En estas páginas ya hemos reseñado obras de Ray Bradbury con anterioridad. Recopilatorios de relatos en su mayoría, pero aún no habíamos tenido la oportunidad de hablar de, tal vez, su novela más importante, o al menos la más conocida tanto por los que son como los que no, sus seguidores.
Escrita en 1953, galardonada en 1954 con el prestigioso premio de literatura de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras. Veinte años más tarde seguía recogiendo premios, uno de ellos el Prometheus. Incluso en 2004 llegó a ganar el Premio Hugo retrospectivo.
En 1966 François Truffaut la llevó al cine. Realizó una buena película, pero Bradbury nunca estuvo contento con esta adaptación, declaró que Truffaut había intelectualizado demasiado su obra. Bradbury tenía un gran sentido del humor, y tal vez el famoso director se tomó su libro demasiado en serio.
De sobras es conocida la premisa de está maravillosa obra de Bradbury en la que en un futuro los libros han sido prohibidos. Los que se encargan de destruirlos son los bomberos, aquellos que antaño eran los responsables de salvarnos extinguiendo incendios, ahora su labor consiste en provocarlos, para así destruir libros mediante el purificador elemento. Si con ellos arden también los que escondían estos objetos vetados, mejor. Guy Montag es uno de esos bomberos, que gracias a las charlas con una extraña chica, llega a plantearse su trabajo, haciendo que se arrepienta de su cometido. Convirtiéndose en un protector del conocimiento, lo que le llevará a ser un proscrito.
Resulta tan sorprendente como escalofriante que a pesar de llevar casi setenta años escrita, siga estando cada vez más vigente esta metáfora de la sociedad que se vanagloria de la ignorancia para conseguir así ser felices. O al menos en apariencia, ya que las élites son las realmente interesadas en una sociedad ignorante que no piense para así no llegar a plantearse su modo de vida y crea que con tener sus necesidades básicas cubiertas son felices. Aparte de la quema de libros, esto queda patente en esas grandes paredes pantallas que poseen y ambicionan los ciudadanos, para así evadirse aun más de esa realidad que los rodea. Y es que ¿no os resultan familiares estas escenas donde los libros cada vez están más denostados y las pantallas cada vez más veneradas?
Aparte de resultar una novela tan apasionante que nos atrapa desde el primer momento, y que leeremos sus apenas doscientas páginas de un tirón, la edición que ha lanzado Libros del Zorro Rojo contiene las ilustraciones del arista Ralph Steadman. Con este nombre creo que queda dicho todo. Pero puede que aun haya gente que no conozca la obra del singular artista. Este inglés está curtido en revistas satíricas como Puch o Private Eye y en diferentes publicaciones. Caracterizado por sus trazos violentos inspirado por la obra de Pollock, Rembrant y Bacon, donde las salpicaduras toman formas y en esta novela, usando distintas tonalidades de rojo, consigue plasmar la violencia y el caos que Bradbury trasmite con sus palabras. Palabras que toman vida en nuestra mente, pero que Steadman, gracias a sus dibujos, hace que lleguen a nuestros sentimientos. Esas imágenes abstractas cobran toda la forma para el lector. Consigue dibujar esa incertidumbre y sin sentido que cuenta esta historia. Un documento gráfico que hace patente la desesperación de aquellos que aman los libros, y sienten esa impotencia al verlos destruidos; esa vorágine que los conduce a la locura provocando que ellos mismos se lancen a las llamas, porque la vida sin sus libros no tiene sentido. A la vez retrata esa lujuria, esa excitación reflejada en las miradas y expresiones de esos bomberos cuyo placer va más allá de su labor. Admirable el trabajo de este artista a la hora de ilustrar esta icónica novela, y una oportunidad única poder disfrutar ahora de estos dos genios en un mismo volumen.
Nunca una novela distópica estuvo más acertada con el futuro que describe. No hay más que ver las noticias para echarnos las manos a la cabeza al descubrir hacia donde nos dirigimos. Vemos cada vez más probable que se haga realidad alguno de los futuros distópicos que aparecen en nuestras novelas favoritas. Ayer, sin ir más lejos, leí como en Estados Unidos se triplicaron los libros censurados en 2021 respecto al 2020. La Asociación Americana de Bibliotecas habla de que son 729 los títulos prohibidos. Lo que es peor es que no son las autoridades directamente las responsables de que se retiren esos títulos, si no los propios usuarios. Da que pensar al ver como lo que plasmó en 1953 Bradbury para ese futuro no resulta tan descabellado.