Catedral, de Raymond Carver (Anagrama)
Se ha afirmado que el relato es la forma narrativa por excelencia en la literatura norteamericana actual y que Raymond Carver es el maestro indiscutible de este registro. En cada relato de Catedral se revela la presencia latente o la intrusión de “terrores extraordinarios en una existencia ordinaria” (Cathleen Medwick). El propio Carver ha escrito: “Pienso que es bueno que en un relato haya un leve aire de amenaza… Debe haber tensión, una sensación de que algo es inminente.” Sus personajes son gente de lo más comun: trabajadores manuales, empleaduchos, parados, parejas a la deriva…, desamparados, golpeados por la vida, muchos de ellos bebedores, acceden, a pesar suyo, a una suerte de dimensión heroica, tercos testimonios de una realidad implacable. Su estilo es escueto, lacónico, opera por sustracción; se ha dicho que Carver inaugura una nueva visión, un nuevo método, una nueva tonalidad.
Pájaros de América, de Lorrie Moore (Salamandra)
Elegido Libro del Año 1998 por el prestigioso The New York Times y nominado entre los mejores del año por los periódicos Los Angeles Times y Publishers Weekly, además de finalista del Premio Nacional de la Crítica, Pájaros de América logró colocarse también en la lista de los más vendidos durante varias semanas, algo muy poco usual en una obra de narrativa de calidad. Unos meses después, su fama saltó a Inglaterra, donde autores consagrados como Julian Barnes, David Lodge, Geoff Dyer y Nick Hornby coincidían en escogerlo uno de los mejores libros que habían leído en 1998. En plena madurez de su estilo (éste es su quinto libro), Lorrie Moore retrata una serie de hombres y mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, de la Norteamérica de hoy, seres solitarios y perdidos que han aprendido a vivir con sus decepciones, aunque siempre con la sensación de encontrarse en el lugar equivocado, de no ser los verdaderos protagonistas, de que la vida les ha escamoteado sus ilusiones. Individuos que se van diluyendo en permanente contraste con el gran sueño americano, cuyas existencias son como un viaje sin lugar de origen ni destino. Algunas de sus protagonistas son mujeres que rondan los cuarenta y se encuentran sumidas en una crisis o al borde del abismo a causa de la infidelidad, el abandono, la muerte, la depresión, la imposibilidad de tener hijos o las enfermedades terminales. El humor negro y mordaz, la marca de Lorrie Moore desde que publicó su primer libro, Anagramas, nunca abandona su escritura, su particular visión del mundo.
En mitad de ninguna parte, de Julio Llamazares (Alfaguara)
Los primeros relatos que escribió Julio Llamazares.
Los cuentos que forman En mitad de ninguna parte están protagonizados por personajes que viven al margen de las normas dictadas por la realidad. Son luchadores titánicos que buscan un espacio propio en un mundo obstinado en ponerse en su contra, que se rebelan contra la lógica imperante para mantenerse fieles a sí mismos. Ese es su triunfo.
«Un cadáver de pavo en la nevera», «Piloto suicida», «La novela incorrupta», «Nocturnidad», «Paso a nivel sin barreras», «El padre» y «No se mueve ni una hoja» son los relatos recogidos en este libro, pequeñas piezas literarias en las que se encuentra el germen de la obra de Julio Llamazares, y que resumen en cierta forma su manera de ver y de estar en el mundo.
Intérprete de emociones, de Jhumpa Lahiri (Del Bronce)
Entre la India y Nueva Inglaterra, las historias en este extraordinario debut nos hacen cómplices de los viajes emocionales de los personajes, que buscan el amor traspasando las fronteras de las naciones y de las generaciones. Enriquecidas con detalles sensuales de la cultura india, estas historias abarcan el sentimiento universal de sentirse extranjero en alguna parte.
Cuentos Romanos, de Alberto Moravia (Cátedra)
Alberto Moravia pertenece a esa reducida categoría de escritores que han podido disfrutar inmediatamente del resultado de su actividad literaria y que se han convertido en maestros reconocidos. Desde su precoz comienzo literario, a los veintidós años, con “Los indiferentes”, es uno de los autores más populares y discutidos, que ha influido constantemente en la cultura contemporánea. Con los “Cuentos romanos”, Moravia abre su lengua “al romanesco, a un lenguaje bajo” influido por sus lecturas juveniles de Belli. En ellos no nos habla del pueblo de Roma en un sentido histórico o sociológico, sino desde su condición simplemente humana, que hay que aceptar como es. Esta vez no hay ninguna condena ni para sí mismo ni para el que, leyendo, pueda a veces reconocerse en esos pícaros.
