Una divertida e inteligente novela de iniciación

Elif Batuman regresa con una divertida e inteligente novela de iniciación acerca de las relaciones, los desafíos de llegar a la adultez y los aprendizajes que tramamos a la luz de la literatura.

La idiota, su novela anterior, fue finalista del Premio Pulitzer y uno de los libros del año por The New York Times, Vogue y Elle, entre otros.

Tras el éxito de La idiota, Elif Batuman regresa al campus de Harvard de la mano de la protagonista de su anterior novela, que en su segundo año universitario se dispone a dar unos cuantos pasos más en su camino a la edad adulta. Con mordacidad e ingenio, Selin nos narra sus accidentadas peripecias en el mundo de la amistad, el amor y el sexo, a la par que continúa descubriéndose y construyendo su identidad a través de aquello que lee y que vive.

En la tradición del bildungsroman y la novela universitaria, Batuman compone una obra con trasfondo autobiográfico que toma su título de un ensayo de Søren Kierkegaard, donde el filósofo opone la vida estética a los valores de una existencia regida por la ética. Esta distinción es uno de los hilos que vertebran el aprendizaje de Selin durante un año en el que entre lecturas, conversaciones, antidepresivos y aventuras se van buscando las respuestas acerca de cómo dar por terminada una relación que nunca llegó a ser, hasta cuándo puede durar una amistad de juventud, cuáles son las reglas del deseo y la seducción, cómo se convive con el legado de los padres, o en qué momento la propia vida adquiere el sentido y espesor de un relato literario. Las residencias de Harvard o un hotel fa-miliar en una aldea turca se convierten, gracias a la perspicacia con la que Batuman observa el mundo y retrata los anhelos y temores más íntimos, en los escenarios para desplegar una divertida indagación existencial, y al mismo tiempo, representar los encuentros y desencuentros que marcan el tragicómico ritmo de las relaciones humanas.

Salpicada de maravillosas citas y referencias literarias, la historia de iniciación de Selin se va entrelazando con las tesis de Kierkegaard, los pasos de la Nadja de André Breton en París, los amores de Swann, las desventuras de Tatiana en Eugene Oneguin, o el complejo destino de Isabel Archer en Retrato de una dama. Y en este ir y venir entre las palabras y las experiencias, O lo uno o lo otronos revela como, una y otra vez, arte y vida se reflejan, contradicen y contaminan, tramando nuestro aprendizaje.

«¿De verdad éramos más interesantes que otras personas, o solo nos lo parecía? En mi opinión, solo nos lo parecía a nosotras. Un corolario de esta idea era que no teníamos la responsabilidad de pensar en otras personas. Ellas se consideraban a sí mismas interesantes, ellas podían pensar en sí mismas. Svetlana creía que éramos de verdad más interesantes y que por ello teníamos ciertas responsabilidades. ¿Era posible una relación igualitaria, o siempre había una persona a la que le interesaba más la otra? ¿A quién de nosotras, yo o Svetlana, le interesaba más la otra? “Creo que varía según los momentos”, dije, y Svetlana se mostró de acuerdo. ¿Podían las amistades llegar a un punto de estabilidad y mantenerse ahí, o siempre estaban creciendo o reduciéndose? Svetlana opinaba que crecían o disminuían».