¿Quién vistió los primeros pantalones? ¿Quién pintó la primera obra maestra? ¿Quién cabalgó el primer caballo? ¿Quién inventó el jabón? Esta loca aventura a través de la historia antigua recurre a medios tan diversos como la genética moderna y la arqueología para descubrir a los genios que hay detrás de estas y otras innovaciones que han cambiado el mundo.
¿Quién inventó la rueda? ¿Quién se tomó la primera cerveza? ¿Quién fue el asesino en el primer asesinato sin resolver? ¿Quién fue el primer cirujano? ¿Quién prendió el primer fuego? Y, lo más importante, ¿quién fue el primero en enfrentarse a una ostra pálida y viscosa?
En este libro, el escritor Cody Cassidy se sumerge en la investigación más reciente para descubrir las historias no contadas de algunos de estos increíbles innovadores (o partícipes de accidentes afortunados).
Con un agudo sentido del humor y un inagotable entusiasmo por las maravillas de nuestros remotos ancestros, ¿Quién se comió la primera ostra? retrata a los protagonistas de las mayores innovaciones y catástrofes de la prehistoria, recurriendo a la vida de los individuos para vislumbrar las culturas antiguas, mostrar cómo y por qué acontecieron estos avances fundamentales e instruirnos en un periodo de tiempo del que hasta hace poco lo desconocíamos prácticamente todo.
«Cuando lo observamos desde la distancia de muchos miles de años, los cambios culturales, tecnológicos y evolutivos parecen desarrollarse en una línea uniforme. Las herramientas de piedra cedieron gradualmente el paso a las de metal; las pieles dejaron paso a la tela tejida; la recolección de bayas fue progresivamente sustituida por los cultivos. Debido a la apariencia de una lenta gradación, es tentador asumir que ningún individuo aislado ha desempeñado un papel significativo en la trayectoria aparentemente inexorable de la historia humana, o en el ritmo lentamente glacial de la evolución de la humanidad. Sin embargo, esta gradación es una ilusión derivada de nuestra perspectiva».p. 17
«Los supuestos cavernícolas —que en su mayor parte ni siquiera vivían en cuevas— necesitaban un arsenal de conocimientos muy superior al que nos es preciso a nosotros, que vivimos en la era de la producción masiva de alimentos y la especialización del trabajo. Su supervivencia dependía de una comprensión enciclopédica de su entorno. Cada uno de ellos tenía que encontrar, cosechar, cazar, matar o producir prácticamente todo lo que comía, experimentaba o utilizaba. Tenían que saber cuáles eran las plantas venenosas, cuáles eran curativas, cuáles crecían en cada estación y dónde encontrarlas».pp. 18-19
«El dominio del fuego no fue el resultado de los grandes cambios físicos y de comportamiento entre el Homo erectus y sus ancestros simiescos. Fue su causa. Ningún invento, descubrimiento o conocimiento anterior, posterior o que pueda acontecer en el futuro podrá superar la influencia que la aplicación del calor a los alimentos ejerce en los cambios a nivel óseo en nuestra especie. Y a diferencia del lenguaje, el dominio del fuego no fue un proceso evolutivo. Fue un descubrimiento».p. 38
«La escritura no emergió en un único momento de eureka. Por el contrario, evolucionó en Mesopotamia durante casi cinco milenios como solución a un problema de complejidad creciente: separar lo mío de lo tuyo y, lo más importante, computar las deudas. Unos miles de años después, los incas desarrollaron un sistema de escritura completamente diferente, conocido como quipu, basado en cuerdas y nudos, pero parecen haberlo hecho por la misma razón: registrar deudas y propiedades».