9. ‘Vía Revolucionaria’, de Richard Yates
«La excitación que uno experimenta al leer a Yates es la euforia que uno siente al encontrar, reconocer y abrazar la verdad. ¿No es una verdad agradable? Lo siento mucho. El reconocernos en la ceguera, las necesidades, las soledades y hasta en la crueldad de los personajes de Yates tendrá que bastarnos.»
Richard Russo
Los años 50 retratados por Richard Yates tienen demasiados parentescos con los tiempos que vivimos. El aislamiento que nace de la comodidad. La incomunicación que produce la falta de sentimientos sinceros. La pérdida, muchas veces inconsciente, de valores que en algún momento parecían fundamentales.
Brillantes y confundidos, Frank y April Wheeler tratan de sostener sus ideas incluso contra ellos mismos y sus debilidades, Yates los examina con una lucidez conmovedora en esta magnífica novela: una indagación profunda sobre lo que las personas dejan que la sociedad haga con ellas.
10. ‘La carretera’, de Cormac McCarthy
Una demoledora fábula sobre el futuro del ser humano, destinada a convertirse en la obra maestra del autor.
La carretera, novela galardonada con el premio Pulitzer 2007 y best seller literario del año en Estados Unidos, transcurre en la inmensidad del territorio norteamericano, un paisaje literalmente quemado por lo que parece haber sido un reciente holocausto nuclear.
En un mundo apocalíptico donde llueve ceniza, un hombre y un chico cruzan a pie el territorio norteamericano en dirección al sur. El hambre es mucho más que una preocupación diaria: es la medida de todas las cosas, y las bandas de caníbales asolan el país convertido en un yermo donde solo la barbarie ha echado raíces. El amor de un padre por su hijo es, sin embargo, la única luz de una tierra que ha perdido a sus dioses. Quizá el fuego de la civilización no se haya apagado para siempre.