Odio, amistad, amor, noviazgo, matrimonio, Alice Munro (Grijalbo)
ueve historias que arrastran al lector a ese territorio conocido como el país de Alice Munro, donde un giro imprevisto en los acontecimientos o un recuerdo súbito pueden iluminar la parábola entera de una vida. Nueve historias personales que podrían ser las de cualquier lector, aunque que no por ello resultan menos ricas y complejas.
El llano en llamas, de Juan Rulfo (Cátedra)
El “Llano en llamas” es hoy un clásico de la literatura mexicana e hispanoamericana, y probablemente uno de los volúmenes de cuentos más traducido a otros idiomas en el mundo entero. Obra aparentemente sencilla resulta, sin embargo, profundamente desconcertante. En su unidad formal descansa una gran diversidad de lenguajes, registros y tonos con los que Rulfo aborda la problemática de una violencia multiforme -desembozada unas veces, insidiosa otras-, hasta tal punto naturalizada que ha dejado de reconocerse como tal. Sin embargo, el autor no la “refleja” ni la “denuncia”, ni tampoco la pone en escena: la persigue hasta sus repliegues más recónditos, compenetrándose con el sentir de quienes la ejercen o la padecen, sin alcanzar a reconocerla las más de las veces. O más precisamente: antes que la violencia misma, lo que los cuentos de “El Llano en llamas” ponen en escena suele ser ese oscuro y confuso bregar con su impronta en el sentir de quienes se vieron alguna vez envueltos en ella, sin advertir entonces su verdadero rostro.
Manual para mujeres de la limpieza, de Lucía Berlin (Alfaguara)
Las críticas fueron sumando puntos ante esta recopilación de los que, dicen, son los mejores de sus relatos
Ante un libro muy alabado y con opiniones más que favorables, uno se enfrenta a su lectura con no pocas reticencias. Esas reseñas tan entusiastas sirven para animar a su lectura, por supuesto, pero también elevan el nivel de exigencia del lector potencial antes de abrir el libro y así, se espera, a veces casi con desgana o tensión contenida, que, al menos, no defraude.
Y no defrauda. Nos ha gustado descubrir a esta autora de relatos que cuentan… ¿qué cuentan? lo cotidiano, la rutina, la anécdota; que te hacen sonreir y hasta reir, que asombran y alumbran un gesto, una frase, una actitud.
Su propia vida, dice la autora, sí, muchos de esos relatos están basados en su propia vida, agitada, no tan normal ni rutinaria, pero siempre se puede inventar, omitir, cambiar, y el relato sigue pareciendo bien real. Ella cuenta haciendo creíble y normal lo que podría asombrar, escandalizar, entristecer, y sin saber muy bien cómo lo consigue (don de los buenos cuentistas) te atrapa y sólo quieres seguir leyendo otro relato y otro más.
Algo alrededor de tu cuello, de Chimamanda Ngozi Adichie (Random House)
Conmovedores y profundos, estos relatos cuentan historias humanamente cercanas y geográficamente remotas: historias de mujeres que sufren lejos de su país de origen, historias de emigrantes que se encuentran a sí mismos en América, la tierra prometida.
Chimamanda Ngozi Adichie, autora nigeriana, sabe hablar de África alejándose de los titulares manidos sobre ese continente, pero sin dejar de lado la historia de su país.
Es una escritora interesada en cómo los asuntos públicos afectan a los individuos, interesada en analizar desde la ficción el choque entre la modernidad y la tradición, las expectativas familiares y los sueños de las nuevas generaciones.
Velocidad de los jardines, de Eloy Tizón (Páginas de espuma)
Su autor subrayaba las existencias de unos personajes que se debaten entre la banalidad y el prodigio; constituyen el pretexto para levantar una escritura cargada de sabores y olores, allí donde la memoria de cada cual inventa sus jardines, trafica sensaciones, protagoniza sombras, puesto que en este libro rápido y lento, el lector no encontrará otra velocidad que la que el tiempo impulsa ni viaje más difícil que el regreso a los pupitres. Veinticinco años después, un mismo pero renovado Eloy Tizón confiesa en el prólogo: «Con este libro ha sucedido algo extraño. Lo tenía todo para ser olvidado y sin embargo, ya ves, no lo ha sido. Intentaste construirlo con materiales nobles, para que dure. Es una conspiración de los lectores; todo el mérito es suyo, de su constancia e interés. Has tenido mucha suerte, otros no han tenido tanta. Ahora lo ves lleno de tiempo. Pletórico de tiempo, otra vez nuevo».