El nuevo libro de Elísabet Benavent es un emocionante canto al AMOR en mayúsculas.

La autora bestseller presenta un recopilatorio de los mejores textos publicados en su perfil de Instagram @betacoqueta.

«Las palabras son abrazos. Y aquí van los míos: un recopilatorio de lo sentido, imaginado, vivido y trabajado en los últimos años».

Elísabet Benavent

El próximo día 10 de noviembre llega a librerias Los abrazos lentos,  una recopilación de textos publicados por Elísabet Benavent en su canal Instagram. Pero esta sería solo la definición superficial de un libro que es mucho más. Los abrazos lentos es una puerta abierta al universo e imaginario de una escritora que se arriesga y se ex­pone. Unos textos que muestran otro universo más allá de sus novelas y que ponen en relevancia, una vez más el dominio que tiene Benavent sobre la palabra escrita.

«Desde 2017 vengo compartiendo textos, prosa poética, pedazos de historias que servirán en el futuro como puntos de partida, esbozos que no llevarán a ningún sitio, reflexiones y vida. No vida privada, solo vida. En la era de la inmediatez, en el momento histórico en el que más conectados estamos pero más solos nos sentimos, es la palabra una vez más, lanzada al vacío de la red, lo que nos une de una manera que es difícil de explicar».

Cada reflexión, cada instantánea y poema, cada mi­crorrelato que recoge este volumen esta bañado de emoción profunda y since­ra que se contagia al leerla. Elísabet escribe a corazón abierto intentando comprender el mundo que le rodea. Este es un canto a la empatía y una oda a la humanidad que se mueve entre mani­fiestos vitales y feminismo a raudales. Elísabet escribe al amor, al desamor, al autoamor,  a los complejos y al paso del tiempo. Los abrazos lentos es el paricular homenaje de Elísabet Benavent al lenguaje.

«Tengo un idilio con las palabras. Es una historia de amor larga, fiable, bonita y sana. Las palabras son, probablemente, lo más preciado que poseo, después del amor de mi gente. Nací con muchas carencias: no tengo paciencia, no sé andar despacio, tiendo al exceso, me gusta la soledad, doy portazos…
Sin embargo, las palabras siempre me han salvado de morir ahogada en la piscina de lo que me falta. Porque escribiendo mastico lo que me pasa, porque escribiendo imagino realidades lejanas, porque escribiendo me analizo y me entiendo. Me mido, me abrazo, me calmo. Las palabras son, para mí, un salvavidas, un modo de vivir, un puñado de abrazos lentos».